Planeta extrasolar



Planeta que gira en torno a una estrella diferente al Sol.

Aunque los astrónomos están convencidos de que la formación de sistemas planetarios debe resultar frecuente en el cosmos, su detección hasta hace pocos años resultó imposible a causa de las dificultades de observación de los mismos.

Puesto que los planetas se originan en los discos de materia sólida que quedan en torno a las recién nacidas estrellas, conocidos con el nombre de discos de acreción, los primeros intentos fueron dirigidos hacia los mismos, ante la imposibilidad de detectar los propios planetas. Así, ya en la década de los años 80 los astrónomos descubrieron, gracias a observaciones en el espectro infrarrojo, la presencia de estos discos de materia interestelar en torno a un buen puñado de estrellas, indicio más que probable de la formación de futuros sistemas planetarios a partir de los mismos.

Tras este primer paso, serían los propios planetas los que comenzaron a hacerse notar. Hay que tener en cuenta un punto importante: con los telescopios actuales, aun con los más potentes, resulta imposible verlos, debido tanto a la debilidad de su luminosidad, como al hecho de que el brillo de su estrella los camufla. Por esta razón, los métodos de detección utilizados han sido indirectos. No se ve al planeta, pero se registran las perturbaciones gravitatorias que produce en su estrella. Esto es posible debido a que, según las leyes gravitatorias, no se puede decir con propiedad que sean los planetas los que giran en torno a una estrella inmóvil, sino que ambos astros -planeta y estrella- giran en torno a un centro de gravedad común situado tanto más cerca del centro de la estrella cuanto mayor sea su masa en relación con la del planeta; pero aunque la distancia entre el centro de gravedad de la estrella y el centro de masas del sistema sea mínima, ésta existe. El resultado práctico de ello es una especie de bamboleo de la estrella, que se desplaza ligeramente hacia un lado y otro de forma periódica.

Estos movimientos son muy pequeños, por lo que sólo con el advenimiento de las nuevas generaciones de telescopios, junto con el desarrollo de la informática, ha sido posible registrarlos y, a partir de ellos, calcular parámetros tales como el número de planetas que orbitan en torno de la estrella y la masa y el radio orbital -o, lo que es lo mismo, período de traslación- de los mismos. Evidentemente esta técnica tiene también sus limitaciones, por lo que por ahora tan sólo es posible de detectar planetas capaces de crear perturbaciones importantes en sus estrellas, bien por poseer una masa elevada -tipo Júpiter o mayor-, bien por encontrarse a una distancia muy corta a su estrella, o bien ambas circunstancias simultáneamente.

El primer planeta detectado por este método fue, en 1995, un astro del tamaño de Júpiter que giraba en torno a la estrella Beta Pictoris. Desde entonces el progreso ha sido muy rápido, contándose en la actualidad -2016- con más de 3.500 planetas confirmados que giran en torno a 2.600 sistemas planetarios, número que se incrementa constantemente, algunos de los cuales orbitan en torno a estrellas susceptibles de alentar vida tales como Épsilon Erídani.

Aunque en un principio, y debido a las limitaciones tecnológicas, los primeros planetas extrasolares descubiertos fueron en su totalidad planetas gigantes, es decir, gaseosos, a partir de 2009, comenzaron a descubrirse también planetas terrestres, de composición rocosa y más similares en tamaño a la Tierra. No todos orbitan en sus respectivas ecosferas, una condición imprescindible para poder especular con la posibilidad de que éstos puedan albergar vida, pero algunos de ellos parecen mostrar características orbitales y físicas favorables.

Asimismo se ha comprobado la existencia de sistemas planetarios bastante complejos formados, como el nuestro propio, por un conjunto de planetas de tipo terrestre junto con varios gigantes gaseosos; no obstante, el modelo que presenta el Sistema Solar, con una región interna formada por planetas rocosos de pequeño tamaño, una región central en la que orbitan los gigantes gaseosos y otra externa en la que predominan los astros helados, no es en modo alguno único, puesto que los sistemas planetarios extrasolares conocidos muestran una amplia variedad de distribuciones planetarias, algunas de ellas muy diferentes de la nuestra.

A iniciativa de la Unión Astronómica Internacional, entre el 12 de agosto y el 31 de octubre de 2015 se abrió un período de votación para bautizar a 31 exoplanetas pertenecientes a 19 sistemas planetarios distintos, junto con 14 de estas estrellas ya que las 5 restantes ya tenían nombre propio. Cabe reseñar que la estrella Mu de la constelación del Ara fue bautizada con el nombre de Cervantes, y los cuatro exoplanetas de su sistema planetario pasaron a denominarse Quijote, Dulcinea, Rocinante y Sancho.


Publicado el 10-9-2009
Actualizado el 25-8-2016