Extraño visitante




Número 60 de la colección Luchadores del Espacio y primera novela de la serie. Extraño visitante, todavía más que las novelas posteriores de la serie, es una novela moderna que apunta ya las características principales de la producción posterior de Enguídanos, apenas esbozada hasta entonces aunque continuada posteriormente tanto con las novelas independientes firmadas como George H. White, como con su producción como Van S. Smith. Esta novela es también un episodio independiente con una estructura completamente similar a las de muchas novelas posteriores de este autor: Ambientadas en la época actual y no en el futuro, estas novelas relatan cómo la humanidad entra en contacto con visitantes venidos del espacio que, tras una serie de zipizapes más o menos variados, desaparecen al final del relato bien porque son destruidos por los terrestres, bien porque se marchan por donde han venido.

En cualquier caso la moraleja de Enguídanos es evidente: No hace falta buscar refugio en el futuro para encontrarnos con unas aventuras de ciencia ficción que pueden surgir el día menos pensado. Quizá por un talante conservador, o quizá simplemente por dejar zanjados los temas, Enguídanos se las apaña normalmente para que al final de las novelas las cosas se queden igual que al principio: La humanidad sabrá que no está sola, se sentirá incluso amenazada, pero la vida seguirá desarrollándose con toda normalidad en nuestro planeta una vez conjurado el peligro.

Sin embargo, Más allá del Sol, a pesar de tener una estructura completamente similar y ser autoconclusiva, dejará la puerta abierta a una continuación que no existió en otras obras de este autor, lo que la singulariza diferenciándola del resto. Pero vayamos sin más dilación al argumento: En una reserva de indios navajos, en el corazón del Oeste americano, unos muchachos encuentran por casualidad un platillo volante. El platillo se encuentra escondido en un barranco y está abandonado, aunque al parecer está en perfecto estado y presto para funcionar. Antes de la llegada de tropas militares que se hacen cargo del platillo, los habitantes del poblado tienen ocasión de curiosear a sus anchas en el interior del mismo descubriendo que, pese a ser producto de una tecnología muy superior a la terrestre, parece haber sido construido por manos humanas.

Paralelamente a este descubrimiento, el médico del poblado, que es también el protagonista principal del relato, recibe la visita de una misteriosa pareja que viene allí en busca de ayuda: La mujer padece una perforación de estómago y necesita ser operada urgentemente. Así lo hace el protagonista, mientras el hombre desaparece misteriosamente para sorpresa suya; poco después se descubrirá su cadáver, víctima de un accidente de tráfico. Mientras tanto, la mujer se recupera sin percances de la operación.

Aunque Enguídanos intenta mantener la intriga, a estas alturas es ya más que evidente que la extraña pareja no son otros que los tripulantes del platillo volante, obligados a realizar un aterrizaje de emergencia a causa de la súbita enfermedad de la mujer... Pero no nos adelantemos a los acontecimientos. Los científicos norteamericanos llegados a la reserva india estudian concienzudamente el platillo volante para llegar finalmente a dos conclusiones aparentemente contradictorias: Primero, que ha sido construido y pilotado por seres humanos. Y segundo, que no puede haber sido producto de la tecnología terrestre, mucho más atrasada. La contradicción deriva del hecho de que Enguídanos pone en boca de sus protagonistas la imposibilidad de la existencia de dos humanidades idénticas procedentes de distintos planetas, ya que ni hay dos estrellas exactamente iguales -argumenta- ni dos planetas en el sistema solar del mismo tamaño y situados a idéntica distancia del sol, ya que incluso Marte y Venus (en flagrante contradicción con lo que el autor afirma en el resto de sus novelas) son inhóspitos para la especie humana.

Sin embargo, al protagonista se le enciende la bombilla y da casualmente con la explicación: ¿Por qué razón el platillo volante no puede proceder de un planeta desconocido que describe la misma órbita de la Tierra pero siempre a ciento ochenta grados de distancia de la misma, lo que provoca que sea siempre invisible porque el Sol se interpone entre ambos? Es evidente que Enguídanos no conocía los estudios de Lagrange ni el llamado problema de los tres cuerpos, cuya materialización práctica son los asteroides troyanos o, en un descubrimiento más reciente, algunos satélites menores de Saturno; en definitiva, desde un punto de vista gravitatorio dos astros pueden ocupar la misma órbita en torno a un astro central sólo si ambos están separados por un ángulo de sesenta grados, pero no de ciento ochenta, y creo además que uno de ellos ha de ser de mucho menor tamaño que el otro. Sin embargo, alguno de los escritores norteamericanos consagrados (no recuerdo cual) utilizó este argumento para inventarse un nuevo planeta sin salir del sistema solar, y puede que Enguídanos copiara la idea.

Pero dejémonos de disquisiciones científicas y continuemos con el argumento. Una vez que el protagonista ha planteado su hipótesis, los acontecimientos se disparan. La mujer extraterrestre, que ya se encuentra recuperada de la operación, se entera de que su compañero ha fallecido y que el platillo está siendo investigado, por lo que decide huir para destruirlo antes de que los terrestres puedan descubrir los misterios de su tecnología. Es perseguida y herida de muerte, pero antes de morir puede provocar la destrucción del platillo (tenía escondido un detonador en el desierto) y, lo que es más importante de cara a la historia, puede también confirmar al protagonista que procede de un planeta situado más allá del Sol.



Publicado el 6-11-1998 en el Sitio de Ciencia Ficción