Salida hacia la Tierra





Con esta novela, número 15 de la colección, se inicia una nueva aventura de la Saga, y una de las más atractivas por cierto. Han transcurrido varios siglos desde la derrota de la humanidad a manos de los crueles hombres grises, los cuales han sometido a sus antiguos enemigos a una cruel esclavitud al tiempo que reforzaban su poderío bélico hasta límites insospechados. Agotadas las reservas de dedona en el asteroide Eros mucho tiempo atrás, extraen ahora el milagroso metal de Ganímedes, utilizando para ello la mano de obra esclava de los cautivos terrestres.

Antes de continuar adelante es preciso reseñar que es precisamente en esta novela donde Enguídanos describe por vez primera a este satélite de Júpiter en forma de un Venus tropical en miniatura, calentado por los tórridos rayos de un Júpiter incandescente aunque solamente por uno de sus hemisferios ya que, al mantener el otro siempre oculto al planeta, éste estaría cubierto en su totalidad de hielos perpetuos1. Este tópico, que Enguídanos repetirá con frecuencia en novelas posteriores, es hasta donde yo sé original suyo, a diferencia del de un Venus pantanoso y poblado de dinosaurios o el de un Marte moribundo y surcado de canales, ambos sumamente frecuentes en la ciencia ficción popular de todos los países. Es posible que el origen del mismo -un Júpiter incandescente capaz de suministrar a sus satélites el calor que el lejano Sol les niega- haya que buscarlo en teorías astronómicas decimonónicas tales como las divulgadas por el astrónomo francés Camille Flammarion, muy populares entonces. En cualquier caso, se trata de un rasgo de originalidad por parte de Pascual Enguídanos que demuestra, una vez más, cómo los estrechos límites de la serie B resultaban completamente insuficientes.

Al inicio de la narración vemos cómo un grupo de fugitivos de una de las minas thorbods, refugiados en el hemisferio helado del satélite, realizan un sabotaje en una de las plantas generadoras de electricidad de sus enemigos, la cual destruyen interrumpiendo su suministro. Con lo que no contaban es con el derribo de una misteriosa mujer que, privado repentinamente de energía su traje volador, cae derribada siendo capturada por los saboteadores. Éstos en un principio la toman por uno de los renegados que utilizan los hombres grises como capataces, pero cuando la prisionera recobra el sentido intenta convencerlos de que es originaria del planeta Redención, donde los fugitivos del autoplaneta Rayo han levantado una floreciente civilización que ahora, tras construir una poderosa armada sideral, han vuelto al Sistema Solar a arreglar cuentas con su antiguos enemigos así como para liberar a la doliente humanidad de la cruel esclavitud a la que se ve sometida.

El nombre de la muchacha, Amalia Aznar, es todo un símbolo en sí mismo, puesto que la figura del legendario Miguel Ángel Aznar ha alcanzado categoría de mito a lo largo de los siglos. Pero los ex-prisioneros, y en especial su líder Harold Davidson, desconfían de la veracidad de su relato temiendo, no sin razón, que pueda tratarse de una celada del enemigo. Con grandes dificultades, y aun poniendo en peligro su propia integridad física, la visitante consigue vencer sus reticencias ofreciéndoles la huida del inhóspito satélite y refugio en el autoplaneta redentor. Éstos, aun a regañadientes de algunos, aceptan, siendo recogidos por un buque de guerra y trasladados a Valera, que no es otro que el planetillo hueco descubierto por el profesor homónimo en la novela anterior.

Aprovecha Enguídanos la llegada de los fugitivos a Valera, la más fabulosa astronave de toda la historia de la ciencia ficción, para relatar largamente la gesta de los humanos exiliados en Redención, que no sólo han convertido al que otrora fuera un mundo yerto en una acogedora nave generacional -aunque el autor de la Saga nunca llegó a utilizar este término-, sino que además han hecho de ésta una formidable máquina de guerra capaz de moverse a voluntad gracias a estar constituida por dedona pura, el maravilloso metal capaz de repeler la gravedad cuando es inducido eléctricamente. Esto les permite asimismo disponer de una inagotable fuente de este metal, imprescindible para la construcción de naves espaciales a la par que extremadamente escaso en el universo. Por supuesto Valera no llega solo, sino provisto de una potentísima escuadra sideral y de un no menos imponente ejército de invasión cuya misión no es otra que la de derrotar a la odiosa Bestia Gris. Es necesario resaltar la habilidad narrativa del autor al describir el interior hueco de Valera tal como se muestra ante los ojos de un sorprendido Harold Davidson que, acostumbrado a una vida miserable y repleta de privaciones, descubre repentinamente algo que para él resulta ser lo más parecido al paraíso. Es evidente que el efecto producido sobre el lector es mucho más espectacular que el que se habría obtenido de haber centrado la novela en la protagonista femenina.

Amalia Aznar es no sólo capitán del ejército redentor -el término valerano no aparecerá hasta más adelante-, sino también miembro de servicio de información del mismo, siendo su misión la de contactar con fugitivos de la Bestia Gris con objeto de conocer lo mejor posible la fortaleza del enemigo antes de iniciar las acciones bélicas. Rápidamente traba amistad con Harold Davidson, mucho más despierto que sus toscos compañeros de infortunio, sabiendo por boca de éste que durante los siglos que ha durado la hegemonía de los thorbods éstos no han hecho más que reforzar frenéticamente su potencial defensivo, actuando como si estuvieran a la espera de la llegada de un peligroso enemigo frente al cual no podían permitirse el lujo de encontrarse desprevenidos. ¿Los redentores? Posiblemente no, porque nadie podía pensar, ni siquiera los propios tripulantes del Rayo, que un puñado de refugiados famélicos pudieran retornar, siglos después, tripulando la más formidable flota de guerra que hubiera podido soñar el más visionario. ¿Quiénes entonces? Con toda probabilidad, aquellos que arrojaran a los hombres grises de sus planetas natales obligándoles a buscar refugio en el Sistema Solar durante el ya lejano siglo XX.

La noticia no arredra a los voluntariosos redentores, decididos a arrojar a la Bestia Gris del Sistema Solar. Y, aunque confían plenamente en la supremacía técnica que les proporciona la dedona del planetillo, mucho más densa y tenaz que la utilizada por su enemigo, son conscientes de su gran inferioridad numérica frente a los thorbods. Por esta razón planean contar con una quinta columna, los varios miles de millones de esclavos que gimen bajo el yugo de la esclavitud, convirtiendo a los fugitivos rescatados en Ganímedes en agentes que, infiltrados en la Tierra, tendrán como misión encender la chispa de la rebelión mientras el autoplaneta ataca con todas sus fuerzas a las defensas thorbod, siendo auxiliados en su tarea por comandos redentores camuflados de esclavos terrestres.

Pero para realizar estos planes deberán infiltrarse previamente tras las líneas enemigas, para lo cual los estrategas redentores deciden realizar una incursión con el planetillo, ahora emboscado en las proximidades de Saturno, por las regiones internas del Sistema Solar, haciéndole pasar por las cercanías de la Tierra. Esto provocará en el planeta tanto trastornos geológicos de todo tipo -terremotos y grandes inundaciones- como una perturbación temporal de cualquier tipo de emisión electromagnética, tanto radio como radar, permitiendo que, al abrigo de la confusión, una flotilla de naves redentoras se escabulla sigilosamente escondiéndose en los océanos terrestres. Este tipo de cataclismo cósmico, natural o provocado, debió de ser bastante del agrado del autor, puesto que lo repitió en varias ocasiones a lo largo de su obra tales como en ¡Ha muerto el Sol!, Y el mundo tembló... (una novela ajena a la Saga perteneciente al ciclo de Finan) o ¡Conquistaremos la Tierra!, ya en la continuación de la Saga. Es muy posible que la inspiración para el mismo le viniera a Enguídanos de las teorías catastrofistas que estuvieron en auge a finales del siglo XIX, siendo divulgadas tanto por algunos precursores de la ciencia ficción como Julio Verne (Héctor Servadac) o H.G. Wells (La estrella), como por el cine de serie B de la época (Cuando los mundos chocan, 1951). En cualquier caso, el dramatismo estaba más que garantizado.

La incursión se realiza con éxito, y pronto los comandos redentores comienzan a realizar su labor de zapa repartiendo receptores de radio y armas entre los terrestres más proclives a la rebelión. Amalia Aznar y Harold Davidson, trabajando codo a codo, desempeñan una labor destacada, consiguiendo poner en pie de guerra a la población humana de Nueva York. Dos meses después, cuando el Alto Mando redentor decide que la fruta está ya madura, vuelve Valera de las profundidades del espacio desplegando todo su imponente arsenal bélico, mientras los cautivos de la Bestia Gris abren un segundo frente en el propio territorio thorbod. La abrumadora superioridad bélica de los redentores desbarata en breves segundos la flota espacial thorbod pese a triplicarla ésta en volumen, y poco después hace lo mismo con las defensas exteriores de las principales ciudades enemigas.

Los esclavos terrestres, por su parte, aprovechan la ingenuidad thorbod, que les ha introducido en el interior de sus ciudades para utilizarlos como escudos humanos y, esgrimiendo las armas proporcionadas por los redentores, que hasta entonces habían mantenido ocultas, dan rienda suelta a los rencores acumulados durante siglos de opresión. Víctimas de esta doble tenaza, los hombres grises dan por perdida la batalla solicitando un armisticio. La guerra todavía no está ganada puesto que los enemigos de la humanidad continúan estando sólidamente asentados en Venus, Marte y Ganímedes, pero el planeta natal de la especie humana ha vuelto ya a las manos de sus legítimos dueños.

Las modificaciones introducidas por Enguídanos en la segunda versión de la novela, publicada en esta ocasión con el número 9, no fueron demasiado profundas, aunque sí significativas. La principal variación consiste en la reescritura de la descripción que hace el autor de Valera, concretamente en lo relativo a su descubrimiento y transformación en un astro habitable y autónomo capaz de desplazarse a voluntad por el espacio. Esto era necesario por dos razones; primero, porque la supresión de la novela Dos mundos frente a frente provocaba la desaparición del capítulo en el que se narraba el hallazgo del planetillo en el sistema planetario de Redención y segundo, debido a que en la novela original Enguídanos no cayó en la cuenta, tal como se ha explicado en el comentario correspondiente a El reino de las tinieblas, de que en el interior de un astro hueco la gravedad sería nula, error que rectificó al reeditarse la serie. Asimismo, aprovechó también para extenderse en la descripción de la terraformación -llamémosle así aunque el autor no emplea esta palabra- de Valera. Es evidente que la súbita aparición del autoplaneta en la narración, sin el antecedente previo de su descubrimiento tal como se describe en la desaparecida Dos mundos frente, contribuye a incrementar la sorpresa del lector no avisado, aunque esto fuera al precio de la pérdida de un interesante volumen tal como ha sido comentado oportunamente.

Por lo demás, el resto de los cambios pueden considerarse menores. Así, Enguídanos corrigió meticulosamente las fechas y las cronologías, retrasándolas de forma que resultara más verosímil la conversión del puñado de exiliados del Rayo en una poderosa nación capaz no sólo de colonizar el gigantesco Redención, incluso con la ayuda de los nativos, sino también de poner en pie la más formidable maquinaria bélica jamás vislumbrada en el universo. También reduce la desproporción numérica entre ambas flotas, exagerada en el original, y hace más larga, y por lo tanto más razonable, la batalla sideral que, en la primera edición, no pasaba se ser anecdótica por su brevedad. Más interesante resulta la introducción de torpedos atómicos como principal arma redentora, en contraposición a los inútiles proyectores de rayos Z de los thorbod. Paradójicamente este tipo de combate tendrá su desarrollo en las inmediatas batallas frente a los nahumitas ya en la propia primera edición, en la cual, por el contrario, el combate entre las flotas redentora y thorbod se resuelve a base de rayos Z, siendo la mayor potencia de los proyectores redentores la que decanta la balanza. Es evidente que, con la aparición de los torpedos blindados con dedona y, por lo tanto, invulnerables a los rayos Z enemigos, la narración ganó bastante en coherencia interna.

Otro factor a tener en cuenta en Salida hacia la Tierra y las posteriores entregas es la desaparición de los protagonistas absolutos, primero Miguel Ángel Aznar de Soto y posteriormente su hijo Fidel Aznar Contreras, sustituidos por personajes secundarios en el conjunto de la Saga cuya aparición tiene lugar tan sólo en un único episodio, perdiéndose después su rastro. No se trata en ningún caso de grandes figuras, sino de personas de la calle; en el caso concreto de Salida hacia la Tierra nos encontramos con un ex-cautivo de los thorbod -Harold Davidson- y una oscura oficial redentora -Amalia Aznar- que, pese a su apellido -el autor se apresura a advertir de lo frecuente del mismo en la sociedad valerana-, nada tiene que ver con los rectores del autoplaneta, salvo su lejano parentesco. Esta fórmula se mantendrá durante bastantes episodios más, hasta que con la aparición de Miguel Ángel Aznar Aznar vuelva a implantarse la figura del líder carismático... Pero eso ya se comentará en su momento.




1 Para Pascual Enguídanos Ganímedes, uno de los principales satélites de Júpiter, sería un mundo habitable de clima tropical alentado por un Júpiter presuntamente en estado de fusión que sustituiría así al lejano Sol. En realidad Ganímedes es un mundo yermo completamente cubierto por una capa de hielo.



Publicado el 26-10-1998 en el Sitio de Ciencia Ficción
Actualizado el 15-6-2003