Dos mundos frente a frente





Con esta novela, publicada con el número 14 en la primera edición de Luchadores del Espacio y suprimida en la reedición de la Saga de los Aznar, culmina el primer ciclo de Redención en la forma que cabía esperar, narrando la épica lucha entre los humanos y los crueles hombres de silicio que habitan en el interior hueco del planeta. Se inicia la narración justo un año después de la llegada del Rayo, cuando la colonia fundada por sus tripulantes es ya próspera y comienza a fructificar la alianza entre éstos y los nativos redentores.

Aparentemente todos los indicios invitan al optimismo, pero la amenaza de los hombres de silicio gravita sobre la joven y todavía débil nación. Los terrestres han promovido la supresión del sanguinario culto a Tomok privando a los hombres de cristal de su suministro de carne humana, por lo cual éstos han reiniciado sus antiguas expediciones de caza por la superficie externa del planeta. Esto ha obligado a los terrestres a dedicar buena parte de sus limitados medios a combatir a su enemigo, al cual han conseguido mantener a raya en el exterior de Redención pero no así en su refugio de las entrañas del planeta, donde pese a haber realizado numerosas razzias no han conseguido acabar con sus tenaces habitantes. La situación, pues, está de momento en tablas cuando tiene lugar un hecho de trascendencia fundamental para la humanidad: El descubrimiento, por parte del profesor Valera, de un astro que gravita en los confines del sistema solar de Redención, el cual según las observaciones astronómicas realizadas parece poseer una enorme masa que, en función de su tamaño, sólo puede estar compuesta de un metal, la codiciada dedona, lo que les permitiría construir una flota espacial capaz de desalojar a la Bestia Gris de la Tierra.

Pero por el momento sus prioridades son otras muy diferentes. Los hombres de silicio han tomado la iniciativa, convirtiendo sus incursiones por el exterior del planeta en una invasión en toda regla. Cuentan para ello con unas poderosas armas -bombas atómicas y proyectores de rayos Z de gran potencia- capaces de poner en jaque no sólo a las naves auxiliares del Rayo -llegan a derribar varias zapatillas volantes-, sino incluso al propio autoplaneta. La situación no puede ser más delicada, sobre todo cuando los terrestres descubren que un poderoso ejército enemigo se dirige hacia Umbita, la capital del reino aliado de Saar, lo que obliga a Fidel Aznar a viajar con el propio Rayo en un intento desesperado de evacuar al menos a parte de su población. Cuando apenas se ha marchado el abarrotado autoplaneta, la ciudad es destruida por una potente explosión atómica.

La situación no puede ser más grave, ya que los terrestres son incapaces de oponerse a unos enemigos que cuentan con unas armas de potencia tal, que son capaces de destruir la totalidad de su pequeña flota, pese a estar ésta construida con dedona. Ante la urgencia de la defensa, el profesor Ferrer propone construir armas, incluso aviones, de vidrio, un material invulnerable a los rayos Z al igual que sucede con los seres vivos. Careciendo de piezas metálicas, estos equipos de combate deberían ser inmunes a los proyectores enemigos aunque no, evidentemente, a sus cañones. Asimismo deberían utilizar explosivos convencionales en lugar de atómicos, por ser éstos asimismo metálicos. La apuesta es arriesgada, pero a los atribulados terrestres no les queda otra posible alternativa, por lo cual deciden llevar adelante el atrevido plan tras decidir mayoritariamente los colonos en una votación -el universo de Pascual Enguídanos era bastante más democrático que la España contemporánea de los años cincuenta- plantar cara a los hombres de silicio, frente a la minoría que optaba por huir de Redención.

Y, como la única fuente de vidrio y materiales plásticos que tienen a su disposición son los cuatro rascacielos que constituyen la pequeña ciudad de cristal encerrada bajo la cubierta del Rayo, proceden a su demolición con el fin de aprovechar sus restos como materia prima. Los acontecimientos, sin embargo, se precipitan cuando los terrestres descubren la presencia de una flota enemiga que, cruzando el mar -la colonia de los exiliados del Rayo se encuentra en una isla- se dirige hacia ellos con intenciones más que evidentes. Por fortuna para ellos los hombres de silicio no esperan un ataque bajo el mar, razón por la cual una flotilla de destructores al mando de Fidel Aznar, actuando como si fueran submarinos, consiguen hundirla sin demasiadas dificultades. La primera batalla ha sido ganada, pero el peligro de que los hombres de silicio aparezcan en la misma isla aprovechando los túneles cegados que la comunican con el interior hueco del planeta, continúa latente.

Y así ocurre poco después. Por fortuna para los humanos los primeros aviones de cristal acaban de ser fabricados, lo que les permite realizar una incursión sobre la columna enemiga que se aproxima a la colonia atravesando la selva. Basadas las defensas de los hombres de silicio en baterías de rayos Z, inútiles contra las armas de los protagonistas, éstos, al mando de Fidel Aznar, destruyen completamente el convoy, taponando el túnel recién excavado con una potente explosión atómica.

Aprovechando la tregua obtenida tras esta segunda victoria, los profesores Ferrer y Valera deciden viajar con el Rayo hasta el planetillo descubierto por el segundo, mientras Fidel Aznar se queda en Redención organizando la nueva flota de aviones de cristal. Éstos llegan sin novedad a su destino, al que Ferrer propone denominar Valera en homenaje a su descubridor, desembarcan en él y, provistos de los pertrechos necesarios, comienzan a excavar en su superficie, descubriendo no sólo que la superficie del astro está constituida por dedona pura, sino que ésta es asimismo mucho más densa que la extraída de Ragol o Eros, lo cual la convierte en invulnerable incluso ante los rayos Z más potentes. Por si fuera poco, es tal la densidad de la dedona procedente de Valera que tan sólo cabe una explicación para justificar la atracción gravitatoria del mismo: que se trate de un astro hueco al igual que Redención, lo cual hará soñar a Fidel Aznar con su conversión en una gigantesca astronave.

Pero por el momento la guerra contra los hombres de silicio apremia. Éstos están estrechando cada vez más el cerco en torno a la colonia de los terrestres, que salen por segunda vez a la superficie a bordo de vehículos blindados, inmunes a los furiosos ataques de los aviones de cristal, y avanzan a través de la selva destruyendo cuanto se interpone en su camino a base de explosiones atómicas. La parte final de la novela narra a ritmo frenético la carrera contrarreloj de los terrestres, que intentan por todos los medios detener el avance de sus enemigos mientras los tripulantes del Rayo se apresuran a traer un cargamento de dedona que sirva para blindar con ella al menos un par de destructores. Tras interrumpir la marcha de la columna enemiga provocando una lluvia artificial que enfanga el terreno deteniendo a los pesados vehículos, llega por fin la ansiada dedona. La fabricación de los blindajes tiene lugar en mitad de un apocalíptico bombardeo que no impide que el tesón de los asediados logre poner finalmente en el aire a los dos navíos reconvertidos, los cuales logran destruir con toda facilidad al ejército invasor al ser completamente invulnerables a sus armas.

Con esta nueva victoria concluye la novela, con la promesa de que, gracias a la inagotable fuente de dedona descubierta en Valera, la persecución de los hombres de silicio hasta sus últimos escondrijos y su aniquilación total será sólo cuestión de tiempo. Todavía quedará pendiente la liberación de la Tierra, pero por el momento sus exiliados podrán forjar un nuevo imperio en paz.

Terminada la lectura de Dos mundos frente a frente se plantea inevitablemente la pregunta de por qué Pascual Enguídanos suprimió esta excelente novela en la reedición de los años setenta, dejando a la Saga coja. Al parecer, ello pudo deberse al deseo de que, cuando en la siguiente novela de la serie, Salida hacia la Tierra, tuviera lugar la irrupción de Valera en el Sistema Solar convertido ya en la más poderosa máquina de guerra del universo, esta aparición estuviera revestida de una mayor espectacularidad si el lector no estaba advertido previamente de ello, lo que habría movido al autor a suprimir el episodio del descubrimiento del planetillo... Junto con el resto de la novela.

Esta interpretación, aunque verosímil, acarrea un nada desdeñable problema. Dos mundos frente a frente no se limita a narrar el descubrimiento de Valera planteando la posibilidad de su conversión en autoplaneta -de hecho, éste es bastante tangencial dentro del conjunto de la trama, aunque resulte fundamental para decantar la balanza del lado de los protagonistas-, sino sobre todo la épica lucha entre la humanidad y los hombres de silicio por el control del planeta Redención. Así pues, suprimiendo la novela -realmente hubiera sido imposible reescribirla sin este episodio- no sólo desaparece cualquier alusión previa a Valera, sino que nos perdemos también el trepidante tour de force al que se ven sometidos los protagonistas, siempre al borde del abismo para deleite de los lectores de los años cincuenta. Enguídanos intentó arreglarlo, como ya quedó comentado en el capítulo correspondiente, modificando el final de la novela anterior, El reino de las tinieblas, donde la incursión original por el interior hueco de Redención fue cambiada por una campaña de aniquilamiento que, presuntamente, habría bastando para aniquilar a los enemigos de la humanidad.

¿Resultó acertada la supresión de esta novela? Aquí, como en tantas otras ocasiones, habrá opiniones para todos los gustos, y desde luego el propio autor estimó que sí lo era. En cualquier caso, Dos mundos frente a frente es una obra que merece realmente la pena.



Publicado el 10-10-1998 en el Sitio de Ciencia Ficción
Actualizado el 30-3-2003