El Henares, ese río
Su caudal en Alcalá (1912-2020)





El Henares en la estación de aforo de Espinillos. Fotografía tomada de la página web
del Anuario de aforos del Ministerio de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente



En estos tiempos en los que tanto se está hablando del cambio climático, resulta interesante, o cuanto menos curioso, echar un vistazo a uno de los mejores indicadores a nivel local que tenemos para ello, las variaciones de caudal del río Henares. No soy el primero en realizar un estudio de este tipo, ya que Fernando Garcés incluyó uno similar en su libro Alcalá de Henares y su partido1, publicado en 1972; dado que han transcurrido desde entonces más de cuarenta años, y que el libro de Garcés es hoy en día prácticamente inencontrable, pienso que el presente trabajo puede resultar de interés, ya que amplía los datos aportados por Garcés al tiempo que los pone al alcance de todos.

Aunque son varias las estaciones de aforo existentes en el curso del Henares y en los de sus principales afluentes, de entre todas ellas he seleccionado la de Espinillos2 no sólo porque ésta está situada en el término municipal de Alcalá, aguas abajo de la desembocadura del Torote, sino también porque es la última antes de que el Henares confluya en Mejorada con el Jarama, por lo que es la que registra la totalidad de su caudal una vez recogidas las aportaciones de todos sus tributarios.

Lamentablemente la serie de datos de que dispongo no es demasiado larga, ya que se inicia de forma incompleta en el año hidrológico de 1912-13 (recordemos que en este tipo de estudios el año comienza siempre en octubre y termina en septiembre) y finaliza, por el momento, en el año hidrológico 2019-2020, ya que las tablas de aforos de los ríos de la cuenca del Tajo por el momento tan sólo llegan hasta esa fecha al actualizarse con varios años de retraso. Son un total de 107 años hidrológicos, algunos de ellos con datos incompletos.

No obstante las limitaciones anteriormente comentadas, estos registros resultan ser lo suficientemente significativos como para demostrar algo por lo demás evidente, las grandes fluctuaciones meteorológicas (que no climáticas, un error éste bastante habitual, ya que el clima siempre oscila en períodos de tiempo mucho más amplios que los que estamos considerando) que sufre nuestra región de forma habitual, siendo frecuente que se alternen sequías extremas con años excepcionalmente húmedos. De hecho, si atendemos a las crónicas locales registradas a lo largo de la historia de Alcalá, pese a no disponer de datos cuantitativos podemos comprobar que este fenómeno ha sido habitual durante siglos, no tratándose pues de nada que pueda ser considerado como reciente.

En la tabla I podemos comprobar con facilidad todo cuanto acabo de decir. En ella están reflejados, para cada año hidrológico, cuatro parámetros diferentes: la aportación anual, es decir, la cantidad total de agua arrastrada por el Henares a lo largo de todo un año; el caudal medio anual, que no es sino la cantidad anterior dividida por el número de segundos que hay en un año; el caudal máximo diario y el caudal máximo instantáneo, siempre referidos a metros cúbicos por segundo excepto la aportación anual, que viene reflejada en hectómetros cúbicos, es decir, en millones de metros cúbicos.


Tabla I

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Los datos de las dos primeras columnas están representados en las gráficas 1 y 2 que, como puede apreciarse, tienen idéntica forma, ya que ambas reflejan de dos maneras distintas un mismo parámetro, la cantidad de agua recogida por el Henares a lo largo de cada año hidrológico, relacionado directamente con el porcentaje de lluvias. Dicho con otras palabras, cuanto más húmedo haya sido un año, más alto será el valor correspondiente de la curva. La línea roja horizontal corresponde a la media de toda la serie.




Gráfica 1




Gráfica 2


Lo primero que salta a la vista es la gran disparidad de los valores considerados, con picos que exceden de 1.500 Hm3 anuales y mínimos que a duras penas rebasan los 50, es decir, treinta veces menos. Asimismo es fácil comprobar que existe una alternancia muy marcada entre los años húmedos y los años secos, en muchas ocasiones intercalados unos con otros, y también parecen esbozarse (aunque para determinarlo con mayor precisión sería necesario disponer de más registros) unos ciclos aproximadamente periódicos con una frecuencia de alrededor de unos veinte años.

Unos simples cálculos matemáticos nos muestran que la media anual de estos 107 años es de unos 344 Hm3, pero con una ligera tendencia a la baja desde los 410 Hm3 de los primeros años considerados hasta los 254 de lo que llevamos de siglo, lo que supone una disminución de alrededor de una cuarta parte del total. Tal como se aprecia en la gráfica 3 si, además de representar la media, lo hacemos también con el ajuste a una recta de los valores anuales, vemos que ésta, representada por la línea verde, marca una tendencia claramente decreciente la cual, de no experimentar cambios, daría unos valores medios para el año 2050 de tan sólo la mitad de los registrados a principios del siglo XX. Como curiosidad cabe destacar que las dos rectas, la media y la tendencia, se cruzaron hacia mediados de la década de 1960, por lo que a partir de entonces el Henares comenzó a acarrear en promedio menos agua que la correspondiente a la media de todo el período registrado.




Gráfica 3


¿Puede deberse esta disminución de caudal al tan cacareado cambio climático? Quizá, pero en cualquier caso habría que manejar esta hipótesis con cuidado ya que, vuelvo a insistir en ello, en los estudios climáticos resulta extremadamente complicado extrapolar conclusiones sobre la evolución del clima en base a unos períodos de tiempo tan reducidos, amén de que los datos de que dispongo, en especial los más antiguos, proceden en ocasiones de fuentes diferentes y no siempre son fácilmente comparables entre sí. Otro punto a tener en cuenta es que el consumo de agua en las zonas urbanas de Alcalá y Guadalajara es ahora muy superior al de hace cien años, lo que supone un elemento de distorsión muy importante. Por último, basta con estudiar la gráfica para descubrir que las sequías más graves de los últimos cien años tuvieron lugar todas ellas con anterioridad al citado punto de inflexión de mediados de la década de 1960, es decir, durante la mitad “húmeda” de la serie, lo cual, unido a la extrema irregularidad de la climatología de la cuenca del Henares, es buena muestra de la complejidad del problema.

Lo que sí resulta bastante fácil de explicar es el “aplanamiento” de los picos a partir de los años ochenta, debido en su mayor parte a la construcción de los embalses de Beleña y Alcorlo sobre los dos afluentes principales del Henares, el Sorbe y el Bornova respectivamente, lo cual se tradujo en una regulación del caudal del Henares que hasta entonces era prácticamente inexistente ya que, aunque desde finales de los años 50 existía el embalse de Pálmaces, su capacidad de regulación es reducida tanto a causa de su pequeña capacidad (32 Hm3) como por el escaso caudal del río que lo alimenta, el Cañamares. Por idénticos motivos, cabe suponer que tampoco influyera demasiado la construcción en 1997 del embalse de El Atance, de capacidad similar (35 Hm3) y cuyo río, el Salado, es asimismo poco caudaloso.

En cuanto a los años de sequía, vemos que ésta fue especialmente acusada en 1930-31 y 1931-32, 1944-45, 1952-53 y 1954-55, el más seco con diferencia de todos los registrados. En épocas más recientes, probablemente a causa de la aludida regulación de los embalses, no se llegan a alcanzar valores tan bajos, aunque se pueden considerar secos por encontrarse bastante por debajo de la media años como 1980-81 a 1982-83, 1986-87, 1988-89 y 1991-92 a 1994-95, llamativo este último período por su larga duración.

Durante lo que llevamos de siglo los caudales medios anuales han sido por lo general moderados, con máximos y mínimos alternándose según una pauta bastante regular aunque la última vez que se superó la media fue en 2003-04, por lo que a los últimos 15 años se les puede considerar secos salvo 2017-2018, que la rozó. De hecho el año hidrográfico 2011-12, con tan sólo un 39% de la media, fue el tercero más bajo de los últimos cincuenta años por encima tan sólo de 1975-76 y 1994-95, mientras 2016-2017 con un 41% y 2018-19 con un 45% fueron también bastante secos. No obstante, quedaron todavía bastante lejos de los mínimos históricos.

Hasta ahora hemos considerado los caudales anuales, pero estos datos no nos indican las fluctuaciones existentes a lo largo del año, que son en definitiva las que reflejan las avenidas causantes de las riadas al ser éstas fruto de lluvias intensas, pero concentradas en poco tiempo. Por este motivo es interesante fijarnos en la tercera columna de la tabla I, donde se recogen los caudales máximos diarios a lo largo del año, los cuales vienen reflejados a su vez en la gráfica 4. La línea roja horizontal, como en los casos anteriores, corresponde a la media de todo el período.




Gráfica 4


Aunque a simple vista su aspecto puede resultar similar al de la anterior, si comparamos ambas tal como se hace en la gráfica 5 (las escalas respectivas están corregidas para facilitarlo), apreciaremos la existencia de diferencias significativas, no sólo porque no siempre un caudal máximo diario corresponde con un año excepcionalmente lluvioso, sino porque las diferencias entre ambos parámetros, para un año determinado, pueden experimentar grandes oscilaciones dependiendo de que las lluvias cayeran muy repartidas a lo largo del año o, por el contrario, se concentraran en temporales breves e intensos.




Gráfica 5


De hecho, resulta interesante comprobar que la última gran riada provocada por el Henares en Alcalá tuvo lugar durante los primeros días de enero de 1970 (se inició el 5, pero alcanzó su máximo el 11), dándose la circunstancia de que el año hidrológico 1969-70 no fue en su conjunto excesivamente lluvioso, ya que la aportación anual fue de 601 Hm3, superior a la media pero bastante inferior a la de otros años lluviosos como 1935-36 (1.773 Hm3), 1965-66 (1.528 Hm3), 1940-41 (950 Hm3) o 1936-37 (830 Hm3). Sin embargo, los 538,4 m3/s de caudal máximo instantáneo registrado durante el citado 11 de enero de 1970 convirtieron esta avenida en la mayor riada registrada en Alcalá desde la construcción, en 1913, de la estación de aforo de Espinillos3.

Algo similar ocurre con los estiajes. A mediados de los años cuarenta, concretamente en los veranos de 1944-45 y 1945-46, las aportaciones del Henares fueron tan mínimas (0,2 Hm3 sumando los meses de agosto y septiembre, lo que equivale a unos paupérrimos 0,038 m3/s, casi doscientas noventa veces menos que el caudal medio de 10,94 m3/s) que su cauce llegó a secarse a su paso por Alcalá, un fenómeno insólito que nunca ha vuelto a repetirse. Curiosamente 1945-46 no fue, pese a su extremado estiaje, un año excepcionalmente seco aunque sí muy irregular, con un importante máximo en diciembre y una aportación anual bastante superior a la media.

En la cuarta columna de la tabla I se afina todavía más al referirse no a caudales máximos diarios, sino instantáneos. De nuevo tenemos estos valores representados en la gráfica 6, pudiéndose apreciar que, aunque en general no difieren demasiado de los anteriores, sí se aprecian puntas importantes en algunos años tales como 1942-43, 1945-46, 1950-51 o el ya comentado 1969-70, atribuibles a avenidas puntuales, aunque intensas. La línea roja, una vez más, representa la media.




Gráfica 6


Pasemos ahora a la tabla II. Hasta ahora habíamos estado considerando fluctuaciones de caudal durante distintos períodos (anuales, diarios e instantáneos), pero todavía no lo habíamos hecho con otro parámetro importante, la variación a lo largo de todo el año. Éstos son precisamente los datos que vienen recogidos en la siguiente tabla de aportaciones mensuales, aunque por motivos de simplicidad (hubiera resultado demasiado farragoso representar la totalidad de los años estudiados) me he limitado a seleccionar tres años hidrológicos como los más representativos de todos ellos: uno húmedo (1957-58), uno medio (1997-98) y otro seco (1935-36), comparándolos con el valor medio de toda la serie estadística:


Tabla II botón

Estos datos, una vez más, han sido representados en la gráfica 7, en la que el año hidrológico recordémoslo, comienza en octubre y termina en septiembre del año siguiente. Como podemos apreciar, durante el año seco apenas hubo variaciones significativas de caudal (lo que quiere decir que llovió muy poco), con un pequeño máximo durante los meses de marzo y abril atribuible probablemente a la fusión de la nieve invernal. Sin embargo, el máximo del año medio, además de estar bastante más marcado, se situó bastante antes, a finales de otoño (noviembre y diciembre). En cuanto al año húmedo, el máximo corresponde a una situación intermedia, hacia febrero, con un segundo máximo menos pronunciado, pero muy superior no obstante a los de los otros dos años estudiados, en primavera.




Gráfica 7


Por último, se aprecia asimismo que las medias mensuales de todo el período considerado están sensiblemente desviadas hasta la región que podríamos considerar “seca”; es decir, a lo largo de todo el período registrado los años hidrológicos secos han sido, por lo general, bastante más frecuentes que los húmedos, e incluso que los medios. En concreto, de los 107 años hidrológicos considerados -carezco de los datos de 1912-1913-, 41 presentaron unos valores superiores a la media y los 66 restantes se quedaron por debajo, lo que quiere decir que por cada dos años húmedos hubo aproximadamente tres secos, repartidos además de una manera muy irregular.

El más seco fue 1931-1932 con una aportación anual de tan sólo 53,77 Hm3, apenas un 15% de la media, mientras el más húmedo correspondió a 1935-1936 con 1.773,47 Hm3, más de 5 veces la media y 33 veces superior a la del más seco, pese a que entre ambos transcurrieron tan sólo cuatro años. En cualquier caso hay que tener en cuenta que la media aritmética no es el mejor método para realizar cálculos estadísticos en sistemas tan irregulares como el que nos ocupa, baste con reseñar que en tan sólo los dos años más húmedos de toda la serie, el citado 1935-1936 y 1965-1966, el Henares acarreó más de un 7% de la cantidad de agua acumulada en todo el período considerado, casi cuatro veces más de la cantidad media correspondiente para ese mismo período bianual.

A falta de los datos correspondientes a los dos últimos años hidrográficos que todavía no han sido tabulados, la última vez que se rebasó la media fue en 2003-04, un año al que se puede considerar húmedo con 509 Hm3, un 47% por encima de ésta. En los 16 años posteriores la aportación anual fue siempre inferior, aunque los 328 Hm3 de 2017-18 llegaron al 95% de la media, rompiendo con una racha de tres años consecutivos de sequía y doblando con creces los 143 Hm3 de 2016-2017, el segundo más seco en lo que va de siglo. El último año del que dispongo de datos, 2019-2020, volvió a ser seco con una aportación anual de 188 Hm3, un 55% de la media; aunque no lo fue tanto como el anterior, ambos iniciaron lo que aparentemente parece ser un nuevo ciclo de sequía.

En resumen, estos datos confirman la naturaleza del caudal del Henares, descrito en las enciclopedias como un régimen nivo-pluvial: las lluvias abundantes serían las responsables de las crecidas de finales del otoño y del invierno, mientras la fusión de la nieve en las sierras de su cabecera y de las de sus afluentes provocaría ese segundo máximo primaveral, todo ello dentro siempre de un régimen caracterizado por su gran irregularidad.




1 GARCÉS SARRALDE, Fernando. Alcalá de Henares y su partido. Alcalá de Henares, 1972. Edición del autor.
2 Se puede consultar en la página de Geoportal.
3 Ver también El Henares, ese río. La riada de 1970.


Publicado el 23-3-2007
Actualizado el 26-5-2023