Primer centenario de la diócesis de Madrid-Alcalá



No resulta nada extraño que una ciudad que arrastra tras sí tanta historia como Alcalá encuentre casi rutinario celebrar, año tras año, centenarios de efemérides históricas. Y si bien es cierto que la costumbre crea hábito, no deja por ello de ser lamentable constatar que algunas de estas celebraciones, como ocurrió hace unos años con el quinto centenario del fallecimiento del arzobispo Carrillo, transcurran en el más absoluto de los olvidos.

Nosotros, los alcalaínos, hemos de reivindicar todo nuestro patrimonio histórico, y una de las mejores maneras de hacerlo es conociendo nuestra historia. Por ello, conviene recordar que en 1985 se cumplió el primer centenario de la creación de la diócesis de Madrid-Alcalá, circunscripción eclesiástica a la que nuestra ciudad perteneció durante más de un siglo hasta que en 1991 logró recuperar la condición de sede prelaticia que ya ostentara en el pasado.

Alcalá, justo es reconocerlo, ha mostrado a lo largo de toda su historia una intensa vinculación con el estamento religioso de nuestro país; así, de acuerdo con las tradiciones (que no por no estar escritas han de ser necesariamente falsas), el primer obispo complutense habría sido San Gregorio allá por el lejano año 92 después de Cristo, cuando el imperio romano se hallaba todavía en su apogeo. De acuerdo con estas fuentes este primer obispado complutense habría durado hasta el año 400, fecha en la que sería suprimido para ser agregado a la sede de Toledo.

Así continuarían las cosas hasta que, según nos relata san Ildefonso, a principios del siglo V de nuestra era llegó a Alcalá (entonces todavía denominada Compluto) Asturio Anulino Serrano, arzobispo de Toledo, en busca de las reliquias de los Santos Niños, martirizados en nuestra ciudad un siglo antes. De acuerdo con este cronista Asturio encontró los restos justo en el lugar donde hoy se alza la Magistral, levantando allí una ermita para, tras renunciar a la sede primada de Toledo, restaurar el obispado complutense, convertirse en el primer obispo de esta nueva época.

Este nuevo obispado complutense, constatado documentalmente gracias a las actas de los concilios de Toledo, sobrevivió a la invasión musulmana del siglo VIII manteniéndose al frente de una comunidad mozárabe (cristianos en tierras musulmanas) hasta bien entrada la Edad Media, fecha en la que fue suprimida de nuevo la diócesis.

Más adelante, a finales del siglo XI y principios del XII, el reino cristiano de Castilla reconquistó toda la zona. Y, aunque lo habitual era restablecer las antiguas diócesis visigodas en las tierras conquistadas, en Alcalá no ocurrió así debido a que nuestra ciudad fue conquistada por Bernardo de Sèdirac, primer arzobispo de la reconquistada Toledo, siendo donada años más tarde por el rey Alfonso VII al entonces arzobispo de Toledo don Raimundo. Convertida Alcalá en señorío de la sede arzobispal de Toledo, sus influyentes prelados fueron los primeros interesados en impedir que nuestra ciudad se convirtiera en sede propia, lo cual les hubiera acarreado la pérdida de una de sus más importantes posesiones.

Esta situación se mantuvo hasta el siglo XIX. A principios del mismo se suprimieron en España los señoríos y, años más tarde, se formó la provincia de Madrid desgajando Alcalá y su comarca de la de Toledo, a la que habían pertenecido hasta entonces, con lo que la vinculación de nuestra ciudad con la antigua capital visigoda fue desde entonces puramente eclesiástica ya que, a pesar de ser la capital de España, Madrid no contaba con obispo seguramente a causa de la gran importancia histórica de la sede primada, de la que asimismo dependía.

Claro está que se trataba de una anomalía que no podía perdurar mucho tiempo, por lo que en 1885 el papa León XIII creó la nueva diócesis de Madrid frustrando todos los intentos de conseguir para Alcalá la sede del nuevo obispado, obteniéndose tan sólo, a modo de compensación puramente simbólica por su antigua condición de sede episcopal, la denominación oficial de diócesis de Madrid-Alcalá, aunque de hecho los obispos residieron siempre en Madrid.




Narciso Martínez Izquierdo. Fotografía de
La Ilustración Española y Americana


El primer obispo de la diócesis, que coincidía con los límites provinciales, fue don Narciso Martínez Izquierdo, nacido en Rueda de la Sierra, una pequeña población del señorío de Molina, en la provincia de Guadalajara, en el año 1831 en el seno de una familia de modestos labradores. Tras cursar estudios en Molina de Aragón y en el seminario de Sigüenza, se doctoraría en Teología por la universidad de Madrid. Ordenado sacerdote en 1857, desempeñó cargos tales como canónigo penitenciario de la catedral de Sigüenza, arcediano del arzobispado de Granada y obispo de Salamanca antes de ser nombrado primer obispo de Madrid-Alcalá el 17 de marzo de 1885 a los 53 años de edad, tomando posesión de su cargo el 2 de agosto de ese mismo año. Asimismo fue diputado a Cortes y senador en varias ocasiones.

Partidario de una disciplina eclesiástica rigurosa, lo que le granjeó enemigos, poco habría de durar la labor pastoral del nuevo prelado, ya que el 18 de abril de 1886, Domingo de Ramos, Cayetano Galeote Cotilla, sacerdote de la entonces catedral y hoy colegiata de San Isidro, le asesinó disparándole tres tiros de revólver cuando subía la escalinata del pórtico de acceso al templo, movido Galeote por el despecho de haber sido destituido de su cargo a causa de su problemático comportamiento, incompatible con su condición sacerdotal. Condenado a muerte, la pena capital le fue conmutada por una reclusión a perpetuidad en el manicomio de Leganés, donde permaneció hasta su fallecimiento en 1922.




Lápidas conmemorativas de Narciso Martínez Izquierdo en Madrid (arriba) y Molina de Aragón (abajo)


Fallecido al día siguiente, el cadáver de Narciso Martínez Izquierdo fue sometido a una autopsia y embalsamado, siendo enterrado en la mañana del 21 de abril bajo el altar mayor de San Isidro bajo una lápida de mármol de Carrara labrada por el escultor italiano Carlo Nicoli, autor de las estatuas de Cervantes y el Empecinado existentes en nuestra ciudad. Esta lápida ostenta el escudo episcopal y la siguiente divisa latina:


In omni patientia et Doctrinas
O Crux ave spes.


A los actos funerarios celebrados en Madrid asistieron numerosas personalidades civiles y militares encabezadas por el nuncio del Vaticano en España. Por su parte, Alcalá celebró exequias solemnes en la Magistral. Sucedió al asesinado Narciso Martínez Izquierdo, al que la ciudad de Madrid ha dedicado una calle en las proximidades de la plaza de toros de las Ventas (la calle de Martínez Izquierdo, que une la calle de Francisco Silvela con la avenida de la Paz a la altura del puente de Calero), Ciriaco María Sancha y Hervás, que luego sería arzobispo de Toledo y primado de España. Veamos la lista completa de obispos de la diócesis y, a partir del 28 de marzo de 1964, archidiócesis de Madrid-Alcalá:


Narciso Martínez Izquierdo 1885-1886
Ciriaco Sancha y Hervás 1886-1892
José María Cos y Macho 1892-1901
Victoriano Guisasola Méndez 1902-1905
José María Salvador y Barrera 1906-1916
Prudencio Melo Alcalde 1917-1923
Leopoldo Eijo y Garay 1923-1963
Casimiro Morcillo González 1964-1971
Vicente Enrique y Tarancón 1971-1983
Ángel Suquía Goicoechea 1983-1994
Antonio María Rouco Varela 1994-2014
Carlos Osoro Sierra 2014-2023
José Cobo Cano 2023-

Algunos de estos prelados alcanzaron más adelante dignidades importantes. Así, como quedó dicho Ciriaco Sancha y Hervás fue arzobispo de Toledo. José María Cos y Macho, venido de la diócesis de Mondoñedo, fue posteriormente arzobispo de Valladolid y cardenal, así como miembro de las Reales Academias de Historia y Bellas Artesa. Leopoldo Eijo y Garay, obispo de nuestra diócesis durante cuarenta años, fue nombrado en 1947 patriarca de las Indias Occidentales y un año después, en 1948, celebró en nuestra ciudad las bodas de plata recibiendo de la diputación provincial el Blasón de Oro.

Casimiro Morcillo, que anteriormente había sido el primer obispo auxiliar de la diócesis, fue el nuevo arzobispo de Madrid-Alcalá, sede a la que retornó ya de titular tras su etapa como obispo de Bilbao. Vicente Enrique y Tarancón vino como cardenal tras haber sido obispo de Solsona y Oviedo y arzobispo de Toledo (y por lo tanto primado de España), ejerciendo hasta su jubilación como presidente de la Conferencia Episcopal Española.

El último arzobispo de la antigua archidiócesis, Ángel Suquía, llegó procedente de la de Santiago de Compostela y, tal como era costumbre en todos los prelados, hizo la entrada solemne en nuestra ciudad el 26 de junio de 1983. Nombrado cardenal en 1985, ejerció como presidente de la Conferencia Episcopal entre los años 1987 y 1993. Su sucesor como arzobispo de Madrid, pero ya no de Alcalá, fue Antonio María Rouco, venido también de Santiago de Compostela y cardenal desde 1998.

Al cardenal Rouco le sucedió en 2014 Carlos Osoro Sierra, anteriormente titular de las diócesis de Orense, Oviedo y Valencia y cardenal desde 2016. Por razones de edad se retiró en 2023, siendo sustituido por el hasta entonces obispo auxiliar de la archidiócesis José Cobo Cano.

Alcalá y Getafe, las dos diócesis creadas en 1991, tienen la condición de sufragáneas de la archidiócesis madrileña, junto con la cual forman la provincia eclesiástica homónima. Aunque en el pasado existía una dependencia jerárquica entre las archidiócesis y sus sufragáneas, en la actualidad ésta es honorífica.



Ver también:
Primer centenario de la diócesis de Madrid-Alcalá


Publicado el 16-2-1985, en el nº 938 de Puerta de Madrid
Actualizado el 14-6-2023