Alcalá en la obra de Galdós
Halma y El caballero encantado





Dentro de la extensa obra literaria de Galdós nos encontramos con dos novelas suyas relativamente poco conocidas, Halma y El caballero encantado, en las cuales aparece citada Alcalá. La primera de ellas, Halma, es una secuela de Nazarín, el peculiar sacerdote mitad Mesías, mitad Quijote, que desconcertaba a todos cuantos eran incapaces de discernir si se trataba de un santo, de un loco, o de ambas cosas a la vez. De hecho, en Nazarín ya aparece una brevísima referencia a Alcalá cuando éste pregunta a el Sacrílego, trasunto galdosiano del Buen Ladrón, por su familia:


-Bien. ¿Tienes madre?

-Como si no la tuviera. Mi madre es muy mala. Por robo y muerte de una criatura, hace diez años que está en el presidio de Alcalá.


Volvamos a Halma, novela en la que se inspiró Luis Buñuel para escribir el guión de Viridiana aunque la película es en realidad una versión extremadamente libre de ella en la que Buñuel respetó tan sólo el espíritu místico y cristiano de la protagonista, a la que incluso cambió el nombre e hizo monja. Asimismo la causticidad y el anticlericalismo que constituyen las principales señas de identidad de Viridiana brillan por su ausencia en la narración de Galdós que, aunque crítica con la hipocresía religiosa y social de su época, se encuadra en lo que pudiéramos denominar un humanismo cristiano.

Halma relata las vivencias de una aristócrata, Catalina de Artal condesa viuda de Halma, empeñada en destinar su patrimonio a la creación de una comunidad rural capaz de redimir a los pobres, tarea para la que recabará la ayuda de Nazarín, que es autorizado a abandonar el hospital en el que estaba ingresado a condición de ser tutelado por la concesa y el párroco local. Escrita en 1895, Galdós sitúa la fundación en Pedralba, una finca rural radicada en las cercanías de la localidad madrileña de San Agustín de Guadalix, y es allí, junto con Madrid, donde se desarrolla la novela. Las referencias a Alcalá son todas ellas indirectas, y la primera hace referencia a una carta remitida a Nazarín por sus antiguos discípulos presos en las cárceles de la ciudad:


Trae el sello de Alcalá, y debe de ser de los infelices Andara y Tinoco (el Sacrílego), que ya están purgando sus delitos en aquel penal. Le llaman, sin duda, ¡pobrecillos!, y si de mí dependiera, le permitiría que fuese y les consolara, dando vigor y salud a sus desdichadas almas.


Por Nazarín sabemos que Andara era la antigua prostituta -la Magdalena galdosiana- convertida en seguidora incondicional del sacerdote, mientras que el Sacrílego, tal como he comentado anteriormente, correspondería a Dimas, el Buen Ladrón. Ambos habían sido encarcelados y, dados sus respectivos sexos, cabe suponer, aunque Galdós no lo especifica en ningún momento, que se encontrarían internados en diferentes cárceles alcalaínas, Tinoco en la de hombres -actual sede del Parador de Turismo- y Andara en la vecina de la Galera, reservada entonces para la población reclusa femenina.

Más adelante vemos como Nazarín, ya recuperado de su locura, expresa sus deseos de poder volver a ejercer como ministro de Dios:


Añadió el apóstol que su mayor gozo sería que le devolviesen las licencias para poder celebrar el Santo Sacrificio, y si se le concedía la libertad, se trasladaría sin pérdida de tiempo a Alcalá de Henares, donde sus caros feligreses, el Sacrílego y Andara, sufrían el rigor de la ley.


No obstante, para ello es necesario vencer un obstáculo que se opone a los planes de Nazarín y la condesa de Halma: don Remigio, el párroco de San Agustín responsable de supervisar el estado mental de su protegido. Pero a grandes males grandes remedios; nada más fácil para obtener el favor del celoso sacerdote, harto de vegetar en una mísera parroquia rural, que conseguir para éste una plaza de mayor categoría, cosa que logra gracias a sus contactosmadrileños José Antonio de Urrea, pariente de Catalina y antiguo calavera que, arrepentido de su anterior vida y enamorado de ella, logrará hacerla su esposa tras vencer las reticencias del sacerdote:


-Sepa que me he traído su nombramiento...

-¿Para una parroquia de Madrid?

-No ha podido ser, por no haber vacante en estos días, mi dignísimo amigo y capellán; pero el señor Prelado, con quien habló de usted un amigo mío, encareciéndole sus méritos, aseguró que irá usted a los Madriles muy pronto y que, en tanto, para que hombre tan virtuoso y sabio no esté obscurecido en este villorrio, le nombra ecónomo de Santa María, de Alcalá.

-¡Santa María, de Alcalá! -exclamó don Remigio como en éxtasis. Tan soberbio y apetitoso le parecía su nuevo destino.

Y un abrazo más sofocante que los anteriores selló la amistad imperecedera entre el buen párroco de San Agustín y el insulano de Pedralba.


Tan suculenta noticia tiene la virtud de convencer al párroco de que, una vez definitivamente curado Nazarín de sus perturbaciones mentales, le corresponde avalar ante las autoridades eclesiásticas la conveniencia de liberarle de su reclusión permitiéndosele volver a ejercer como sacerdote:


-No tengo inconveniente en darle de alta, bajo mi responsabilidad, seguro de que el señor Obispo ha de confirmar mi dictamen, y si quiere venirse conmigo a Alcalá, me lo llevo, sí señor, y le daré una modesta habitación en mi modestísima casa.


Y así lo hará Nazarín, partiendo rumbo a Alcalá para acogerse a la hospitalidad de don Remigio:


El mismo día de la boda salió de San Agustín el curita manchego, caballero en la borrica del gran don Remigio. Despidióse afectuosamente de los señores de Pedralba y de Beatriz, que lloraba como una Magdalena al verle partir, y tomando la carretera hasta la barca de Algete, pasó el Jarama, siguiendo sin descanso, al paso comedido de la pollina, hasta la nobilísima ciudad de Alcalá de Henares, donde pensaba que sería de grande utilidad su presencia.


Puesto que éste es el párrafo final de la novela, nos quedamos sin saber cuales pudieron haber sido las andanzas del quijotesco Nazarín en Alcalá, lo cual es ciertamente una lástima.





El caballero encantado, escrita en 1909, es una de las últimas obras de Galdós. La trama de la misma viene a ser una crítica del caciquismo reinante entonces en el campo español, y para ello Galdós recurre a una mezcla de elementos narrativos realistas y fantásticos bastante similar a la empleada por este autor en la última serie de los Episodios Nacionales: Un señorito madrileño que vive disipadamente de las rentas que le producen sus posesiones agrarias, es encantado por la Madre España y condenado a arrastrar la mísera vida de sus propios colonos. Reformado por la cruda realidad que se ve obligado a sufrir, el caballero será devuelto al fin a su condición inicial. Pero leamos sin más dilación el diálogo que tiene lugar entre el caballero y la Madre España a propósito de un mágico viaje por el valle del Henares:


-No te diré dónde estamos, porque no lo sé fijamente ni me importa. Te llevo por la margen derecha de mi risueño Henares, y si no te cansas, no hemos de parar hasta la docta ciudad donde nació el príncipe, por no decir el rey, de mis ingenios.


Huelga decir que la docta ciudad es Alcalá, como la Madre España aclara algo más tarde:


-Aquellas luces esparcidas -le dijo- son la claridad nocturna de un pueblo mío muy querido, Alcalá de Henares, por tantos títulos famoso en mis estados. No entremos en la ciudad que ilustraron Cervantes, Cisneros y mi salado Arcipreste. Dame la mano y vamos más allá...




Ver también:
Alcalá en la obra de Galdós. El audaz
Las Cartas de Galdós


Publicado el 8-4-1989 y el 15-4-1989, en los nº 1.140 y 1.141 de Puerta de Madrid
Actualizado el 12-3-2015