Ragol



Hubo una época, allá por el inicio de la colección Luchadores del Espacio, en la que a todos los autores les dio por introducir en sus obras planetas errantes, creando así un escenario difícil de encuadrar dentro del sistema solar clásico que venía a salvar a los protagonistas de una situación normalmente apurada. Ignoro si ésta era una tendencia general de la ciencia ficción norteamericana o si, por el contrario, se trata de una innovación puramente nacional; pero lo cierto es que tal unanimidad no deja de ser llamativa.

Cronológicamente hablando, dentro de la colección Luchadores del Espacio fue Enguídanos el primero en utilizar este recurso al introducir en sus novelas a Ragol, el misterioso planeta errante en el que aterrizan Miguel Ángel Aznar y sus compañeros en su viaje de vuelta de Venus. En realidad Ragol no es un planeta errante propiamente dicho, sino un astro perteneciente al sistema solar que describe una órbita sumamente elíptica, aproximándose a la Tierra una vez cada varios siglos.

Ragol es descrito con minuciosidad en la novela titulada Cerebros electrónicos1, aunque con notables diferencias entre las dos ediciones de la misma al ser la segunda de ellas sustancialmente distinta de la primera; inicialmente Ragol era un planeta incongruentemente habitable, mientras en la segunda edición Enguídanos rectifica convirtiéndolo en un mundo helado mucho más acorde con su excéntrica órbita.

Pero además Ragol se muestra como una fuente fundamental de dedona, el valioso metal que constituye la espina dorsal de la tecnología, terrestre primero y valerana después, de la Saga de los Aznar.

Curiosamente, y a pesar de que Ragol vuelve puntualmente a su cita con la Tierra varios siglos después, lo que permite el retorno a la Tierra de Miguel Ángel Aznar y sus compañeros, este planeta no vuelva a aparecer más, tanto en la edición original de la serie como en su continuación... Por lo que se ve, ya no era necesario para el desarrollo de la Saga y Enguídanos, simplemente, lo olvidó.

Por último, es preciso reseñar un detalle curioso: En la edición original Ragol se desplaza por el espacio a una velocidad mayor que la de la luz, lo que no era demasiado congruente con el religioso respeto que Enguídanos mostraba constantemente hacia la teoría de la relatividad; no es de extrañar, pues, que esta velocidad fuera drásticamente reducida en la reedición de las novelas, dejando una discreta hibernación de los terrestres como medio supletorio del efecto relativista de la dilatación del tiempo.




1Número 4 de la edición original y 3 de la segunda.


Publicado el 25-10-1998 en el Sitio de Ciencia Ficción