La Serie de Kabé, de Luis García Lecha







Portada de la edición de ACHAB dibujada por Ramone



Luis García Lecha fue uno de los principales escritores de bolsilibros y con diferencia el más prolífico en el género de la ciencia ficción, aunque abordó la mayoría de ellos. Sin embargo, y a diferencia de otros autores como Pascual Enguídanos o Ángel Torres Quesada, tan sólo una mínima parte de sus más de seiscientos títulos pertenecen a series, ya que prácticamente todos son relatos individuales o autoconclusivos, como se prefiera denominarlos.

Esto se debe, como bien explica Carlos Quintana, al hecho de que las editoriales no eran proclives a las series, siendo conocidas las dificultades de todo tipo que tuvo que sortear Ángel Torres Quesada para poder colar a Bruguera su serie del Orden Estelar convenientemente deconstruida, como diría uno de esos cocineros empeñados en hacernos comer con los ojos mientras nos quedamos con hambre y con un considerable sablazo en la tarjeta de crédito. Pero no siempre fue así. Tanto en las colecciones publicadas con anterioridad a la Guerra Civil como en las de la década de los años cuarenta ésta era una práctica habitual, como lo demuestran series tan exitosas como El Coyote, el Pirata Negro, el Encapuchado y muchas otras... claro está que entonces todavía no habían nacido los bolsilibros de ciencia ficción. Curiosamente este giro editorial no se dio en las historias gráficas contemporáneas de éstos, ya que tanto en las realistas -El Capitán Trueno, El Jabato, Roberto Alcázar, El Guerrero del Antifaz...- como en las humorísticas fueron habituales las series o, en su caso, los personajes fijos: Mortadelo y Filemón, Zipi y Zape, Las Hermanas Gilda...

Aunque por lo general los bolsilibros de ciencia ficción fueron autoconclusivos, hubo algunas excepciones. José Mallorquí dedicó varias entregas de la colección Futuro a su personaje Pablo Rido, y en la colección Luchadores del Espacio, además de la Saga de los Aznar, aparecieron publicadas numerosas series cortas tanto de Pascual Enguídanos como de otros escritores. Incluso la propia editorial Bruguera, tan poco proclive a esta práctica, se saltó sus normas en la colección Enviado Secreto DANS, inspirada en las películas de James Bond y protagonizada por cuatro agentes secretos de cada uno de los cuales era responsable un escritor distinto, lo que la convertía en un entramado de otras tantas series en las que sus respectivos protagonistas repetían aventuras cuyos argumentos, eso sí, no estaban encadenados. Uno de ellos fue el propio García Lecha, padre literario de Bel Bassiter, alias Agente E-003, descrito en las contraportadas como Suave como una caricia, mortífero como un rayo.

Otra de las grandes editoriales de la época, Toray, tampoco era propicia a las series a juzgar por su práctica inexistencia en todas sus colecciones. Pero aquí también hubo excepciones, siendo la más reseñable el ciclo de Kabé, un robot casi humano no sólo en su apariencia sino también en su comportamiento, que poco tenía que envidiar a los robots de Asimov e incluso llegaba a superarlos en ocasiones, siempre forzando al límite unas leyes robóticas similares -y probablemente copiadas- a las de Asimov. Su nombre, otro detalle asimoviano, corresponde al acrónimo de K.B. 000 459-3D5, su número de catálogo, y en todas sus aventuras acostumbraba a desfacer entuertos dentro de unos argumentos de trama policíaca; algo habitual en García Lecha tal como acertadamente indica Carlos Quintana, siguiendo el modelo, añadiría yo, de las populares novelas de Agatha Christie.

La serie abarca un total de diez novelas publicadas en la colección Espacio bajo el seudónimo de Clark Carrados entre los números 65 y 222 o, si se prefiere, entre 1957 y 1960, un breve espacio de tiempo dentro de la larga carrera literaria de este autor. Difíciles de conseguir en su formato original, fueron reeditadas en la primavera de 2023 por la asociación ACHAB en dos volúmenes con prólogos de Carlos Quintana, lo que me ha permitido leerlas de forma conjunta. Sus títulos y números de publicación fueron los siguientes:


65 Memorias de una máquina.
75 El oro de las estrellas.
87 El país de los robots.
91 Los trabajos de Kabé.
102 Justicia robótica.
108 Maquiavelo artificial.
115 Homo mechanicus.
117 Raza de señores.
137 El planeta de los hombres de oro.
222 Una mota de polvo.

Aunque estas novelas forman una serie es necesario puntualizar este dato, ya que bajo este concepto nos podemos encontrar con varias fórmulas distintas. En primer lugar están los seriales, una historia dividida en varios episodios todos los cuales, excepto el último, terminan en un “continuará”. Ejemplos de este tipo son las series cortas de Pascual Enguídanos, la serie del Kipsedón de Ramón Brotons y las de otros autores de Luchadores del Espacio.

También están las series formadas por relatos independientes pero estructuradas conforme a una cronología interna como ocurre en Fundación y en El Orden Estelar, cuyas novelas, pese a haber sido publicadas por Ángel Torres de una manera caótica para despistar a los responsables de Bruguera, pudieron ser ordenadas al reeditarlas.

La Saga de los Aznar seguía un esquema intermedio, con historias serializadas de alrededor de tres o cuatro novelas encadenadas a su vez entre sí siguiendo un estricto orden cronológico que en ocasiones saltaba generaciones enteras, una hábil solución de Pascual Enguídanos para evitar el cansancio de los lectores ante unos protagonistas eternos.

Por último, tenemos las que podríamos denominar series blandas, en las cuales el vínculo entre las distintas novelas es mucho más débil limitándose a contar con un elemento vertebrador común, generalmente el mismo protagonista, aunque fuera de ello los títulos son completamente independientes y carecen de cronología interna. Éste es el caso de las novelas de Hércules Poirot escritas por Agatha Christie, y también de la serie de Kabé.

En esta última las diferentes novelas desarrollan una historia completa con el inevitable final feliz, que en todos los casos se debe al buen hacer del ingenioso Kabé, sin que exista ningún vínculo entre ellas a excepción del propio robot, salvo algunas leves referencias a episodios anteriores más por formulismo que por la intención del autor de enlazarlas. Tampoco existe una cronología interna a excepción de la primera, en la que Kabé es presentado a los lectores.

Como anécdota cabe reseñar que, aunque estas novelas se pueden leer por separado o en un orden distinto al de su publicación, se aprecian en ellas incoherencias internas, algunas de considerable magnitud tales como saltar de un marco espacial, y se supone que también temporal, hacia adelante y hacia atrás sin ninguna sistemática. Así, nos encontramos con que al inicio de sus aventuras Kabé se encuentra en un futuro relativamente cercano en el que se está comenzando a colonizar el Sistema Solar, mientras que inmediatamente después están a la orden del día no sólo los viajes interestelares sino incluso los intergalácticos, con episodios ambientados en las Nubes de Magallanes y referencias a conflictos pasados con la Galaxia de Andrómeda, algo poco verosímil para transcurrir en el intervalo de una vida, por más que ésta sea robótica y por consiguiente de mayor longevidad que la humana.

Nadie piense que se trata de una crítica; al contrario, estas ingenuidades argumentales, capaces de hacer temblar los cimientos no ya de la ciencia, sino incluso de la lógica, constituyen precisamente uno de los alicientes de la ciencia ficción popular, que en modo alguno pretendió en ningún momento equipararse a la ciencia ficción hard de la que, no obstante, tomó muchas veces elementos como, en este caso, los robots asimovianos. Esto sin contar con que han sido muchos los escritores consagrados de ciencia ficción que, con mucha menor disculpa, también pasaron a la ciencia por sus trituradoras particulares sin inmutarse por ello.

Hay que considerar también que, a diferencia del meticuloso Pascual Enguídanos, Luis García Lecha era un escritor compulsivo capaz de terminar varios bolsilibros, y no sólo de ciencia ficción, en una semana, por lo cual cabe suponer que no se entretendría demasiado en consultar las novelas anteriores para evitar incurrir en contradicciones flagrantes. Lo cual no quiere decir en modo alguno que fuera un escritor mediocre; simplemente escribía lo que le pedían y, teniendo en cuenta que por lo general los autores de bolsilibros no tenían sueldo fijo y cobraban por novela publicada, tampoco se le puede reprochar que no se esmerara más, máxime cuando sus novelas están bien escritas y resultan francamente entretenidas, algo que no se puede decir de muchos budas sagrados de la ciencia ficción mundial.

A lo que hay que sumar la existencia de algún hallazgo notable, como la descripción de unos árboles-residencias en los que las viviendas colgaban como frutos de las ramas de un titánico árbol artificial cuyos tronco y ramas, además de sostén, servían de vías de comunicación interna entre ellas y con el exterior; una original idea que sólo he vuelto a encontrar en la Trilogía de los Tres Cuerpos del afamado escritor chino Liu Cixin; con la diferencia de que esta última fue escrita alrededor de cincuenta años más tarde que los modestos bolsilibros de Kabé.

Continuando con las curiosidades, conviene recordar que no fue ésta la única serie escrita por Luis García Lecha en sus bolsilibros de ciencia ficción junto con la ya citada de la colección DANS; en Maquiavelo artificial recuperó a los protagonistas de Conflicto estelar, número 63 de la colección Espacio, haciendo alusión también a lo ocurrido en Andrómeda ataca, número 96 de la misma. Y, para dejarlo claro, lo indicó en una nota a pie de página.

Por si fuera poco, Andrómeda ataca es la segunda parte de una miniserie iniciada en el número anterior, El trovador de la galaxia; y aquí sí aparece, al final de ésta, el teóricamente proscrito “continuará”.

Para terminar, queda recordar que aunque Kabé no volvió a aparecer en ninguna otra novela de García Lecha, éste sí escribió al menos otras dos en las que el protagonista era asimismo un robot, distinto en ambos casos, que salvo por su nombre y obviamente por la falta de referencias a sus aventuras, seguían sus mismos patrones. Desconozco las razones por las que no recuperó a su antiguo personaje, pero si no formalmente sí por su espíritu podrían considerarse como aventuras apócrifas de éste.

Se trata del número 401 de Espacio, titulado Mi robot, mi chica y yo y firmado también como Clark Carrados, y del número 200 de La Conquista del Espacio, curiosamente también con el mismo título aunque se trata de una novela diferente firmada como Glenn Parrish. No descarto que dentro de su extensa producción, entre la que se cuentan varias novelas cuyos títulos incluyen la palabra robot, pudiera existir algún sosias más de Kabé; pero al día de hoy no he podido comprobarlo, como tampoco he podido hacerlo con la posible existencia de alguna otra miniserie más.

Y eso es todo lo que cabe decir de esta curiosa y, por qué no admitirlo, interesante serie de Luis García Lecha.


Publicado el 7-8-2023