¿Dónde nace el Henares?





Curso alto del Henares y cursos de los ríos Dulce y Salado



Si ustedes conocen lo suficiente las comarcas de Sigüenza, o si simplemente han consultado alguna enciclopedia, probablemente se habrán extrañado al leer el título de este artículo, ya que absolutamente todos los textos dan la localidad de Horna como el lugar en el que nace nuestro río. ¿A qué viene, pues, la pregunta que figura como titular de este artículo? Pues al hecho de que, por mucho que sea Horna el origen oficial del Henares, es factible proponer una alternativa distinta al igual que ocurriera con la desembocadura del Henares la cual, por cierto, no resulta nada disparatado suponer que tiene lugar en el Tajo en las cercanías de Aranjuez en vez de en Mejorada a beneficio del Jarama.

Y es que, como sucede en tantas ocasiones, no se puede considerar que el Henares sea tal (es decir, el que conocemos y nos resulta tan familiar) hasta que no ha tenido lugar la confluencia de tres cursos de agua diferentes y muy parejos entre sí: el alto Henares (que es el que nace en Horna y pasa poco después por Sigüenza), el Dulce y el Salado. Cualquiera de los tres podría ser candidato a ostentar la primacía sobre los otros dos y, por lo tanto, ser considerado como el tramo inicial de nuestro río; y, aunque el río de Horna y Sigüenza es el que ha quedado como alto Henares oficial, comprobaremos a continuación que no sólo no era ésta la única opción posible sino que, además, no ha sido éste el criterio seguido en siglos pretéritos.




Nacimiento oficial del Henares, en Horna


Pero recordemos ahora brevemente cuáles son las características principales de estos tres ríos. El alto Henares, como he comentado más arriba, tiene su origen en un abundoso manantial situado en las cercanías de Horna, una pequeña localidad ubicada en la vertiente occidental de la Sierra Ministra, el romo espolón rocoso que sirve de divisoria de aguas entre el Atlántico y el Mediterráneo o, si se prefiere, entre el Henares, que es decir el Tajo, y el Jalón, que es decir el Ebro. Labrando un pequeño valle que es apenas un rasguño en las ásperas tierras circundantes, el recién nacido Henares recibe a sus primeros tributarios, los arroyuelos de Alboreca y Quinto, y baña a poco la ciudad de Sigüenza. Dejada atrás la cuna del Doncel el Henares estrecha aún más su diminuto valle hasta convertirlo en un áspero desfiladero, situación que se mantiene hasta que, al llegar a Baides, confluye con el Salado. Abierto un tanto su valle aunque no demasiado, alcanza poco después la localidad de Matillas, donde se le reúne el Dulce, formándose ya el Henares maduro que pasará sucesivamente por Jadraque, Espinosa, Guadalajara y Alcalá.

El Salado, por su parte, tiene su origen de forma bastante anónima allá por los altos de Barahona, repechones más que cordillera que constituyen el poco vistoso engarce de los sistemas Central e Ibérico. Y, aunque su origen oficial sea la laguna de Paredes, junto a la carretera que enlaza Atienza con Barahona, lo cierto es que el suyo es un nacimiento modesto y, a fuer de discreto, desapercibido, siendo su curso alto poco más que un arroyo anónimo tan sólo animado en épocas de abundantes lluvias. Descendiendo por las altas y resecas parameras que constituyen las tierras situadas entre Sigüenza y Atienza, recoge las aportaciones de un puñado de pequeños y poco importantes afluentes al tiempo que, al discurrir por parajes en los que abunda la sal, carga sus aguas con las mismas hasta el punto de recibir este apelativo de forma ciertamente justificada al tiempo que es objeto de explotación por intermedio de varias salinas que suponen un importante beneficio económico para esta deprimida comarca.

Más adelante, y tras bañar con sus aguas la villa de la Riba de Santiuste y formar poco más allá las interesantes salinas de Imón, el Salado se encajona a la altura de Santamera en un interesante desfiladero que se abrirá poco más allá formando el valle sobre el que se asentaba El Atance, anegado bajo las aguas del embalse homónimo construido en 1997. Es aquí donde recibe también la aportación del río de la Hoz, menguado en caudal pero de aguas todavía más saladas que las suyas, las cuales se explotan en las cercanas salinas de la Olmeda.

Una vez salvado el obstáculo de la presa el Salado, discurriendo plácidamente por terrenos más abiertos, alcanza la localidad de Huérmeces del Cerro y, posteriormente, las de Viana de Jadraque y Baides, donde culmina su recorrido entregándose al Henares.




El Salado en el Barranco de Santamera


El Dulce, por último, nace de un puñado de generosos manantiales situados a la vera del caserío de Estriégana, aunque un tributario suyo remonta sus dominios, de forma harto discreta, hasta las estribaciones de la Sierra Ministra, más al sur del Henares y en las proximidades de la localidad de Bujarrabal. Poco más allá, en Jodra del Pinar, se muestra ya como un curso de agua consolidado aunque, eso sí, de caudales todavía magros, siendo en esta localidad donde recoge las aguas del río o arroyo de Saúca, quizá su principal afluente. La falta de carretera impide seguir su crecimiento durante un buen trecho en el que el Dulce no sólo engrosa sus aguas considerablemente sino que, al mismo tiempo, comienza a excavar la primera de sus hoces, la de Pelegrina, a la cual se puede acceder por una carretera que, partiendo de Sigüenza, va a morir en la nacional II a la altura de la Torresaviñán. La hoz de Pelegrina es un interesante paraje natural en el que el Dulce se muestra ya como un río maduro, y sirve de preámbulo a la segunda y más larga de ellas, la de La Cabrera y Aragosa, no menos espectacular que la primera. Aguas abajo de Aragosa el Dulce abre generosamente su valle permitiendo regadíos a partir de Mandayona para, por último, reunirse con el Henares en Matillas.

¿Cuál de estos tres ríos es el más importante? Difícil pregunta, puesto que cada uno de ellos despunta en algún aspecto. Así, el Salado es el más largo y el de cuenca más extensa, contando asimismo con la red de afluentes más desarrollada; sin embargo, no es el más caudaloso dado que discurre por terrenos más áridos que sus compañeros de la Sierra Ministra. El Dulce, por su parte, es con diferencia el río más maduro de los tres y, probablemente, el más caudaloso; además, tanto sus hoces primero como su valle después dan al mismo una importancia orográfica mucho mayor que la que corresponde a los otros dos ríos. El alto Henares, por último, puede aducir tanto la mayor importancia de su nacimiento como el hecho nada desdeñable, como veremos en su momento, de discurrir por la ciudad de Sigüenza, la única población importante de toda esta zona.




Uno de los manantiales del Dulce, en Estriégana


Pero por alguno de ellos tendremos que optar lo que, vuelvo a repetir, no resulta nada fácil. Procedamos, pues, a remontar el Henares desde Alcalá y tratemos de decidir sobre la marcha. Entre Alcalá y Matillas ninguna duda tendremos a la hora de encontrarnos con alguna confluencia, ya que en todas ellas, inclusive la del Sorbe (y eso que en ocasiones puede este río llegar a superar el caudal del Henares), quedará bastante clara la primacía del Henares.

Bastante distinta será la situación al llegar a Matillas, lugar en el que reúnen sus aguas el Henares (engrosadas con las del Salado) y el Dulce. En principio, ambos ríos parecen ser bastante similares en caudal con ventaja, quizá, del Dulce; pero si prestamos atención no a los ríos en sí sino a sus respectivos valles, veremos que la situación resulta ser totalmente favorable al segundo de estos dos cursos de agua. ¿La razón? Como es sabido, el valle del Henares (me estoy refiriendo a sus cursos medio y bajo) presenta una curiosa disimetría que hace que las dos márgenes sean radicalmente distintas; mientras la derecha presenta una suave pendiente y resulta ser completamente llana, la izquierda se muestra en forma de abrupta ladera debido a que el río discurre virtualmente pegado al borde septentrional de la Alcarria. Esto hace que, con la curiosa excepción del Badiel, el Henares reciba todos sus afluentes por la derecha ya que, por la izquierda, no existe espacio material para poderlos tener a excepción de algunos cortos y resecos barrancos.

¿Qué ocurre en Matillas? Pues que, mientras que el alto Henares llega hasta allí siguiendo el estrecho valle al que ya he hecho alusión, el Dulce prolonga el valle del medio Henares. Dicho con otras palabras, el valle del Henares remonta no el alto Henares, sino el Dulce. La impresión visual es tan clara que no puede pasar en modo alguno desapercibida, y sin duda alguien que no conociera la zona optaría probablemente por el Dulce en vez de por el Henares.

Pero aún hay más. Debido a la estrechez del valle del alto Henares sólo el ferrocarril, de entre todas las vías de comunicación, opta por remontarlo, mientras la carretera prefiere seguir el mucho más cómodo camino del Dulce. Idéntico camino seguía la antigua calzada romana que en Matillas se desviaba del Henares para tomar el valle del Dulce hasta Mandayona, desde donde se dirigía directamente a Sigüenza. Y, curiosamente, las localidades de Villaseca de Henares y Castejón de Henares están... en el valle del Dulce.

Veamos por último las razones que da Guillermo García Pérez en su libro Las rutas del Cid1 al identificar el famoso Castejón sobre Fenares que es citado en el Cantar del Mío Cid con el Castejón del valle del Dulce, y al propio Dulce con el alto Henares:


En Matillas se juntan dos ríos: el que viene de Baides, que es salado, y el que viene a Pelegrina, La Cabrera, Mandayona, Castejón y Villaseca, que es de agua dulce. Allí no se ha sabido nunca muy bien, al parecer, a cuál de los dos se le debe llamar Henares.

(...)

De todo esto se deduce que (...) el río de agua dulce -el que ahora se llama Dulce- fue llamado por muchos, por lo menos durante dos o tres siglos, río Henares (Fenares). Mientras, las otras aguas recibían, en Matillas y en los demás pueblos de esos valles, el nombre más caracterizador que se corresponde con el sabor y con el uso de sus aguas; es decir, río Salado. Quedaría así el tercer curso de agua -menos importante, muy poco utilizable para riegos y sólo conocido como curso independiente de dos o tres leguas más arriba- como Río de Sigüenza.

Nares procede del árabe nahr y, puesto en plural, significará ríos, aguas, quizá manantiales. Primero fueron los ríos, al parecer; luego el sexmo de Fenares, donde se juntan los tres ríos para dar nacimiento o forma a un solo río (el Nares, o Fenares); después llevó ese nombre (Fenares) el río de agua dulce (el Dulce) de ese sexmo y últimamente, quizá desde el siglo XIII o el XIV, se llama Henares al curso de agua dulce que nace en Horna y se hace llamar río a su paso por Sigüenza.


La cuestión, pues, parece estar bastante clara al tiempo que explica tanto la ruta que siguió el Cid como la extraña trasposición de los apelativos de Villaseca y Castejón. La pregunta, ahora, es la siguiente: ¿Por qué ha sido el menos importante de los tres ríos (el de Sigüenza) el que al final ha conservado el nombre de Henares? Guillermo García opina que, al alcanzar Sigüenza una importancia notable a lo largo de la baja Edad Media, debió de reclamar para su río el prestigioso nombre de Henares, que es el que ha conservado hasta hoy. Este hecho, que ahora nos puede parecer trivial, no lo era en modo alguno en aquella época, por lo que se trata de una hipótesis perfectamente verosímil. Este autor, por último, acaba insistiendo en la ambigüedad existente en los textos de los autores que en el pasado describieron los ríos de esta zona, en especial los residentes en la misma.

En conclusión, y basándonos tanto en criterios históricos como geográficos, se puede afirmar que el Dulce es en realidad el alto Henares; el Salado, sería afluente del Dulce mientras que el río de Sigüenza, es decir, el ahora denominado Henares, lo sería a su vez del Salado. Espero, por supuesto, que ningún segontino llegue a molestarse por lo afirmado en este artículo; se trata de una mera disquisición sin la menor trascendencia real, amén de que en el fondo la historia la hacen los hombres y éstos, desde hace mucho, optaron ya por el curso de agua que baña a la ciudad del Doncel.




1 Editorial Tierra de Fuego. Madrid, 1988.


Publicado el 5-5-1990, en el nº 1.191 de Puerta de Madrid.
Versión revisada publicada el 11-10-1993 y el 18-10-1993 en Nueva Alcarria
Actualizado el 13-6-2006