Las terrazas de cine de verano





La terraza Cervantes, en la calle de Diego de Torres
Fotografía de Baldomero Perdigón



Uno de los recuerdos de la infancia que conservo con mayor nitidez es el de las terrazas de cine de verano, muy populares entonces. Solían contar éstas con unas instalaciones que no podían ser más simples: un solar vallado, una cabina de proyección, una pantalla y, sobre el suelo enarenado, sillas de tijera. La programación no era tampoco apta para exigentes, ya que se trataba de un programa doble con dos películas de reestreno -o de re-reestreno- similares en todo -de hecho en ocasiones, cuando los propietarios de las salas coincidían, solían ser las mismas- a las de los cines cerrados que entonces había en Alcalá, todos de sesión continua.

Pero eso no nos importaba demasiado, ya que a las terrazas se iba básicamente a pasar el rato -las terrazas eran baratas- e incluso, mientras veías la película, a cenar un sabroso bocadillo -cuando ya fui más mayor solía acompañarlo por un botellín de cerveza comprado en el bar de la propia terraza- que te sabía literalmente a gloria. Y si de paso la película era buena -lo que no estaba reñido con la antigüedad de las mismas-, pues miel sobre hojuelas. Luego vendrían los años setenta, sobre todo en la segunda mitad de la década, en los que la calidad de los programas películas cayó en picado inundándonos de pésimas películas de artes marciales chinas, subproductos del destape y otros desechos por el estilo... pero yo entonces andaba ya por la universidad y este tipo de ocio veraniego había dejado de interesarme. Poco después comenzarían a cerrar una tras otra las terrazas, cosa que entonces no me preocupó lo más mínimo.

Retrocedamos unos años en el tiempo hasta principios de los sesenta, fecha a la que se remontan mis recuerdos más antiguos. Entonces había en Alcalá, que yo sepa, tres terrazas de verano: La Cisneros, la Cervantes y -en cuestión de cines la homonimia en Alcalá ha solido ser frecuente- la del Teatro Salón Cervantes.

La primera de ellas estaba situada al final de la actual calle del Cid Campeador, entonces un callejón sin salida que quedaba cortado a la altura de la recientemente demolida comisaría de policía. Según el documentado estudio de Pedro Ballesteros sobre el cine en Alcalá1, del que he tomado la práctica totalidad de las fechas de inauguración y cierre de las terrazas de verano, la Cisneros fue inaugurada en 1959 y estuvo en funcionamiento hacia 1970, fecha esta última que se me antoja un tanto tardía dado que yo la recuerdo abierta tan sólo cuando era muy pequeño y en 1970 tenía ya 12 años, no sonándome que fuera una de las que entonces estaban abiertas. Esta discrepancia de fechas, que se vuelve a repetir en varias ocasiones y siempre en el mismo sentido, quizá pudiera deberse a que Pedro Ballesteros utiliza como fuente bibliográfica los expedientes del Archivo Central del Ministerio de Cultura, siendo posible que entre el cese de actividad como sala cinematográfica y su baja oficial administrativa pudiera pasar algún tiempo, en ocasiones incluso varios años.

Sobre el solar de la antigua terraza Cisneros, y prácticamente sin modificación alguna, se asentó poco después de su cierre el bar La Paloma, todavía existente, que aprovechó el recinto para instalar su terraza. Como curiosidad, cabe resaltar que la última vez que estuve allí, hace varios años, todavía se conservaba el muro de la antigua pantalla.

La terraza Cervantes estaba muy cerca de allí, en la calle de Diego de Torres, justo en el lugar donde hoy se alza el número cinco de la calle. Llegaba aproximadamente hasta donde ahora se abre la calle de la Madre de Dios, que entonces no existía, y allí recuerdo haber visto yo películas muy de niño, entre ellas la divertida comedia El mundo está loco, loco, loco, todo un alarde en la Alcalá de entonces. La terraza, que creo recordar que era propiedad de José Calleja, el principal empresario cinematográfico de la ciudad, no duró demasiado, hasta finales de los años sesenta, aprovechándose su solar para construir los edificios que todavía hoy existen allí.

La terraza del Teatro Salón Cervantes estaba aneja a éste, y tenía la particularidad de que carecía de programación propia, ya que en verano empezaba por la tarde la sesión continua del vecino cine y, cuando se hacía de noche, los pases se trasladaban a la terraza, con lo cual podías empezar viendo las películas bajo techado para continuar a cielo abierto. Esta terraza, propiedad como el cine de José Calleja, se mantuvo abierta durante bastante tiempo, desde mediados de los años cuarenta hasta finales de la década de los setenta, aunque no puedo precisar si su cierre coincidió con el del propio cine, en 1979, para instalar en él un bingo, o si éste ocurrió algo antes. Tras la recuperación en 1989 del Teatro Salón Cervantes como sala teatral se rehabilitó asimismo la antigua terraza, en la que se llegó a exhibir cine de verano ya bajo responsabilidad municipal, pero sin ninguna continuidad. Aunque la terraza sigue existiendo hoy en día, no tiene uso cinematográfico.

Otras terrazas que recuerdo ya cuando yo era algo más mayor, es decir, hacia principios de los setenta, fueron la Zulema, la Ferraz y la Alegría. La Zulema, explotada por José Calleja, estaba situada en la calle de la Cárcel Vieja, entre la plaza de San Juan de Dios y la calle de Santa María la Rica, y no duró demasiados años; según Pedro Ballesteros estuvo activa entre 1968 y 1985, pero al igual que sucede con la Cisneros yo haría retroceder la fecha de su cierre al menos en una década. Su solar, propiedad del obispado, está hoy ocupado por dependencias -en las fotografías de Google Maps se aprecian campos deportivos y jardines- del vecino seminario, aunque la tapia que la separa de la calle sigue siendo la misma que la de entonces.

Mucho más longeva fue la Ferraz, que tomaba su nombre de la calle en la que estaba ubicada, junto al antiguo colegio de los Escolapios, justo donde ahora hay un aparcamiento y la calle de Isabel de Guzmán, que conduce al paso subterráneo. Desconozco la fecha de su apertura, mientras que para la de su cierre Pedro Ballesteros da el año 1987.

Se da la circunstancia de que esta terraza solía compartir las películas que se exhibían en las salas y terrazas propiedad de José Calleja; no puedo determinar si también era propiedad de este empresario, pero en cualquier caso debía de tener algún acuerdo para aprovechar los lotes que Calleja traía para sus cines.

Esto no ocurría con la terraza Alegría, cuya programación era independiente. Se encontraba en la calle de Cánovas del Castillo, ocupando en su totalidad la manzana delimitada por esta calle y las de Gallegos, Flores y la trasera de Cruz de Flores, lo que hacía que su capacidad fuera realmente grande. Activa entre 1962 y 1976, a diferencia de las dos anteriores, que tras ser cerradas permanecieron durante bastantes años sin tocar, ésta desapareció poco después al construirse en su solar el edificio de viviendas que todavía se alza allí.

He dejado deliberadamente para el final las dos últimas terrazas de verano tradicionales -al menos para mí- de Alcalá, la Real y la Olimpia, ambas propiedad del empresario alcalaíno Félix Gallego. Aunque Pedro Ballesteros da como sus respectivas fechas de apertura los años 1966 y 1962, aquí tengo la certeza de que está equivocada al menos la relativa a la Olimpia, ya que mi familia se mudó a la casa situada justo enfrente de ella precisamente en el año 1962, y durante varios años el solar que más tarde ocupó, entonces sin construir ni vallar, fue el escenario principal de mis correrías infantiles. Además creo recordar que la Real fue anterior a la Olimpia, por lo que no me extrañaría que las fechas estuvieran cambiadas correspondiéndole 1962 a la Real y 1966 a la Olimpia, con lo cual todo encajaría mucho mejor.

La terraza Real, la cual se encontraba al principio de la avenida de Guadalajara, con vuelta a la calle de la Encomienda. Se daba la circunstancia de que el local que ocupaba esta terraza era el patio del almacén de maderas que constituía la principal actividad comercial de su propietario, el cual era despejado durante la temporada de verano con objeto de utilizarlo para la exhibición de películas, mientras el resto del año era usado como almacén. Una vez cerrada la terraza -en 1978 según Pedro Ballesteros- el almacén de maderas siguió estando allí durante bastantes años, hasta que finalmente se construyó sobre él el actual edificio donde se encuentra ubicada la oficina de empleo.

La terraza Olimpia, bautizada con el nombre de la esposa de su propietario, estaba en la entonces denominada calle del 18 de Julio, actual del Pintor Picasso. Tal como solía ocurrir con las salas de exhibición propiedad de un mismo empresario compartía las películas con la Real, las cuales pasaban primero por ésta y posteriormente por la Olimpia. Fue una sala bastante longeva ya que según Pedro Ballesteros duró hasta 1991, aunque acabaría cerrando, como todas, cuando el negocio del cine comenzó a cambiar desapareciendo el tradicional modelo del programa doble con películas de reestreno. Años después sería derribada, construyéndose en su solar un edificio de viviendas.

Esta terraza tiene para mí especiales recuerdos ya que, como he comentado, yo vivía justo enfrente, por lo que supuso un hito especial en mi vida. Calculo que debió de ser a finales de los años sesenta, es decir, cuando yo tenía alrededor de unos diez años, cuando esta terraza empezó a funcionar, dándose la circunstancia de que a los chavales de la vecindad nos dejaban entrar gratis a ver cuantas películas quisiéramos... lo cual, como puede imaginarse, supuso para mí un auténtico chollo. Ciertamente yo iba al cine -de pago, se entiende- con relativa frecuencia, dado que entonces tanto los cines propiamente dichos como las terrazas eran bastante baratos incluso para una economía tan paupérrima como la mía, pero tenerlo cuantas veces quisiera, sin soltar un duro y sin más que cruzar la calle era poco menos que el paraíso.

Huelga decir que, durante años, me aproveché a conciencia de este privilegio, tragándome prácticamente todo cuanto se exhibía, no sólo películas mediocres -que las había, ya que eran los tiempos dorados de la serie B española y europea- sino también antiguos clásicos que por entonces -los vídeos pertenecían todavía al mundo de la ciencia ficción- eran desdeñados por los cines de estreno. Recuerdo, por ejemplo, haber visto en la Olimpia King Kong, y no fue la única joya clásica que conocí -aunque entonces no fuera capaz de valorarlas en su justa medida- gracias a esta modesta terraza veraniega.

Con los años las circunstancias cambiaron. Yo empecé a ir a la universidad y mis gustos, lógicamente, se volvieron más exigentes, al tiempo que la calidad media de la cartelera de la terraza -y de las demás- caía en picado por culpa de las películas de chinos y de las cada vez más insufribles landadas y similares. Además en el verano de 1979 -esta fecha sí la recuerdo con precisión- nos mudamos a otra calle, lo cual supuso mi desconexión definitiva con la vieja terraza. Creo recordar que ésta duró todavía algún tiempo más, pero la década de los ochenta acabaría con ella.

Los primeros años ochenta fueron, más o menos, cuando vinieron a cerrar prácticamente todas las terrazas supervivientes, y supongo que la crisis económica de esos años debió de tener algo que ver con ello. Sin embargo, hubo una terraza nueva que, de forma tardía, recogió el testigo de las desaparecidas, aunque prácticamente no llegó a coexistir con ellas.




Aspecto actual de la terraza Los Olivos


Me estoy refiriendo a la terraza Los Olivos, que se asentó en un solar existente en la calle de Andrés Saborit, haciendo esquina con Almazán y Arratia. Esta terraza estuvo abierta entre 1980 y 1988 constituyendo, al menos en los últimos años, la única oferta de cine al aire libre existente en Alcalá, pero finalmente acabaría, como todas, cerrando. Se da la circunstancia de que hoy por hoy es la única que se ha conservado tal como estaba cuando todavía funcionaba, incluyendo la propia pantalla. El uso actual del local, que yo sepa, no es otro que la instalación durante las ferias de la sede de la peña Los Jardineros, manteniéndose cerrado el resto del año.

Y eso es todo... o casi todo. Volviendo a hurgar en mis recuerdos infantiles -dicho sea esto de cara a la necesaria prudencia con la que ha de ser tomado algo que ocurrió hace cerca ya de cincuenta años- puedo apuntar la existencia efímera de al menos otras dos terrazas de verano. La primera estuvo situada en la calle de Santa Úrsula, junto al convento homónimo, y ostentó el nombre de Alcalá. Según el libro de Pedro Ballesteros esta terraza fue inaugurada en 1965 en el solar que quedó libre tras el lamentable derribo de la casa palacio que lo ocupaba. Esta terraza existió solamente hasta que en 1967 se construyó sobre ella un edificio de viviendas cuyo bajo se destinó a una sala de cine, el cual heredó su nombre. Abierto hasta 1986, el cine Alcalá sería reconvertido finalmente en bingo.

La otra terraza, posterior en algunos años, habría estado al principio de la avenida de los Reyes Católicos, más o menos a la altura de la actual calle del Clavel. Poco es lo que puedo apuntar ya que yo por entonces frecuentaba poco ese barrio, salvo que me suena que allí pudo haber estado, al menos durante unos pocos veranos, la citada terraza, de la que desconozco hasta el nombre aunque pudiera haber sido explotada -dicho esto con todas las reservas posibles- por los propietarios del cine Alcalá, durante muchos años la única competencia existente -en cines cerrados, se entiende- a la red de salas de José Calleja. Pero de esto hablaré ya en otro artículo.

Concluyo esta revisión de los cines veraniegos con un último estrambote, relativamente reciente y asimismo efímero, puesto que no se extendió más allá de unos pocos años: la iniciativa municipal de exhibir películas en diferentes rincones de la ciudad, siempre en la vía pública, tanto en el recinto exterior de la capilla del Oidor como en diferentes barrios de la ciudad. Lamentablemente, y pese a la buena acogida que tuvo ésta, su continuidad quedó interrumpida sin que exista por el momento, según todos los indicios, la menor intención de recuperarla.




1BALLESTEROS TORRES, Pedro. Alcalá y el cine. Festival de cine de Alcalá de Henares. Alcalá de Henares, 1995.


Publicado el 7-12-2011
Actualizado el 23-12-2011