Cronología del descubrimiento de los asteroides




Giuseppe Piazzi, descubridor de Ceres


Como es sabido, la era de los asteroides se inició cuando la noche del 1 de enero de 1801 el astrónomo italiano Giuseppe Piazzi descubría Ceres, el primero y más importante de todos, hoy flamante planeta enano. En realidad lo que buscaban Piazzi y otros muchos astrónomos no era ese modesto astro, sino el hipotético planeta que, según la ley de Titius-Bode, debería haber existido entre las órbitas de Marte y Júpiter. Y puesto que Ceres, salvo por su posición, no cumplía con los requisitos requeridos, siguieron buscando.

Jamás se encontraría al escurridizo e inexistente planeta, pero sí se descubrieron más asteroides, muchos más... con fecha de 28 de noviembre de 2022 había catalogados 619.999, a los que hay que sumar otros 631.607 ya descubiertos pero todavía no catalogados, lo que hace un total de 1.251.606 asteroides observados. Gracias a las mejoras de las técnicas astronómicas, que permiten encontrar cuerpos cada vez más pequeños o más alejados, este número se va incrementando continuamente, estimándose la cantidad total en varios millones.

Se trata de una cifra realmente mareante que abarca no sólo el tradicional Cinturón de Asteroides situado entre las órbitas de Marte y Júpiter, sino la práctica totalidad del Sistema Solar incluyendo, en los confines del mismo, la abigarrada familia de los transneptunianos. Y aunque lo excesivo de su número hace imposible un seguimiento exhaustivo (quien esté interesado puede visitar la página del Minor Planet Center, donde están todos ellos catalogados), estimo que resultaría interesante realizar un estudio estadístico de la evolución de sus descubrimientos.

Antes de seguir adelante, conviene recordar la metodología seguida para la clasificación de los asteroides, que es general para la totalidad de los cuerpos del Sistema Solar. Ésta consta de tres fases. La primera es el descubrimiento propiamente dicho. Inicialmente el cuerpo recién descubierto es “bautizado” con una denominación provisional, consistente en unas siglas formadas por las cuatro cifras del año seguidas por dos letras que indican, en orden alfabético, la quincena del año la primera y el orden en el que fue descubierto dentro de esa quincena la segunda. En el caso de que los descubrimientos de una quincena rebasen a las letras del alfabeto, se vuelve a empezar por la A añadiendo a continuación un número que indica el orden del ciclo: A2 a Z2, A3 a Z3, etc.

Pero no basta con esto. Los astrónomos son prudentes ya que en ocasiones avistamientos de asteroides, satélites e incluso planetas, como ocurrió con el fantasmagórico Vulcano, han demostrado ser erróneos y tales astros inexistentes. Por esta razón, es necesario confirmar el descubrimiento y determinar sus parámetros orbitales, algo que no siempre es sencillo sobre todo cuando se trata de cuerpos pequeños o muy alejados; y aun así, alguno se acaba perdiendo. Una vez confirmada su existencia, el asteroide recibe un número de catálogo y queda incorporado a éste en orden secuencial de confirmaciones, no de descubrimientos.

En ocasiones puede llegar a pasar bastante tiempo en este proceso, sobre todo si por determinadas circunstancias el asteroide se “pierde” y no llega a ser redescubierto hasta mucho después tal como ocurrió con Apolo, descubierto en 1932 y catalogado en 1973, 41 años más tarde, con el número 1.862; otros tantos tardó Adonis (número 2.101), de 1936 a 1977, y nada menos que 66 años, de 1937 a 2006, hubo de esperar Hermes, correspondiéndole el número 69.230. Un caso especial es el de Plutón, descubierto en 1930, que tras 76 años como planeta en 2006 fue es “degradado” a la nueva categoría de planeta enano con el número de catálogo 134.340. Para que nos hagamos una idea de la importancia de estos desfases, baste con apuntar que, de haber sido confirmados sus respectivos descubrimientos tras el período de tiempo habitual de esa época, a estos cuatro astros les habrían correspondido unos números de catálogo en torno al 1.300 para Plutón, 1.400 para Apolo y 1.700 para Adonis y Hermes.

Aunque los anteriormente apuntados son casos extremos, no sólo por el desfase temporal sino también por la importancia de estos cuerpos, resulta bastante habitual que se cataloguen con números inferiores asteroides descubiertos con posterioridad a otros, dado que la fecha oficial de descubrimiento es la de la primera visualización, mientras que el número asignado corresponde, tal como he explicado, al orden de su catalogación. Obviamente en un principio este problema no se daba debido al escaso número de descubrimientos, pero ya iniciado el siglo XX comenzaron a surgir estas interpolaciones, por lo general de tan sólo algunos años salvo en casos excepcionales. De hecho es bastante común que algunos asteroides salten en la numeración a otros descubiertos con anterioridad, quedándose estos últimos rezagados incluso durante décadas. En general, y para evitar complicaciones innecesarias, seguiré el criterio de considerar siempre el año de descubrimiento con independencia de su fecha de catalogación.

El tercer y último paso es la asignación de un nombre propio al asteroide. A diferencia de los anteriores éste no es automático sino potestativo de su descubridor, por lo que dependiendo de su interés tardará más o menos en ser bautizado. De hecho son muchos más los asteroides innominados (aunque con número de catálogo y denominación provisional) que los que poseen nombre propio, lo cual se ve acrecentado por el elevado número de descubrimientos realizados en los últimos años; estos últimos eran 23.590 en noviembre de 2022, lo que supone tan sólo el 3,8 % de los catalogados y el 1,9 % de los descubiertos.




Ver también:
Asteroides: Peñascos en órbita
Los asteroides. Su clasificación en función de las órbitas
Los asteroides “españoles”
Tablas de los principales grupos de asteroides


Publicado el 5-1-2012
Actualizado el 8-12-2022