Los Santos Niños en Portugal
La iglesia de San Fructuoso de Montelios, en Braga





San Fructuoso de Montelios. Fotografía tomada de la Wikipedia



En estas fechas en las que se celebra en nuestra ciudad, un año más, la fiesta de los Santos Niños, es bueno recordar una vez más cómo el culto a nuestros patronos se extendió, ya en tan temprana época como lo es la visigoda, por una gran parte de la Península Ibérica, Portugal (que entonces no existía aún como país) incluido.




La iglesia de san Fructuoso, a la derecha del templo franciscano. Fotografía tomada de Panoramio


Pero no nos adelantemos y recordemos brevemente, antes de continuar adelante, la historia de san Fructuoso del Bierzo, uno de los principales responsables de la expansión del culto de los Santos Niños. Nacido a principios del siglo VII en el seno de una familia perteneciente a la nobleza visigoda, Fructuoso habría de renunciar a su condición de rico heredero retirándose a la comarca del Bierzo (actual provincia de León) luego de cursar estudios eclesiásticos en la ciudad de Palencia. Una vez en el Bierzo, nuestro personaje iniciaría una vida de eremita que poco después trocaría por la monástica fundando el monasterio de Compludo consagrado a los santos Justo y Pastor. Posteriormente Fructuoso abandonaría este monasterio iniciando una vida andariega que le llevaría a fundar nuevos monasterios por todo el noroeste y oeste peninsular, es decir, de acuerdo con la geografía moderna, por León, Asturias, Portugal, Extremadura y Andalucía occidental.


Dos vistas del interior de la iglesia. Fotografías tomadas de la Wikipedia


No contento con este periplo, que le llevó doce años largos de su vida, Fructuoso recaló en Cádiz con la sana intención de rendir viaje en Palestina; pero enterado el rey Recesvinto de sus intenciones, mandó prenderlo y recluirlo en la cárcel de Toledo como única manera de forzarlo a aceptar (ya que Fructuoso se negaba a ello con todas sus fuerzas) la abadía mitrada (es decir, con dignidad episcopal) de Dumio, un importante cenobio fundado por san Martín Dumiense en las proximidades de la ciudad de Braga, hoy portuguesa y entonces capital de la antigua Galicia romana. Ocupada de esta manera la sede de Dumio en el año 656, Fructuoso sería elevado poco después a la dignidad de arzobispo metropolitano de Braga sin que llegara a abandonar la abadía. Y allí moriría en el 665 tras desempeñar una intensa labor hasta el final de sus días.

Puesto que las leyes visigodas prohibían los enterramientos en el interior de las iglesias, san Fructuoso sería enterrado en un nicho construido en el muro exterior de la iglesia que él mismo mandara construir, entre los años 550 y 565, en Montelios, próxima a Dumio y situada asimismo en las cercanías de Braga. Absorbida por el crecimiento de la ciudad, la iglesia de San Fructuoso se encuentra hoy a sus afueras, en el barrio conocido como San Jerónimo el Real, a unos 2 kilómetros al noroeste del centro de la ciudad, en las proximidades de la antigua carretera que conduce a Ponte de Lima.

Allí permanecerían los restos de san Fructuoso hasta el año 1102, fecha en la que Diego Gelmírez, a la sazón arzobispo de Santiago, robó secretamente sus reliquias llevándolas a Santiago de Compostela, parte de las cuales fueron devueltas a Braga en 1966, siendo depositadas en la catedral de esta ciudad portuguesa. Las restantes se conservan en la Capilla de las Reliquias de la catedral compostelana, y asimismo san Fructuoso tiene consagrada una vistosa iglesia a los pies de la plaza del Obradoiro.




Planta de la iglesia. Ilustración tomada de la Wikipedia


Según una guía portuguesa de la que obtuve datos sobre este templo. San Fructuoso de Montelios, que éste es su nombre completo, es una iglesia de estilo visigótico construida en la segunda mitad del siglo VII. Tiene planta de cruz griega, cuatro arcos de herradura desdoblados cada uno de ellos en otros tres arcos más pequeños, y una cúpula central de pura traza visigoda e inspirada en el arte paleocristiano. La guía que nos sirve de referencia no duda en calificarla como una de las mayores joyas del patrimonio arquitectónico portugués siendo un ejemplar único en el país vecino y muy singular en el conjunto de los países que pertenecieron al área cultural grecorromana.

Otras fuentes1 hacen hincapié en la similitud de la iglesia de Montelios con el mausoleo de Gala Placidia de Rávena, dos siglos anterior, lo que la diferencia del resto de los templos visigodos conservados en la Península Ibérica al tiempo que demuestra que su anónimo constructor conocía bien la arquitectura tardorromana italiana y su continuadora bizantina, un hecho ciertamente singular en una época en la que Europa estaba totalmente fragmentada no sólo política, sino también social y culturalmente.

Arrasada en la época de la invasión musulmana y desaparecida a raíz de entonces su fachada original, después de la reconquista sería esta iglesia restaurada o, por mejor decir, modificada siéndole añadidos elementos decorativos y arquitectónicos de estilos artísticos posteriores cronológicamente al suyo original, tales como arcos lombardos o capiteles de tipo clásico. Por fin, sería incorporada a un convento franciscano construido a su lado, al cual quedó adosada tal y como se conserva ahora. Olvidada durante mucho tiempo, fue redescubierta en 1897 y restaurada, no sin críticas acerca de lo agresivo de la intervención, en 1931.

Obviamente en esta iglesia no se conservan actualmente reliquias, ni iconografía alguna, de los Santos Niños. Pero la pregunta que surge inmediatamente es: ¿fue siempre así? Por desgracia nada se sabe al respecto, aunque dadas las circunstancias de la vida de san Fructuoso entra dentro de lo posible que pudiera haber sido así.





Publicado el 4-8-1990, en el nº 1.204 de Puerta de Madrid
Actualizado el 26-2-2014