Una imagen de san Diego en Priego de Córdoba





Vista exterior de la iglesia y el antiguo convento de San Francisco



Priego, apellidada de Córdoba para diferenciarla de su homónima conquense, es una localidad de 23.000 habitantes situada en el extremo suroriental de esta provincia, en la comarca de las Sierras Subbéticas lindante con las vecinas provincias de Jaén y Granada y a unos 100 kilómetros de la capital provincial. Notable por su geografía, su arte y su historia, Priego fue la cuna de personajes tan importantes como Niceto Alcalá Zamora, el primer presidente de la II República Española, el dibujante y pintor Adolfo Lozano Sidro o el escultor José Álvarez Cubero. Conocida como La Ciudad del agua por los numerosos manantiales que brotan en su término, incluyendo el que nace en pleno centro de la población formando la impresionante Fuente del Rey y La Joya del barroco cordobés, Priego bien merece una visita que permita disfrutar tanto de sus numerosos atractivos artísticos y paisajísticos como de la extrema amabilidad de sus habitantes.

Eso es precisamente lo que hicimos aprovechando las pasadas vacaciones de navidad y, ciertamente, no nos arrepentimos en absoluto, con el añadido de que tuvimos la suerte de alojarnos en la Hospedería de San Francisco, un hotel asentado sobre el restaurado convento franciscano de Priego... el cual dio bastante de sí. Pero no nos adelantemos.


Retablo y hornacina con la imagen de san Diego, en la iglesia de San Francisco


Según se indica en la propia página web de la Hospedería, el convento, sujeto a la norma franciscana, fue fundado en 1512 por el primer marqués de Priego, don Pedro Fernández de Córdoba y Pacheco, sobrino del Gran Capitán. Desamortizado en el siglo XIX fue utilizado como taller de alfarería y fábrica de tejidos, hasta quedar abandonado y en un estado cercano a la ruina antes de ser recuperado y rehabilitado adaptándose, como ya he comentado, para este establecimiento hostelero. Asimismo, es la sede de los congresos que organiza periódicamente la Asociación Hispánica de Estudios Franciscanos.

Aun con su innegable interés no es el convento, sino la iglesia colindante, a quien que está dedicado el artículo. Acogida, al igual que el convento del que formó parte hasta la desamortización, al patronazgo de san Francisco, tuvo más suerte que éste pudiendo mantenerse abierta al culto hasta la actualidad. Sometida a profundas reformas a lo largo del siglo XVIII hoy nos ha llegado con una fábrica y unos retablos profusamente barrocos, destacando en su interior la capilla de Jesús Nazareno, en la que se venera esta talla, una de las principales imágenes de la Semana Santa prieguense.

Claro está que la iglesia cuenta con bastantes más imágenes, entre las que se encuentra una de san Diego. He de advertir que su identificación como tal corre exclusivamente de mi cuenta, ya que no existía ningún rótulo identificativo ni tampoco he podido encontrar documentación al respecto, por lo cual la imagen de nuestro santo pasa totalmente inadvertida sin que me sea posible, por consiguiente, aportar ningún dato sobre ella, salvo las fotografías que le hice. No obstante cabe poco margen de error dado que su iconografía es la habitual de nuestro santo, y así me lo ha confirmado don José Prieto, gran conocedor de esta temática.


Imagen de san Diego y detalle de la cabeza


La imagen, de bulto completo, está situada en un retablo lateral adosado al muro de la Epístola -el derecho-, junto al presbiterio y frente a la capilla de Jesús Nazareno, que se abre en el lado opuesto dando a la planta de la iglesia una curiosa forma que recuerda a una L mayúscula invertida. Tal como se puede apreciar en la fotografía el retablo es decididamente rococó y en él ocupa san Diego la hornacina principal, estando rodeado por una nutrida iconografía de diferentes santos. La imagen muestra a san Diego ataviado con el hábito franciscano y sujetando una cruz que le llega hasta los hombros, aunque en esta ocasión no aparece representado el milagro de las rosas. El rostro, con la policromía bastante deteriorada, no deja lugar a dudas, ya que reproduce los característicos rasgos del santo que, gracias a su incorrupción, se repiten con mínimas variantes a lo largo y ancho del arte español.

Y esto es todo cuanto puedo aportar.


Publicado el 8-2-2015