Ramón del Olmo





Existen dos historias muy distintas, la Historia con mayúsculas que es la que viene reflejada en los libros, y la historia con minúscula que es la que escribimos día a día los ciudadanos comunes. La primera de ellas, a veces gloriosa y a veces trágica, siempre es brillante y cargada de oropeles; es, en definitiva, la Historia de los grandes nombres: Alejandro Magno, Julio César, los Reyes Católicos, Cristóbal Colón, Carlos V, Napoleón... La otra, por el contrario, es anónima y callada sin que sus protagonistas lleguen nunca a ser conocidos excepto, quizá, por algún erudito.

Y sin embargo están ahí formando parte fundamental de la sociedad a la cual pertenecen, sin que el silencio de los libros mengüe sus méritos. Y Alcalá, cuya Historia está repleta de grandes nombres (Tenorio, Carrillo, Cisneros, Catalina de Aragón, el emperador Fernando, Cervantes, Figueroa, Solís, Azaña...) nunca hubiera podido existir de no haber sido por tantos y tantos personajes anónimos gracias a los cuales nuestra ciudad es hoy como es.

Es por ello por lo que no podemos ignorar, ni mucho menos menospreciar, a todos aquéllos que, de forma tan callada como eficaz, luchan día a día por una Alcalá mejor. Por este motivo, y porque no son demasiadas las ocasiones en las cuales resulta posible resaltar su labor, es por lo que acepté encantando la invitación que se me hizo de hablar sobre un alcalaíno del cual alguien dijo con total acierto que tenía un corazón tan grande que cabía en él todo Alcalá.

Ramón del Olmo jamás figurará en los libros de Historia, así con mayúscula, pero ni falta que nos hace ya que forma parte indisoluble de esa historia cotidiana que para mí resulta ser más importante que la otra. Ramón es un hombre bueno en el sentido más noble de la palabra, y proyecta su bonhomía allá donde es requerida sin buscar más satisfacción, en un mundo cada vez más materialista e interesado, que la del placer de saberse útil. Es por ello por lo que Ramón se ha ganado con todo merecimiento la estima y el agradecimiento de los alcalaínos logrando el siempre difícil mérito de ser profeta en su tierra, esa tierra complutense por la cual ha demostrado sobradamente su cariño a pesar de que ésta nunca se ha mostrado generosa con sus propios hijos.

Vaya, pues, desde aquí mi felicitación a Ramón del Olmo, y vaya también mi felicitación a Alcalá por contar con la gran suerte de tenerlo.


Publicado en el libro Ramón del Olmo. De todo corazón. Alcalá de Henares, 1997
Actualizado el 6-12-2006