Francisco Antón. De Levante a Castilla





Alcalá, nuestra ciudad, es sin duda una comunidad que desde hace siglos se ha caracterizado por su profunda y arraigada identidad propia, identidad que ha sabido mantener, con mejor o peor suerte pero siempre de forma positiva, a pesar de todos los expolios, olvidos y desdenes, tanto antiguos como modernos, que se ha visto obligada a sufrir a lo largo de su varias veces milenaria historia.

Nuestra ciudad lo ha conseguido gracias fundamentalmente a las personas que a lo largo de los siglos han sido parte de ella; alcalaínos de nacimiento y alcalaínos de adopción, personajes estos últimos cuyo amor a nuestra ciudad es todavía mucho más meritorio que el interés mostrado por los naturales de la vieja y siempre joven Compluto; porque si bien nadie tiene opción a elegir su lugar de nacimiento, la decisión de integrarse en una comunidad distinta a la que les vio nacer supone en todos los casos una voluntariedad que ha de influir favorablemente en la actitud de estos alcalaínos de adopción.

Muchos han sido los personajes que vinieron a nuestra ciudad para quedarse, personajes que han influido de una manera muchas veces decisiva en el devenir histórico alcalaíno. Basta con recordar a Cisneros, a Nebrija, a Laredo, al padre Lecanda... Y más recientemente a Fernando Sancho, a José Chacón, a Francisco Antón... Responsables estos tres últimos del resurgimiento cultural de una Alcalá postrada en el desierto de la última posguerra.

Don Fernando Sancho falleció hace algunos años y don José Chacón ha sido noticia en estas últimas semanas; nos queda, pues, dedicar un recuerdo a don Francisco Antón, y no al Francisco Antón que podemos leer con asiduidad en las páginas de este mismo semanario, sino al Francisco Antón que no aparece en sus artículos, a ese intelectual poseedor de una gran personalidad y un no menos importante bagaje cultural... Porque de lo que no cabe la menor duda es de que don Francisco ha sido una figura capital en la cultura alcalaína de los últimos cuarenta años.

Don Francisco nació, allá por un lejano 28 de enero de 1916, en la alicantina localidad de Novelda, patria del conocido científico y marino Jorge Juan; pero dejemos que sea él quien nos relate su propia vida.

-Señor Antón, ¿cuándo comenzó su afición por la literatura?

-Desde muy pronto. A los ocho años, y con motivo de una excursión escolar al castillo de la Mola, participé en un concurso convocado por nuestro maestro, consiguiendo mi primer premio literario con esta redacción.

-Eso sería, supongo, tan sólo el principio.

-En efecto. Con el paso de los años comencé a colaborar en la prensa local de Novelda, que por entonces contaba con varios periódicos: Reflejos, Adelante...

Por aquella época el joven Francisco Antón ya había comenzado a trabajar en la que sería la profesión de toda su vida y la que sin duda le favoreció la realización de sus inquietudes literarias: Cajista primero y linotipista después hasta jubilarse como jefe de la sección de linotipias en los talleres penitenciarios de aquí, en Alcalá; pero esto tendría lugar mucho más adelante.

-¿Continuó usted escribiendo?

-Sí, durante los años de la república colaboré en el diario El Luchador, de Alicante; era éste un periódico de ideología republicana, pero yo escribía exclusivamente sobre temas literarios.

Un punto de inflexión importante en la vida de Francisco Antón fue, a sus 19 años, la sangrienta guerra civil española; un triste capítulo de la historia reciente de nuestro país que al joven noveldense, al igual que a tantos millones de españoles, afectó de una manera decisiva. Pero don Francisco prefiere olvidar esta época trágica, actitud que yo respeto, aunque no puede ser soslayada una consecuencia de la guerra civil que habría de influir trascendentalmente en su vida: Su traslado a nuestra ciudad en 1942, traslado forzado por las difíciles circunstancias sociales y políticas de la posguerra española el cual, no obstante, acabaría convirtiendo al joven alicantino en un alcalaíno más.

-Don Francisco, díganos cómo tuvo lugar su radicación en Alcalá.

-Dada mi profesión de linotipista conseguí un puesto de trabajo en los talleres penitenciarios y... Aquí me quedé. Me casé con una alcalaína, aquí nacieron mis hijos, y aquí estoy.

-¿Continuó con su labor literaria?

-Por supuesto. Desde el año 1944 he colaborado en varios periódicos locales: Alcalá, Nuevo Alcalá y Puerta de Madrid.

-¿Sólo en periódicos?

-No. En Madrid escribí también en las revistas Fotos e Ínsula; esta última era el medio en el que colaboraban todos los intelectuales españoles que se habían visto obligados a exiliarse una vez terminada la guerra civil.

-Y también una novela...

-¡Oh, sí! La casa de los cuatro vientos. La escribí en 1957 y la edité yo mismo, imprimiéndola en los talleres penitenciarios.

Tengo delante de mí recortes de varios periódicos comentando el libro de nuestro escritor: ABC, Ya, La Voz de Galicia, Índice... Todos con críticas favorables, entre ellas la del poeta y músico Ramón Barce del cual, a manera de muestra, reproduzco este párrafo:

Esta afortunada primera salida de Francisco Antón al campo de la literatura nos autoriza a pensar que la novela española cuenta con un gran narrador del que cabe esperar obras de importancia. La casa de los cuatro vientos es ya una magnífica muestra.

También María Alfaro prologó el libro con encendidas palabras, al tiempo que le introdujo en Ínsula. Pero La casa de los cuatro vientos sería el primer y hasta ahora último libro publicado por nuestro escritor.

-¿Para cuándo el próximo, don Francisco?

Se sonríe, me mira durante un instante y contesta:

-Tengo escrita una novela sobre la guerra y la posguerra, pero es un tema muy triste y además ha perdido actualidad. ¡Se ha escrito tanto sobre la guerra...!

-Usted fue muy pronto parte imprescindible de las tertulias literarias de esa difícil Alcalá de los años cincuenta y sesenta; ¿me equivoco?

- No. Trabajar en una imprenta me había facilitado el contacto con los círculos literarios de Alcalá: José Chacón, Francisco Javier García Gutiérrez, Fernando Sancho, José García Saldaña...

-Y de pronto surgió el milagro: Llanura. Hábleme de ella.

-Llanura fue una quijotada. Era una época muy difícil, y tristemente Llanura se extinguió. Había durado tres años, entre el 62 y el 65.

-Pero Llanura era una revista de poesía, y usted es prosista.

-Yo llevaba la prosa de Llanura, y también la crítica de libros. Por cierto, que fue en Llanura donde apareció un trabajo firmado por mí en el que se reflejaba la estancia de Unamuno en Alcalá invitado por su paisano, el padre Lecanda, trabajo que años más tarde reprodujo Puerta de Madrid por considerarlo de interés local. Recuerdo también mis artículos sobre Juan Alcaide, un poeta manchego, sobre Pedro Salinas, Clemencia Miró, Juan Ramón Jiménez, Azorín...

-Y ahora en Puerta de Madrid.

-Así es. Y ten bien presente que este semanario, en sus casi 17 años de existencia, ha hecho mucho por la cultura alcalaína.

-Otra faceta suya es la de antologista, ya que en poco tiempo ha recopilado y prologado dos antologías: Las Bagatelas de Fernando Sancho y el reciente libro de José Chacón, amén del prólogo del primer libro de este poeta. Así pues, yo le pregunto: ¿Para cuándo su propia antología?

Me mira, se ríe y responde:

-Eso tendréis que hacerlo vosotros.

-¿Pero le gustaría?

-Lo que me gustaría es que, de hacérmela, fuera en vida como a Chacón; una vez muerto ya me da todo igual. Lástima que Fernando Sancho no pudiera ver publicado el libro de sus Bagatelas; le hubiera gustado mucho.

-Existe otra posibilidad, los concursos. ¿Nunca se ha presentado a ninguno?

-Sí lo he hecho, a pesar de que no creo en ellos. Presenté mi novela al Nadal y sólo conseguí un acuse de recibo. En Alcalá sólo conseguí un pequeño premio del gremio de Santa Marta, aunque me he presentado muchas veces a los premios del ayuntamiento.

-Sin resultado.

-En efecto. Antes de la democracia solía concursar hablando de Azaña no como político, sino como literato; y claro está, nunca me premiaban. Con la democracia seguí concursando sobre Azaña tanto como político como literato, pero continué sin premio.

-De sus palabras deduzco que no está muy de acuerdo con el formato actual de estos premios.

-Me parecen mal. Fíjate que José Chacón se presentó muchos años sin que nunca le premiaran, y eso a pesar de que algunos años fueron declarados desiertos.

-Bien, cambiemos de tema. Leyendo sus artículos he llegado a la conclusión de que su escritor favorito es Gabriel Miró, un alicantino como usted. ¿Me equivoco?

-En absoluto. Luego están, para mí, Valle Inclán, Azorín y Pérez de Ayala.

-¿Y de los contemporáneos?

-Tan sólo Cela y Delibes.

-Para terminar, don Francisco, una última pregunta. Es evidente que usted se ha integrado plenamente, desde hace ya muchos años, en la vida alcalaína. Pero dígame, ¿cuál es su relación con su tierra natal?

-Mucha, y profunda. Colaboro con la revista Betania, de Novelda, todos los años. Allí soy muy querido, y se han acordado de mí en varias ocasiones. Vicente Ramos, en su libro Literatura alicantina de la posguerra, publicado en Alicante en 1967, dedica un comentario a mi novela; también me recuerdan en el libro Figuras literarias noveldenses, donde aparece una pequeña biografía y una crítica de la novela, y José María Aguado, en sus Primaveras recobradas, me dedica todo un capítulo.

Éste es Francisco Antón, un alicantino que un buen día cambió al seco Vinalopó de su Novelda natal por ese Henares al que tan bellas palabras dedica en sus artículos; porque don Francisco ha sabido ser alcalaíno sin dejar por ello de ser levantino.




Addenda

Francisco Antón no tardó demasiado en ver publicada una antología suya; en noviembre de 1986 aparecía Figuras y paisajes, una recopilación de artículos aparecidos en la prensa alcalaína que incluía el titulado Manuel Azaña, ese desconocido, publicado en julio de 1985 -es decir, apenas dos meses después de la entrevista- y el cual le valió el premio de periodismo Ciudad de Alcalá de Henares.

Siguió colaborando durante muchos años en la prensa de su ciudad de adopción, hasta que su avanzada edad le obligó a dejarlo. Falleció el 15 de enero de 2012, días antes de cumplir 96 años.


Publicado el 11-5-1985, en el nº 949 de Puerta de Madrid
Actualizado el 25-1-2012