Las bodas de Camacho, de José María Sert





Las bodas de Camacho, de José María Sert. Vista general



José María Sert, nacido en Barcelona el 21 de diciembre de 1874 y fallecido en esta misma ciudad el 27 de noviembre de 1945, fue un pintor español que destacó especialmente como muralista, dejando notables muestras de su obra en lugares tales como la catedral de Vic -cuyos murales se vio obligado a rehacer tras haber quedado destruidos durante la Guerra Civil-, el Palacio de Justicia y el Ayuntamiento de Barcelona, la iglesia de San Telmo de San Sebastián y, ya fuera de nuestro país, con diversas obras en Francia, Bélgica, Italia o los Estados Unidos, alcanzando especial relevancia por lo simbólico del edificio la decoración de la Gran Sala del Consejo de la sede de la Sociedad de Naciones en Ginebra, donde representó una serie de alegorías sobre la Guerra y la Paz, el Progreso de la Humanidad, la Justicia y el Derecho Internacional, rematando todo el conjunto un medallón central en el que cinco figuras gigantescas representando a los continentes destruyen conjuntamente un arco, símbolo de la guerra. Asimismo, pintó las escenografías de la ópera de Albéniz Goyescas y de varios montajes de la compañía de ballets rusos de Diaghilev.

Sert fue un pintor muy apreciado en su época, y uno de los países de los que recibió numerosos encargos fueron los Estados Unidos. Fue allí, y más concretamente en el legendario hotel Waldorf Astoria de Nueva York, donde entre los años 1929 y 1930 realizó la decoración de su comedor principal con una serie de quince lienzos dedicados al conocido episodio del Quijote Las bodas de Camacho, aunque en realidad tan sólo uno de ellos lo representa claramente, siendo los catorce restantes escenas pintorescas del folklore español, alguna de ellas tan poco manchega como la de los castellers.

Los temas tratados en esta quincena de cuadros son los siguientes: Las bodas de Camacho, El saltocarnero, Castellers, La charanga, Bailarines, La buenaventura, El astrólogo, Los borrachos, Los trapecios, Guitarras y bandurrias, Funámbulos, Los toros, Caballerías, El forzudo y La siesta.




Las bodas de Camacho, de José María Sert. Detalle


Conforme era habitual en Sert, se trata de cuadros de grandes dimensiones: el de Las bodas de Camacho mide 4,20 × 6,40 metros, y los restantes, de formato alargado, tienen todos ellos 4,20 metros de altura, oscilando su anchura entre los 1,56 y los 2,60 metros dependiendo de la de los huecos entre ventanas en los que fueron colocados. La técnica utilizada por el pintor barcelonés fue la suya habitual de la grisalla, muy frecuente durante la Edad Media y el Renacimiento pero no tanto en el siglo XX; ésta consiste en el uso de tonalidades monocromáticas, o con una paleta muy reducida de colores, en la que se juega con la escala de grises, o con la intensidad del color correspondiente, realzándose los claroscuros de modo que el resultado final recuerda a los relieves escultóricos. En esta ocasión Sert recurrió a las gamas de colores oro y negro, lo que produce un curioso efecto en unos cuadros en los que predominan las tonalidades ocres, rojas, amarillas y negras. En cuanto al estilo de los cuadros, éste recuerda poderosamente a las obras de Goya, en especial a los cartones para tapices e incluso, en ocasiones, también a sus Caprichos.

El resultado, huelga decirlo, fue de una gran monumentalidad y a Sert le reportó la nada desdeñable cifra de 150.000 dólares de entonces, equivalentes a un buen puñado de millones de dólares actuales, lo cual, teniendo en cuenta que su ejecución coincidió con el estallido del gran crack financiero de 1929, da buena muestra de la alta valoración que tenía la obra del artista español en los Estados Unidos de su época.

Una vez terminados los cuadros éstos se conservaron en el lugar para el que fueron pintados hasta 1972, fecha en la que fueron retirados por los propietarios del hotel tras realizar una remodelación del comedor. Por fortuna fueron adquiridos y traídos a España, pasando a formar parte de la colección de arte del Banco Hispano Americano y, tras ser absorbido por éste, a la del Banco Santander, estando depositados actualmente en el museo que la fundación cultural de este banco posee en la localidad madrileña de Boadilla del Monte, donde se pueden visitar; si ello no fuera posible, también se pueden contemplar con todo detalle en la página web de la Fundación Banco Santander, incluyendo una recreación en 3D de la desaparecida decoración del comedor.

En 2008 se subastó en Gran Bretaña un óleo de 62,5 × 93,5 cm., posiblemente un boceto del cuadro principal, del cual desconozco su actual paradero.

Aunque los quince cuadros son interesantes en su totalidad, tan sólo voy a hacerme eco del principal, dado que es el único al que se le puede considerar, en puridad, vinculado con la obra cervantina. Éste, tal como se puede apreciar en la fotografía, que he copiado de un antiguo catálogo de la Fundación Banco Hispano Americano1, representa al ya aludido episodio de Las bodas de Camacho, incluido por Cervantes en los capítulos XIX a XXI de la segunda parte del Quijote.

Su argumento es sobradamente conocido: Don Quijote y Sancho llegan al lugar donde se va a celebrar la boda entre Camacho, un rico labrador, y Quiteria, una bella joven de la que está enamorado Basilio, un pastor pobre al que Quiteria correspondía hasta que el padre de ésta, estimando que Camacho era mucho mejor partido para su hija, la había comprometido a éste desbaratando los amores entre ambos.

Pero el despechado Basilio no se arredra ante el infortunio y, presentándose de improviso ante los novios y los invitados, saca un cuchillo y finge suicidarse al no haber podido ser él quien contrajera matrimonio con Quiteria. Al verle moribundo el cura intenta administrarle la extremaunción, pero éste se niega a no ser que antes sea casado con Quiteria in articulo mortis. Accede el cura con el consentimiento de Camacho y, para sorpresa de todos, una vez consumado el casamiento Basilio se levanta indemne confesando que su falso suicidio había sido una farsa para arrebatar a Camacho la mano de Quiteria, frustrando así los planes de éste.

Como cabe suponer la burla provoca una tremolina entre los partidarios de Camacho, que consideran que la forzada boda es nula al haber sido realizada mediante engaño, y los defensores del ingenioso Basilio, a los que apoya la propia Quiteria que no parece mostrarse disconforme con el repentino cambio de marido. Finalmente será Don Quijote, convertido en protector de la feliz pareja, quien ejerza de juez entre ambos bandos con las siguientes palabras:


Teneos, señores, teneos, que no es razón toméis venganza de los agravios que el amor nos hace, y advertid que el amor y la guerra son una misma cosa, y así como en la guerra es cosa lícita y acostumbrada usar de ardides y estratagemas para vencer al enemigo, así en las contiendas y competencias amorosas se tienen por buenos los embustes y marañas que se hacen para conseguir el fin que se desea, como no sean en menoscabo y deshonra de la cosa amada. Quiteria era de Basilio, y Basilio de Quiteria, por justa y favorable disposición de los cielos.


Logrando así que el ingenioso Basilio se salga con la suya. Las bodas de Camacho, por cierto, han pasado al acervo popular como símbolo de desmesura gastronómica, dada la magnitud pantagruélica del banquete que Camacho insistió en celebrar pese a haberse quedado compuesto y sin novia.

La visión que nos ofrece Sert del episodio cervantino no puede ser más personal a la par que alejada por completo de las tradicionales interpretaciones románticas de la obra de Cervantes, con una composición a base de un complejo entramado de escaleras y niveles que recuerda poderosamente a ciertos montajes escenográficos modernos. El foco de atención del cuadro lo constituye, obviamente, la pareja formada por Basilio y Quiteria, que en actitud triunfal parecen presidir la escena desde lo alto de un muro.

Frente a ellos, de espaldas al espectador y caballero sobre Rocinante, Don Quijote les saluda ceremoniosamente, mientras en un plano inferior Sancho Panza, montado en su rucio, aparece involucrado en la trifulca desatada entre los partidarios de Camacho y los defensores de Basilio. El resto de los personajes, entre los que no se vislumbra a nadie que pueda ser identificado fácilmente con el burlado Camacho, forman una especie de orla que rodea a los protagonistas principales por todos los lados, incluyendo el superior; todos ellos forman un abigarrado mosaico de tipos sertianos -permítaseme el neologismo- dispuestos en los vigorosos escorzos a los que acostumbra el pintor, el cual no duda en incluir anacronismos tales como una llamativa chistera. El resultado, huelga decirlo, no puede ser más espectacular.




Casamiento de Basilio y Quiteria, de Manuel García Hispaleto


Resulta interesante, por último, comparar el cuadro de Sert con los de otros dos pintores de estilo muy diferente al suyo, Manuel García Hispaleto (1836-1898) y José Moreno Carbonero (1860-1942), que abordaron el mismo tema. El cuadro de Hispaleto, que por cierto se conserva en la Casa de Cervantes de Alcalá, fue pintado en 1881 y pertenece a la escuela historicista tan en boga en la pintura española de la época.




Las bodas de Camacho, de José Moreno Carbonero
Fotografía tomada de ceres.mcu.es


Moreno Carbonero, autor de cuadros tan conocidos como La conversión del duque de Gandía, El príncipe don Carlos de Viana o La entrada de Roger de Flor en Constantinopla, pintó el suyo en 1936, ya en las postrimerías de su carrera y algunos años después del de Sert, aunque su estilo es, como cabe suponer, mucho más clásico. Es propiedad de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando.




1 Colección Banco Hispano Americano. Catálogo. Fundación Banco Hispano Americano. Coordinación Lorena Magee. Diseño y realización Ediciones El Viso. Banco Hispano Americano. Madrid, 1991.


Publicado el 7-11-2014