La presencia de Cervantes en Madrid
Sus restos mortales





Lápida colocada en la iglesia de las Trinitarias tras el descubrimiento de sus restos mortales


Tal como es sabido, Cervantes fue enterrado en 1616 en la iglesia de las Trinitarias, perdiéndose el rastro de su enterramiento. Durante mucho tiempo no hubo interés en buscarlo, básicamente, porque se daba por perdido, pero en la primavera de 2014 se realizaron unos trabajos de prospección que consistieron en su primera fase en la obtención de un mapa del subsuelo de la iglesia mediante medidas de georradar, una técnica que permite realizar prospecciones sin necesidad de excavar el terreno. Un año más tarde, durante los primeros meses de 2015, se procedió a un estudio exhaustivo de las tumbas existentes en la cripta de la iglesia. Finalmente, el 17 de marzo de ese año los miembros del equipo multidisciplinar que realizó la búsqueda hizo públicas sus conclusiones: se habían hallado algunos restos óseos posiblemente pertenecientes al autor del Quijote.

En realidad es probable que mucho de este trabajo se hubiera podido evitar de haberse consultado previamente el archivo del convento, ya que fue éste quien dio la clave que permitió culminar con éxito la búsqueda. Lo que los investigadores encontraron no fue el enterramiento original de Cervantes, dado que éste no existía, sino el resultado de una reducción de restos realizada no muchos años después de su muerte, concretamente en 1630. Estas mondas, tal como se las llamaba entonces, eran habituales y se realizaban de forma periódica, en ocasiones para hacer sitio a los nuevos enterramientos, y en otras por cuestiones pecuniarias, puesto que los propietarios de las iglesias -parroquias, órdenes religiosas...- solían cobrar por mantener las inhumaciones. Y Cervantes, conviene no olvidarlo, murió pobre y sin descendencia más allá de su única hija. Según estos documentos el convento de las Trinitarias cambió de patronazgo -los benefactores, normalmente miembros de la nobleza, que solían sostenerlos económicamente- en 1630, y los nuevos patronos exigieron que se exhumaran todos los enterramientos anteriores con objeto de disponer del control de las nuevas inhumaciones. Las monjas obedecieron y recogieron los restos existentes entonces, diecisiete cuerpos en total incluyendo los de varios niños, conservándolos en el convento aunque no de forma individualizada, ya que mezclaron todos los huesos. A la postre esto pudo resultar una suerte, ya que la iglesia primitiva fue demolida a finales del siglo XVII y, de no haberse procedido así, es posible que se hubieran perdido para siempre.

Una vez levantada la iglesia actual, los restos retirados en 1630 fueron trasladados, como muy tarde en 1730, a la cripta, donde fueron enterrados en el osario descubierto en 2015. Según el informe de los investigadores no cabe duda de que entre ellos se encuentra todo lo que queda de Cervantes, apenas un pequeño puñado de restos óseos en muy mal estado de conservación, pero resulta prácticamente imposible identificarlos separándolos del resto ya que, ante la ausencia de enterramientos de familiares directos, no se puede realizar un estudio de ADN. Aunque se habló de la posibilidad de cotejarlo con el de su hermana Luisa de Belén, enterrada en el convento alcalaíno de la Imagen, pronto se vio que eso no resultaba viable, ya que lo que pudiera quedar de ésta también había ido a parar al osario común de las monjas carmelitas.

Finalmente, y ante la imposibilidad de individualizar los restos encontrados en el osario, todos ellos fueron inhumados de forma conjunta, el 11 de junio de 2015, en el lugar anteriormente dicho, dentro de la iglesia de las Trinitarias.


Publicado el 28-3-2007
Actualizado el 23 -6-2015