Gabriel Vázquez, jesuita y teólogo





Retrato de Gabriel Vázquez, obra de Dionisio Santiago Palomares
Colección Borbón-Lorenzana. Archivo municipal de Toledo (www.ayto-toledo.org)



Aunque son muchos los jesuitas vinculados con Alcalá -el último de ellos el Papa Francisco- que, a lo largo de los siglos, alcanzaron renombre en las distintas facetas de la ciencia y la cultura, uno de los que merecen ser recordados por sus notables méritos es sin duda Gabriel Vázquez, uno de los principales teólogos españoles de la segunda mitad del siglo XVI.

Nació Gabriel Vázquez en 1549 en la localidad conquense de Belmonte, situada en el suroeste de la provincia y perteneciente por lo tanto a la comarca de la Mancha. Era hijo del bachiller Pedro Vázquez, que llegaría a ser alcalde de Belmonte, y de doña María de Mendoza, y hermano de Francisco Vázquez, también jesuita y teólogo aunque no alcanzó la talla de Gabriel.

Pese a contar tan sólo con poco más de dos mil habitantes, Belmonte ha sido cuna, además de Gabriel Vázquez, de otros personajes ilustres de la talla de Fray Luis de León, del religioso cisterciense fray Pedro de Lorca, también vinculado a Alcalá, del misionero jesuita san Juan del Castillo, muerto en Paraguay en 1628 a manos de los indígenas guaraníes, y de don Juan Pacheco, Marqués de Villena, uno de los nobles más poderosos de los reinados de Juan II y Enrique IV. Belmonte cuenta asimismo con un notable patrimonio monumental, en el que destacan su imponente castillo y la colegiata de San Bartolomé.

Nuestro personaje, tras estudiar Gramática en el colegio jesuita recién fundado en su pueblo natal por san Francisco de Borja, marchó a la Universidad de Alcalá, donde ingresó en la Compañía de Jesús el 9 de abril de 1569. Tras concluir su noviciado cursó estudios de Cánones y Filosofía en el colegio alcalaíno de su orden, teniendo como profesor a Alonso Deza; más tarde, los completaría en los colegios que su orden tenía en Toledo y Sigüenza. Terminada su formación académica, fue elegido por sus superiores para ejercer como profesor, primero en el colegio de Ocaña y posteriormente, en 1572, en el de Alcalá, donde impartió clases de Filosofía aristotélica. Entre 1575 y 1577 enseñó Moral en Ocaña, y entre este último año y 1579 fue profesor de Teología en Madrid, de donde pasó de nuevo a Alcalá.

En 1585 fue enviado a Roma para sustituir al prestigioso Francisco Suárez, permaneciendo durante seis años en la Ciudad Eterna durante los cuales alcanzó fama como teólogo llegando a ganarse las alabanzas del propio Papa Gregorio XIV, que le llegó a considerar, junto con Suárez, una de las dos antorchas de la Iglesia. Sintiéndose enfermo y cansado solicitó volver a España en 1591 retornando al Colegio Máximo alcalaíno, en el que volvió a impartir Teología hasta su muerte, ocurrida el 23 de septiembre de 1604 en el transcurso de una de sus clases.

Gabriel Vázquez fue uno de los más significados teólogos de su época y puntero dentro de su orden, gracias a sus profundos conocimientos de la Biblia, de los Padres de la Iglesia -en especial de san Agustín- y de la Historia Eclesiástica. Partiendo del Probabilismo defendido por Luis de Molina, y tras discrepar en algunos puntos importantes con éste, pasó a defender junto con Francisco Suárez y Roberto Belarmino -con los que también acabaría teniendo diferencias- el Congruismo, un concepto teológico que defendía que la concesión de la gracia divina debía ser congruente con la capacidad del hombre para recibirla, ya que si éste no era merecedor de ella Dios, en su omnisciencia, se la negaría.

No fue éste el único motivo por el que mantuvo polémicas, ya que algunas de sus teorías llegaron a ser condenadas por el Papa Clemente VIII viéndose obligado a retractarse de ellas, e incluso llegó a ser procesado por la Inquisición, que le mantuvo encarcelado en 1602 durante mes y medio, por mantener que no era dogma de fe el hecho de que el Papa fuera sucesor de san Pedro.

Gabriel Vázquez fue asimismo un fecundo escritor, aunque buena parte de sus libros quedaron inéditos a su muerte, siendo publicados de forma póstuma. Sus principales obras fueron De cultu adorationis libri tres et disputationes duae contra errores Felicis et Elipandi (Alcalá, 1594); Commentariorum ac Disputationum in (partes) S. Thomae (Alcalá, 8 volúmenes, 1598-1615); Paraphrasis et compendiaria explicatio ad nonnullas Pauli Epistolas (Alcalá, 1612); Opuscula moralia; Disputationes metaphysicae desumptae ex variis locis suorum operum (Madrid, 1617); De eleemosyna, scandalo, restitutione, pignoribus et hypothesis, testamentis, beneficiis, redditibus, eclesiasticis (1617); In Divi Thomae Summam Theologicam Metaphisicae Disquisitiones; Discurso acerca de las fuerzas y el Tratado canónico en defensa del Papa. En 1620 sus obras fueron recopiladas en diez tomos y publicadas en la ciudad francesa de Lyon.


Publicado el 27-12-2013