Antonio de Solís y Rivadeneira,
historiador de la conquista de México





Monumento a Solís en su ciudad natal de Alcalá de Henares



Antonio, hijo del Licenciado Gerónimo de Solís Ordóñez. = En la Villa de Alcalá, dentro de la Iglesia Colegial, á veinte ocho dias del Mes de Julio año de mil y seisos. y diez, yó el Maestro Juo. de Ortega, Cura perpétuo de la dha iglesia, bapticé á antonio, hijo de Licdo. Juo. Germo. de Solís ordoñez y de doña ana maría de Rivadeneira su mujer fué compadre de pila gonzalo mexía de santaren, al qual dige y advertí el parentesco spual. y obligacion que contraxo, fué comadre mayor doña maría de anaya, teso. Jo. de Mena sacristan y diego del valle y floro. gonzalez y otros muchos. El Maestro Juo. de Ortega.

Libro parroquial de bautismos de San Justo de 1-1-1607 a 9-10-1619. Folio 124.


Dentro de la saludable animación que sacude al mundillo cultural alcalaíno en estos primeros días del recién estrenado 1986, no cabe la menor duda de que uno de los actos más importantes (y más esperados) es la celebración del V centenario de la histórica entrevista entre Cristóbal Colón y los Reyes Católicos, entrevista que tuvo lugar en nuestra ciudad.

Alcalá se suma así, por voluntad propia, a los actos conmemorativos del quinto centenario del descubrimiento de América y, aunque lo hace en varios frentes culturales, quizá el acto más llamativo sea la inauguración de un monumento alusivo en la plaza de los Santos Niños, monumento cuya descripción fue recientemente publicada en las páginas de este mismo semanario. Recordemos, no obstante, que este monumento contendrá, junto a una alegoría al descubrimiento, sendos medallones dedicados a los tres personajes que más directa relación mantuvieron entre Alcalá y las entonces llamadas Indias Occidentales: Cristóbal Colón, Pedro Sarmiento de Gamboa y Antonio Solís y Rivadeneira. En cuanto al resto de los personajes dignos de ser recordados por este motivo, será labor de los historiadores locales ir dando a conocer sus respectivas biografías.

En estas últimas semanas han sido varios los artículos aparecidos sobre estos dos primeros personajes, por lo que les recomiendo que repasen los últimos ejemplares de Puerta de Madrid donde se da cumplida cuenta de la razón de su homenaje. Sin embargo, no ha ocurrido lo mismo con el tercero de ellos, Antonio de Solís, lo que me ha movido a intentar cubrir desde mi modesto lugar de aficionado a la historia local este vacío informativo a la espera de que personas más expertas contribuyan a rescatar a este insigne alcalaíno del semiolvido en el que actualmente se encuentra.

Corría el verano de 1610 cuando, en el propio edificio de la universidad alcalaína, nacía el hijo de Juan Jerónimo de Solís y de doña Ana María de Rivadeneira. Sin embargo, los distintos autores que he consultado no se ponen de acuerdo sobre el día exacto de su nacimiento ya que, mientras algunos apuntan el 16 de junio, otros aseguran que ocurrió el 18 de julio. Se conoce, no obstante, la fecha de su bautizo tal como viene reflejado en el libro de bautismos de la parroquia de San Justo, documento que reproduzco en este artículo: el 28 de julio de 1610.

Antonio de Solís cursó sus primeros estudios en nuestra ciudad, aunque no acudiría a la universidad complutense sino a la de Salamanca. De acuerdo con los cronistas se distinguió desde muy joven no sólo como estudiante sino también como escritor y dramaturgo, ya que apenas contaba con 17 años de edad cuando estrenó en Salamanca, en 1627, la comedia titulada Amor y obligación, obra que al parecer nunca llegó a ser publicada. Sin embargo, esta comedia debió de alcanzar bastante éxito a raíz de su estreno, puesto que le valió al joven Solís el interés de los principales autores teatrales de su época, entre ellos el propio Calderón de la Barca, que sería su maestro y amigo, y Antonio Coello, que le tendría por colaborador en algunas de sus obras.

A esta valía como dramaturgo y poeta unía el joven Solís una sólida formación en latín, retórica, filosofía, leyes y cánones y ciencias morales y políticas, producto de la gran ansia de saber que caracterizaba a este alcalaíno. Pasado el tiempo comenzaría a obtener Solís el producto de su tesón: Contando 27 años de edad entró como secretario del conde de Oropesa, entonces virrey de Navarra y luego de Portugal.

Mas a pesar de las obligaciones de su empleo y a los condicionantes que le suponían sus continuados estudios, Antonio Solís consiguió escribir, cada vez con más éxito, nuevas comedias tales como las tituladas Orfeo y Eurídice (1642), Triunfos de Amor y Fortuna (1681), El amor a la moda (traducida al francés por Corneille) (1681), El alcázar del secreto (1681), El doctor Carlino (1681), Un bobo hace ciento (1681), Las amazonas (1681), La gitanilla de Madrid (1681), Amparar al enemigo (1681), La más dichosa venganza, El niño caballero y en colaboración con otros autores La renegada de Valladolid y La restauración de España con Monteser y Silva y Las vecinas y El pastor Fido con Coello y Calderón.

Otras obras literarias suyas serían la inconclusa comedia Amor es arte de amar y una antología titulada Poesías varias sagradas y profanas, publicada póstumamente en 1692 por Juan de Goyeneche junto con una biografía suya.

Pero si bien puede considerarse a Solís como a uno de los más importantes dramaturgos españoles de segunda fila en aquel fecundo siglo XVII, no sería ésta no obstante su más importante faceta. Continuando con su carrera profesional, vemos como en 1654 se trasladó a Madrid siendo nombrado por Felipe IV secretario real, cargo al que renunciaría poco después traspasándoselo a un allegado suyo con el consentimiento del monarca.

Más adelante, en 1661, sería nombrado cronista mayor de las Indias por la reina gobernadora doña María Ana de Austria a la muerte de su antecesor en el cargo, Antonio de León Pinelo; éste sería el origen de su más afamada obra, la Historia de la conquista de México, población y progresos de la América septentrional, conocida por el nombre de Nueva España (Madrid, 1684).

Sin embargo, entre ambos hechos mediaría un episodio de importancia capital en la vida de Solís: La renuncia en 1667 a su importante cargo en la Corte y su ordenación como sacerdote a los cincuenta y siete años de edad. A partir de entonces abandonaría totalmente sus actividades literarias dejando sin terminar su comedia Amor es arte de amar y negándose rotundamente a continuar los autos sacramentales de Calderón a pesar de que le fuera ofrecido a la muerte del dramaturgo

A partir de entonces Solís se volcó en la redacción de su magna Historia, labor que le llevaría un total de veinte años de trabajo y que le consagraría como uno de los principales historiadores, si no el que más, de la América hispana... A pesar de que Solís jamás llegó a poner el pie en el nuevo continente, lo cual no influyó en el valor intrínseco de su trabajo aunque sí le indujo a cometer algunas curiosas incongruencias como la de hacer hablar a los indios americanos exactamente igual que un cortesano madrileño.

Por fin vería publicada Solís la primera parte de su Historia en el año 1684, apenas dos años antes de su muerte, que le sorprendería en Madrid el 19 de octubre de 1686 haciéndole dejar inconclusa e inédita la segunda. Dada su pertenencia a la congregación madrileña de Nuestra Señora del Destierro, Solís sería enterrado en la capilla que bajo la advocación de esta virgen existía en el convento de San Bernardo de Madrid.

Una vez fallecido Solís su obra alcanzó rápidamente celebridad hasta el punto de alcanzar otras quince ediciones en Madrid a lo largo de los siglos XVIII y XIX, cinco en Barcelona, una en Sevilla, una en La Haya, dos en Bruselas, dos en Londres, cuatro en París, una en Lyón y otra en Florencia, amén de otras menos importantes. En lo que respecta a las ediciones españolas, la más reciente es la madrileña de 1879, lo que da idea de la vigencia de la obra de Solís a lo largo de los siglos.

Ésta fue la vida y la obra de uno de los más importantes alcalaínos, Antonio de Solís y Rivadeneira, personaje cuya memoria quedó perpetuada en el monumento de la plaza de los Santos Niños en un homenaje que vino a sumarse a la calle que tenía dedicada en Alcalá, cuyas placas convendría rotular el nombre completo de nuestro historiador y no sólo su primer apellido, evitando así confusiones con otros personajes como Diego de Torres Villarroel que nada tuvieron que ver con nuestra ciudad.


Publicado el 11-1-1986, en el nº 982 de Puerta de Madrid
Actualizado el 9-3-2007