Antonio Marqués y Espejo, precursor
de la ciencia ficción en España





Portada de la edición de Viaje de un filósofo a Selenópolis de Libros Mablaz



Aunque muchos de los personajes que tuvieron vinculación con Alcalá y la Universidad vivieron en los siglos XVI y XVII, no por ello conviene olvidar a los nacidos en siglos posteriores, menos conocidos en su mayor parte que los anteriores pero no por ello menos importantes.

En especial, y en lo que se refiere a la Universidad aunque ésta ya no pasaba por sus mejores épocas, pasaron por sus aulas una serie de interesantes personajes a lo largo del siglo XVIII e incluso durante el primer tercio del XIX, antes de que ésta fuera suprimida aprovechándose sus cenizas para crear la nueva Universidad Central madrileña.

El siglo XVIII fue una época compleja en la historia de España. Por un lado la nueva dinastía borbónica rescató a nuestro país de la decadencia en la que había estado sumido durante las décadas anteriores, modernizándolo y trayendo las nuevas ideas de la Ilustración. Por otro, desde un punto de vista literario fueron unos años aburridos en comparación con el brillante Siglo de Oro, aunque en contraposición la ciencia y la técnica alcanzaron unas cotas que la situaron al nivel de los principales países europeos. Incluso políticamente, aun con altibajos, España recuperó en buena parte su condición de antigua potencia mundial, conservando su imperio prácticamente intacto.

Sólo durante la última década del siglo, ya bajo el reinado del débil Carlos IV y sobre todo a causa de la mala gestión de su primer ministro Godoy, nuestro país cayó en una profunda crisis política y económica que se agudizó con las intromisiones napoleónicas para acabar hundiéndose, ya en el siglo XIX, con los estragos de la Guerra de la Independencia y el nefasto reinado de Fernando VII.

Fue también el XVIII un siglo de contradicciones, donde las ideas progresistas de los ilustrados chocaron con la España tradicional que se resistía con tenacidad a cualquier atisbo de cambio, como bien quedó reflejado en el famoso Motín de Esquilache.

Y fue entonces, concretamente el 11 de junio de 1762, cuando en el pequeño pueblo alcarreño de Gárgoles de Abajo, cercano a Cifuentes, nacía Antonio Marqués y Espejo, que andando el tiempo sería conocido como escritor y dramaturgo.

Su padre, el abogado José Marqués, trabajaba para Pedro de Alcántara Álvarez de Toledo y Silva Mendoza, duodécimo duque del Infantado, lo cual le valió a Antonio la protección del importante aristócrata, que le concedió una pensión para que pudiera estudiar en la Universidad de Alcalá, en la que se matriculó a los catorce graduándose cuatro años después como maestro de Filosofía.

No terminó sus estudios en Alcalá sino en Valencia, donde se doctoró en Teología y se ordenó sacerdote, pese a que su vocación no era la religiosa sino la docente, algo que no pudo lograr puesto que suspendió las oposiciones a catedrático de Filosofía en la Universidad de Valencia, aunque parece ser que sí llegó a ser profesor interino. Según la página web de la Real Academia de la Historia fue miembro del gremio de maestros de la Universidad de Alcalá y del claustro de la de Valencia.

No le debió de ir demasiado bien en la carrera académica, puesto que entre 1802 y 1804 fue capellán colector de la Real Casa de Recogidas de la Corte, cargo que perdió por causas desconocidas siendo desterrado a un pueblo de la Tierra de Campos. Finalmente en 1815 consiguió una plaza de beneficiado -cargo eclesiástico que disfrutaba de rentas propias- en la parroquia de la localidad valenciana de Alberique, que al parecer conservó hasta su muerte.

Pero, como acabo de comentar, Marqués y Espejo no debía sentir demasiado apego por la vida religiosa. Un viaje a Francia, cuna de la Ilustración, le abrió las puertas de ésta, algo excepcional en el bajo clero español de la época alineado por lo general con el tradicionalismo y el conservadurismo si no con el integrismo, con órdenes tan poderosas como la jesuita opuestas a las nuevas ideas importadas del país vecino, lo que provocaría su fulminante disolución.

Vuelto de Francia Marqués y Espejo sería tildado de afrancesado, encontrando oposición a sus ideas ilustradas pese a que su talante era reformista e intentaba conciliar la modernidad con la ortodoxia católica, algo complicado cuando la Revolución Francesa había convulsionado a toda Europa provocando un repliegue de nuestro país, ya bajo Carlos IV, hacia posiciones mucho más conservadoras.

Marqués y Espejo fue esencialmente un escritor que intentó vivir de los libros que publicaba, y aunque abordó diferentes géneros donde más destacó fue en el narrativo pese a que también escribió obras dramáticas, poesías y ensayos, en ocasiones traduciendo o reescribiendo textos originales franceses. Su obsesión fue el regeneracionismo de nuestro país, dándose la trágica circunstancia de que le tocó vivir, ya en su madurez y durante los últimos años de su vida el irrefrenable hundimiento de España. Se desconoce el año exacto de su muerte, posterior a la publicación de su último libro en 1828 y probablemente hacia 1830, al parecer en tierras valencianas.

Títulos como La filantropía o La reparación de un delito,La recompensa del arrepentimiento -ambas obras dramáticas-, Anastasia o la recompensa de la hospitalidad -novela- o Relación de los títulos, méritos, grados, ejercicios literarios y actos positivos , Recreos morales del ciudadano Hekel o Higiene política de España, o medicina preservativa de los males morales con que la contagia la Francia, Amor y virtud a un tiempo -ensayos- dan buena muestra de su interés pedagógico muy en la línea de la ideología ilustrada, a los que se suman temas tan curiosos como elDiccionario de varios conocimientos críticos, eruditos y curiosos, Retórica epistolar o Arte nuevo de escribir, Historia de los naufragios o colección de las relaciones más interesantes de los naufragios, invernaderos, desamparos, incendios, hambres y otros acontecimientos desgraciados, sucedidos en el mar desde el siglo XV hasta el presente o el Diccionario feyjoniano, dedicado a la obra del Padre Feijoo.

No obstante, su obra más conocida es quizá Viaje de un filósofo a Selenópolis, publicada en 1804 en la imprenta madrileña de Gómez Fuentenebro y reeditada en 2015, más de dos siglos después, por la editorial Mablaz1.

Se trata de una novela a la que, aunque algunos autores han considerado como uno de los primeros precedentes españoles de la ciencia ficción, en realidad habría que incluirla en el apartado de las utopías, un género que hunde sus raíces en la antigüedad con obras como los diálogos de Platón Timeo y Critias, en los que el filósofo describe a la Atlántida como una sociedad ideal. En ella Marqués y Espejo aprovecha el viaje de un filósofo -su alter ego- a la Luna para explayarse con sus teorías sociales, sin que en realidad haya gran cosa en ella no ya de ciencia ficción sino incluso de temática fantástica, siendo lo poco que hay una mera excusa para desarrollar su inenciones didácticas.

Además, tiene truco. Selenópolis no es una obra original suya, al menos tal como lo entendernos ahora, sino la traducción y reescritura de Le voyageur philosophe dans un pays inconnu aux habitants de la Terre, escrita por el francés Mr. de Listonai bajo el seudónimo de Daniel Villeneuve y publicada en Ámsterdam en 1761, cuarenta y tres años antes de la versión de Marqués y Espejo. Según nuestro criterio actual se trataría de un plagio incluso cuando tras haber pasado tanto tiempo el original francés estaría olvidado y su autor presumiblemente fallecido; pero en su época los criterios eran más laxos y, como afirma Ricardo Muñoz Fajardo en el prólogo de la reedición, estas iniciativas, por lo demás frecuentes, eran consideradas más bien como reescrituras adaptadas al país al que iban dirigidas, España en este caso. Y desde luego, lo que sí hizo Marqués y Espejo fue reescribir el original a su antojo extrayendo las partes que le interesaban -aproximadamente un quinto del total- y añadiendo un capítulo propio.

En cualquier caso, lo que preocupaba a Marqués por encima de todo, dada su condición de ilustrado, era el fomento de la educación en España incluyendo la femenina, algo poco habitual en su época. Por esta razón sorprende encontrarnos en Selenópolis con este párrafo que, si bien procede del original francés, es asumido como propio por nuestro autor:


Con muy corta diferencia relativa a la constitución y a las funciones propias de cada sexo en particular, la educación de nuestras mugeres es la misma que la de los hombres. Llegamos a conocer el abuso de la ignorancia con que se criaban antes las niñas sobre ciertas materias cuya propiedad y exercicio son comunes a toda la humanidad. Se ha visto por experiencia que, comunicándolas las luces de que una falsa y miserable preocupación las había privado, la carrera de las ciencias y de las artes se ha extendido, y que la sociedad gana mucho en ello sin que pierda nada la economía doméstica, ramo perteneciente a esta bella mitad del mundo.


Ciertamente no se puede hablar de feminismo, tal como lo entendemos ahora, ni de igualdad entre los dos sexos dada la coletilla final “sin que pierda nada la economía doméstica, ramo perteneciente a esta bella mitad del mundo”, pero en cualquier caso el escritor alcarreño fue un avanzado para su época. Recordemos que la propia Doctora de Alcalá, una vez terminados los fastos de su graduación universitaria en 1785 bajo patrocinio real, siguió los pasos de las hijas de la aristocracia española casándose en 1789, a los veintiún años de edad, con un noble, por lo que su carrera académica concluyó justo en el momento en el que se había iniciado.




1Antonio Marqués y Espejo. Viage de un filósofo a Selenópolis, corte desconocida de los habitantes de la Tierra. Colección Libros Mablaz, nº 68. Serie Ciencia Ficción y Fantasía, nº 15. Madrid, 2015.


Publicado el 25-12-2021