La presencia de Manuel Azaña en Madrid



Pese a la relevancia de Manuel Azaña como escritor y político, y a pesar también de que ya han pasado casi cuarenta años desde la muerte del dictador que declarara proscrita su figura, lo cierto es que la rehabilitación de su memoria, al menos en lo que respecta a estatuas y otros tipos de homenajes públicos deja todavía mucho que desear, algo no sólo inexplicable sino asimismo injustificable dadas su gran talla de estadista y su no menos relevante valía literaria.

Ya denuncié, en el artículo dedicado a la tumba de Manuel Azaña en Montauban, que en ella no existiese el más mínimo homenaje institucional, ni del gobierno español ni del ayuntamiento complutense, por mucho que de boquilla los políticos correspondientes gusten de identificarse con su ideario político; pero estamos en España, la nación que como el mitológico dios Saturno acostumbra a devorar a sus hijos más preclaros, al tiempo que encumbra personajes mediocres que poco o nada tienen que aportar al acervo común acrisolado a través de los siglos.

Y si incluso en Alcalá, su patria chica, sigue sin reconocérsele la importancia que realmente tuvo, en Madrid, donde residió durante gran parte de su vida y donde ejerció los más altos cargos políticos, tampoco le fue a la zaga. Tal como comento en el artículo correspondiente1, habría que esperar ¡hasta 2011! para que el Congreso de los Diputados instalara en sus dependencias un cuadro y un busto, no sin polémica por cierto a la hora de elegir el lugar de ubicación del segundo, en una clara muestra de la mezquindad moral de la que acostumbran a dar muestra nuestros políticos.

Aunque el Ayuntamiento de la capital de España no tardó tanto, algo que le honra, tampoco se puede decir que se volcara demasiado en homenajear a Azaña, dado que se limitó a descubrir una pequeña lápida en la fachada del número 40 de la calle de Serrano, casi en su confluencia con Goya. Se da la circunstancia de que, pese a pasar habitualmente por allí, nunca hasta entonces me había dado cuenta de su existencia, lo que más que a mi despiste hay que achacar al hecho de que, por encontrarse a una considerable altura y estar semioculta por las ramas de los árboles, resulta muy poco visible. De hecho, fue gracias a un libro dedicado a las lápidas conmemorativas existentes en Madrid como la descubrí.

La lápida, tal como se puede apreciar en la fotografía, es de piedra, aparentemente caliza. En la parte superior está tallado un busto de Azaña, bajo el cual una leyenda reza lo siguiente:




Lápida dedicada a Manuel Azaña en Madrid


MUCHAS COSAS LE DEBO
YO A MADRID; PERO HOY
ME HA DADO LO MEJOR DE
SU ESPÍRITU: LA CONFIANZA
EN EL MAÑANA

MANUEL AZAÑA
13 NOVIEMBRE 1937


Que evidentemente corresponde a un texto del propio político, posiblemente el fragmento de un discurso suyo, fechado en plena Guerra Civil. Por último, en la parte inferior de la lápida se lee:


LA CORPORACIÓN MUNICIPAL LE DEDICA
ESTE HOMENAJE EN EL CENTENARIO DE SU
NACIMIENTO 28 NOVIEMBRE 1980


Su autor fue también Pepe Noja, cuya firma aparece en la esquina inferior derecha de la misma. Como puede comprobarse, la lápida madrileña fue descubierta a la par que la alcalaína conmemorando idéntica efeméride, el centenario de su nacimiento. Lo que no indica la lápida, son las razones por las que fue colocada allí. Gracias al conocido libro de Josefina Carabias titulado Azaña: los que le llamábamos Don Manuel, pude confirmar que se trata de una de las varias residencias particulares que tuvo Manuel Azaña en Madrid, concretamente la última de ellas, a la que se mudó tras su cese como Presidente de Gobierno en septiembre de 1933, abandonándola cuando volvió a asumir de nuevo responsabilidades de gobierno a raíz de las elecciones de febrero de 1936.

Y eso es todo, echándose de menos la existencia de una estatua cuando otros políticos coetáneos suyos, a mi modo de ver bastante menos importantes que él, si cuentan con la suya.

Respecto a la presencia de Manuel Azaña en el callejero de Madrid, hay que reseñar la existencia de una larga avenida con su nombre que, en realidad, no es sino la suma de sendos tramos de tres autopistas distintas, la M-30, la M-40 y el ramal de la M-11 que enlaza a ambas, lo que hace que no sea demasiado conocida por los conductores a pesar del intenso tráfico que diariamente soporta. Arranca oficialmente la avenida de Manuel Azaña en el denominado Nudo Norte, junto al hospital de La Paz, donde el paseo de la Castellana se bifurca en la carretera de Colmenar al oeste y el tramo norte de la M-30 -primera parte de nuestra avenida- hacia el este. Al llegar al nudo de Manoteras, tras cruzar sobre las vías que parten de la estación de Chamartín, la M-30 dobla hacia el sur cambiando su nombre por el de de avenida de la Paz, que a su vez se prolonga hacia el norte convertida en la autovía de Burgos. Por su parte la avenida de Manuel Azaña continúa en dirección este siguiendo ahora el trazado de la M-11, que la enlaza con la M-40. El cruce con esta última autopista de circunvalación tiene lugar en el nudo de Hortaleza, donde la avenida de Manuel Azaña abandona la calzada de la M-11, que bajo la nueva denominación de calle de Ariadna conduce hasta el aeropuerto de Barajas, para ceñirse ahora a la M-40 en dirección sur, conservando su nombre hasta que, rebasada la A-II a la altura de Canillejas, alcanza el nudo existente en las cercanías del estadio de la Peineta, donde pasa a ser M-40 a secas.




1 La presencia de Manuel Azaña en el Congreso de los Diputados


Publicado el 30-9-2013