Una calle medieval -casi- desaparecida





Trazado completo de la calle medieval. En rojo, los tramos desaparecidos o hipotéticos
En azul (calle Avellaneda) y en verde (calle de los Seises), los tramos conservados



Hace unos días asistí a una conferencia de Vicente Fernández en la que este estudioso de la historia de nuestra ciudad nos describió la gestación de la plaza de los Santos Niños, una de las escasas intervenciones urbanísticas de importancia, junto con el paseo de la Estación o la remodelación de la calle Mayor, que tuvieron lugar en la deprimida Alcalá del siglo XIX. De paso, y aunque nada tenía que ver con este tema salvo por su vecindad, nos explicó también, a modo de propina, la existencia de una antigua calle medieval que discurría por detrás de la Catedral-Magistral y quedó cortada a mediados del siglo XVII tras unas obras de ampliación del complejo eclesial.

Vista a posteriori la existencia de esta calle resultaba lógica, sobre todo teniendo en cuenta el desmesurado tamaño de la manzana actual, entre la plaza de los Santos Niños y la calle de Santa Catalina, que originalmente habría estado partida en dos por la citada calle; pero hasta ese momento, lo reconozco, no había caído en ese detalle, lo que tengo que agradecer a mi buen amigo Vicente.

Como el tema me pareció curioso y es muy poco lo que se conoce de la Alcalá medieval, eclipsada por la magnificencia de los siglos posteriores, he decidido dedicarle un pequeño artículo analizando este interesante vestigio urbanístico.

Para empezar, conviene recordar siquiera de forma somera como era entonces Alcalá. Su recinto amurallado tenía una forma aproximadamente circular, con la Catedral-Magistral, entonces una simple parroquia, en su centro y una estructura viaria radial que conducía desde allí hasta las principales puertas de la villa: la calle Mayor a la Puerta de Guadalajara, ubicada en la confluencia de ésta con la plaza de Cervantes, de donde partía el camino a Aragón; la calle del Empecinado a la Puerta del Vado, probablemente el principal eje viario complutense puesto que conducía a Toledo; la calle de San Felipe y la desaparecida de Segovia a la Puerta de Burgos, sustituida en el siglo XVII por el Arco de San Bernardo que, a través del Paseo de los Pinos y de la carretera de Daganzo, comunicaba a Alcalá con Segovia y Burgos; y por último la calle del Cardenal Cisneros a la Puerta de Madrid, aunque la capital de España todavía no pasaba de ser una pequeña villa sin especial relevancia. He de advertir que, para evitar confusiones, utilizaré en el artículo los nombres actuales de las calles, aunque evidentemente entonces eran en su mayoría distintos.




Planta hipotética de la Alcalá medieval. Plano tomado de Arquitectura conventual de Alcalá de Henares, de Carmen Román Pastor


Esta estructura radial se complementaba con una abigarrada trama secundaria que permitía moverse por el interior de los distintos barrios: el musulmán, situado entre la Vía Complutense, la calle de Santiago y la todavía inexistente plaza de las Bernardas; el judío, vertebrado en torno a la calle Mayor, y el cristiano, al sur del eje formado por la calles Santa Úrsula y Escritorios, la plaza de los Santos Niños y la calle Cardenal Cisneros, mientras el resto del recinto amurallado quedaba ocupado por el Palacio Arzobispal y su extensa alcazaba.

Existía además, al menos desde el siglo XIII, un amplio arrabal, situado extramuros, que abarcaba desde la plaza de Cervantes hasta los Cuatro Caños y la Puerta de Aguadores, no siendo hasta tiempos del arzobispo Carrillo, a mediados del siglo XV, cuando se amplió la cerca englobándolo en su interior. Este arrabal, que llegó a contar con una parroquia propia -la primitiva de Santa María, situada en la esquina de la plaza de San Diego con la calle del mismo nombre-, sería el elegido por el cardenal Cisneros para asentar en él la Universidad; pero ésta es otra historia.

Volvamos, pues, al recinto amurallado y más concretamente a los barrios cristianos, que venían a ocupar aproximadamente la mitad sur de éste. La existencia al norte de los barrios judío y musulmán, así como el recinto del Palacio Arzobispal, condicionaba bastante su urbanismo interno. En el caso del Palacio porque estaba separado del resto de la villa por una muralla interior que, más o menos modificada, ha llegado hasta nuestro días, y en el caso de los otros dos barrios porque, lejos de esa imagen idílica que han querido transmitirnos de las tres religiones medievales conviviendo en feliz armonía, en realidad estas comunidades solían estar juntas pero no revueltas, por lo que cada una de ellas hacía su vida propia de forma bastante independiente, algo que ocurría también, aunque no de forma tan acusada, cuando coincidían en un mismo lugar repobladores cristianos llegados de diferentes lugares. Aunque es evidente que se relacionaban, cabe presumir que confraternizarían lo justo con sus vecinos, por lo que en la práctica cada barrio resultaba ser algo similar a una pequeña aldea relativamente aislada del resto. Así pues, no es de extrañar que cada uno de ellos contara con su propia trama viaria, diseñada de modo que permitiera moverse por él sin necesidad de tener que atravesar ninguno de los otros.

Pese a las transformaciones experimentadas a lo largo de los siglos, todavía hoy resulta relativamente fácil discernir cual pudo ser la trama urbana de este antiguo barrio medieval, gracias principalmente a que a diferencia de otras zonas de la ciudad tales como las antiguas judería y morería, y todavía más en el caso del antiguo arrabal de Santa María y futuro campus universitario, éste no experimentó grandes alteraciones durante los períodos renacentista y barroco gracias a que, salvo contadas excepciones, tan sólo se asentaron en él un pequeño número de colegios universitarios y de conventos, aunque lugares tales como la plaza de la Victoria o la del Empecinado son evidentemente posteriores al Medievo.

Si nos fijamos en un plano moderno de Alcalá veremos que, junto con el importante eje norte-sur que discurría entre la Puerta de Burgos y la del Vado, aparecen varios ejes transversales este-oeste aparte del ya citado que discurría entre la Puerta de Guadalajara y la de Madrid a través de la calle Mayor, la de los Bodegones -situada aproximadamente donde hoy se encuentra la calzada de la plaza de los Santos Niños- y la del Cardenal Cisneros.

El principal de ellos era el formado por las calles Trinidad, Cárcel Vieja, Emperador Fernando, Santa Catalina, Rico Home y Ánimas, que dividía al barrio cristiano en dos mitades aproximadamente iguales comunicando dos puertas o postigos secundarias, la de las Tenerías Viejas, situada en la esquina de Santa Úrsula con Trinidad y la plaza de Rodríguez Marín, y la de Santa Ana, al final de la calle Postigo. Aunque a diferencia de las anteriores ninguna de ellas llevaba a una vía de comunicación importante, resultaban bastante útiles para los alcalaínos dado que la primera conducía a las huertas del Val y al antiguo castillo, todavía en pie, mientras la segunda, olvidada ya la antigua Compluto, encaminaba a las huertas y las dehesas donde se asienta actualmente el barrio de Reyes Católicos.

Entre ambos ejes había un tercero que, siguiendo como siempre la nomenclatura actual, correspondería a las calles Santa Úrsula, Escritorios, Santos Niños, Victoria y Postigo. En la práctica éste quedaba partido en dos al llegar a la plaza de los Santos Niños, ya que ésta no existía entonces -su trazado, como ya he comentado, es de finales del siglo XIX- y, salvo dos pequeñas plazoletas situadas a ambos extremos, la de Abajo entre las calle Mayor y Escritorios y la de San Justo entre las de la Tercia y San Juan, unidas ambas por la desaparecida calle de los Bodegones, el resto estaba ocupado en su totalidad por viviendas a excepción del estrecho callejón del Cristo de la Cadena, que se abría entre éstas y la Magistral y no tenía consideración de vía pública, ya que sólo se utilizaba para acceder a ésta por la puerta lateral que da actualmente a la plaza. Así pues, era preciso dar un rodeo para volver a salir, por la calle de la Tercia, a las de la Victoria y Postigo. De hecho todavía hoy, pese a poderse atajar por el interior de la plaza, hay que seguir bordeando la lonja de la Magistral.

Por esta razón, no es de extrañar que en la Edad Media existiera otra calle, paralela a éstas y algo más hacia el sur, la cual sí discurría completamente recta -tal como entendían entonces este adjetivo, claro- durante la mayor parte de este trayecto, evitando el tapón que creaban conjuntamente la Magistral -en realidad la parroquia medieval que la precedió, de tamaño más reducido- y las casas de la actual plaza. Y ésta es precisamente la calle a la que, tras este largo preámbulo, voy a prestar atención.




Convento de las Agustinas. El edificio de la izquierda marca la línea de fachada de la antigua calle


Esta vía urbana, cuyo nombre original desconozco, tenía su inicio en la actual confluencia de las calles Santa Úrsula y Escritorios, justo, donde se alza la fachada de la iglesia de las Agustinas. Seguía por la calle Avellaneda, cruzaba la plaza de Santa María la Rica y la calle del Empecinado, pasaba por detrás de la Magistral y, tras atravesar la calle de la Tercia, continuaba por la de los Seises hasta alcanzar las cercanías del postigo de Santa Ana. Quedan pues, como restos de ella, las actuales calles de Avellaneda (número 2, en azul) y de los Seises (número 4, en verde), mientras tanto su tramo inicial como el que discurría entre las calles del Empecinado y de la Tercia desaparecieron o bien dejaron de tener la consideración de vía pública.




Tramo desaparecido tras la construcción de la iglesia de las Agustinas


Estudiemos el primero. Volviendo al plano, veremos que la calle de Avellaneda discurre actualmente entre la travesía del mismo nombre y la plaza de Santa María la Rica, por lo que el tramo amputado fue el comprendido entre la calle de Santa Úrsula y la travesía de Avellaneda, quedando como vestigio del mismo la fachada lateral del convento de las Agustinas que forma un ángulo de noventa grados con la fachada de la iglesia. Según Carmen Román Pastor1 entre la calle suprimida y la de Escritorios había inicialmente una pequeña manzana de forma triangular -el tercer lado lo formaría el principio de la travesía de Avellaneda- que fue comprado por la comunidad religiosa, que ya poseía los edificios de enfrente. En 1666 las monjas solicitaron permiso al Ayuntamiento para cortar el callejón, el cual les fue concedido, levantando la iglesia sobre el solar formado por éste y por la manzana vecina. Alcalá perdió así una calle (marcada en rojo con el número 1), pero a cambio ganó una de sus panorámicas urbanas más espectaculares.






Arriba, parte trasera de la Catedral-Magistral según el parcelario de 1870. Abajo, aspecto
actual del lugar donde arrancaba ese tramo de la calle medieval, frente a Santa María la Rica


Algunos años antes, a mediados del siglo XVII según Antonio y Miguel Marchamalo2, el cabildo magistral decidió construir una nueva sala capitular. A raíz de las reformas de los arzobispos Carrillo y Mendoza, y la posterior reedificación de Cisneros, la antigua parroquia medieval de los Santos Niños, presumiblemente un modesto templo mudéjar, había crecido considerablemente de tamaño, tanto en la cabecera -Cisneros tuvo que derribar varias casas para construir la girola- como hacia los lados. El claustro, de tamaño relativamente reducido para el empaque de la iglesia, fue levantado, también en el siglo XVII, sobre un antiguo cementerio, y para construir la sala capitular se vieron en la necesidad de invadir parcialmente la calle que discurría por detrás, es decir, la prolongación de la de Avellaneda. Aunque se construyó un edificio en lo que había sido su confluencia con la calle del Empecinado, quedaron suficientes vestigios de su trazado, claramente reconocibles en el parcelario de 1870, en el patio de esta nueva construcción.




Detalle del parcelario de 1870. En el círculo, la puerta levantada sobre la embocadura
de la calle primitiva. En la elipse, el patio sobre el que discurría la nueva calle


No obstante, todo parece indicar que en un principio no se cortó la calle, sino que se desvió algunos metros hacia el sur llevándola hasta el otro extremo de la plaza de Santa María la Rica, frente a la fachada del edificio de la antigua bodega de Criado. Tanto en el parcelario de 1870 como en las fotografías aéreas actuales se aprecia perfectamente la existencia de un patio alargado que discurre paralelo al tramo desaparecido y que, según todos los indicios, fue en su día una vía pública que discurría paralela a ésta hasta salvar la sala capitular, tras lo cual describiría un sesgo enlazando con la parte final de la calle que todavía hoy se conserva dentro del recinto de la Catedral-Magistral. En algún momento posterior, cuya fecha no he podido determinar, se cerraría la entrada a esta nueva calle al tiempo que se cortaban también su enlace con el segundo tramo y la salida de éste a la calle de la Tercia, quedando ambos convertidos en sendos patios interiores.




Detalle del parcelario de 1870. Marcados en azul la sala capitular (rectángulo central) y el trazado aproximado de la calle
que quedó cortada tras su construcción. En rojo, trazado aproximado de la nueva calle que sustituyó al tramo oriental


Así pues, y a diferencia del tramo anterior, que desapareció bajo la fábrica de la iglesia de las Agustinas, este otro se conserva en su mayor parte englobado en el interior de los patios traseros de la Catedral-Magistral y del edificio situado entre ésta y el Huerto de los Leones. Y si bien han desaparecido por completo las dos embocaduras de esta calle por la parte del Empecinado, no ocurre lo mismo por la de la Tercia, ya que sobre ésta se construyó un portón de entrada de vehículos que continúa en uso. Si tienen ocasión de entrar allí, e incluso desde la propia calle de la Tercia, podrán apreciar que los edificios de lo que fuera la acera del lado sur tienen una fachada lateral, con ventanas incluidas, que se abren a lo que ahora es el patio, algo que no ocurriría de haberse tratado de una medianería.




En rojo, trazado de la antigua calle que discurría entre Empecinado y Tercia. Entre ésta y el Huerto
de los Leones (elipse azul), patio que ocupa el lugar de la nueva calle abierta en el siglo XVII


Las fotografías aéreas nos dan una visión todavía más clara de lo que fuera la antigua calle (en rojo, con el número 3), dividida parcialmente en dos por la citada sala capitular y englobados ambos tramos en sendos patios sobre los que en su día es probable que hubiera edificaciones.




Salida de la calle trasera de la Catedral-Magistral a la calle de la Tercia


Continuando por la calle de los Seises llegaremos finalmente a su confluencia con el tramo inicial de la calle de las Vaqueras, que a su vez acaba un poco más allá en la del Postigo. Aquí se nos plantea una nueva duda: ¿Llegaba nuestra calle medieval hasta el mismo postigo de Santa Ana? La respuesta no es sencilla, principalmente porque tampoco resulta fácil determinar el lugar exacto en el que estuvo ubicada esta puerta secundaria,cabiendo la posibilidad de que éste variara a lo largo del tiempo con las sucesivas modificaciones del recinto amurallado.

Gracias al grabado de Anton van Wyngaerde sabemos que en 1565 el trazado de la muralla discurría por la calle de Andrés Saborit y el paseo de los Curas, aunque ya entonces tenía más de una simple cerca conservada por motivos fiscales y no militares. Pero en la Edad Media no ocurría así, al menos en el tramo comprendido entre la Puerta de Madrid y la de Santa Ana, ya que las dos manzanas comprendidas entre la calle Arratia y el paseo de los Curas están adelantadas sobre el trazado de la muralla medieval. Más complicado resulta determinar por donde discurría la muralla en el tramo comprendido entre la calle Almazán y la del Postigo ya que, según Manuel Castro Priego3, esta zona experimentó una profunda remodelación urbanística en tiempos del Cardenal Cisneros y, a mediados del siglo XVI, por la construcción del convento de los Mínimos.

Miguel Ángel Castillo Oreja4 apuntó la hipótesis de una ampliación tardomedieval en las zonas oeste y sur del recinto amurallado, trasladándose la puerta del Vado desde su ubicación primitiva, a la altura del monumento al Empecinado, hasta su emplazamiento actual, al tiempo que la muralla entre la Puerta de Madrid y el postigo de Santa Ana habría discurrido anteriormente por la calle del Cardenal Tavera.

Según este autor, el postigo primitivo -el segundo se habría adelantado, obviamente, hasta la actual plazoleta- estaría en la confluencia de Cardenal Tavera con Postigo, muy cerca de donde finaliza la calle de los Seises, por lo que nuestra calle medieval habría llegado así hasta las lindes de la ciudad. La idea es sugestiva, pero...

Vicente Fernández5, apoyándose en la reconstrucción del plano medieval publicado por Carmen Román Pastor6, rebatió la teoría de Castillo Oreja argumentando, con bastante fundamento, que si colocamos la Puerta del Vado a la altura del monumento al Empecinado y el portillo de Santa Ana en la esquina de la calle Cardenal Tavera, el trazado de las murallas cortaría de forma ilógica buena parte de la trama urbana de la zona sur del casco medieval, dejando desubicadas calles como la de las Ánimas, cuyo recodo la conduce claramente hacia el portillo de Santa Ana, o las de las Vaqueras, Damas y Siete Esquinas, todas las cuales quedarían cortadas en lugar de confluir, junto con la del Empecinado, en la Puerta del Vado.

Para complicar todavía más las cosas, algunos indicios arqueológicos encontrados al sur de la Puerta de Madrid parecen indicar que la muralla partía de esta puerta cruzando la manzana en diagonal en dirección a la calle Cardenal Tavera, lo que si bien corrobora el modelo de Castillo Oreja nos con conduce al dilema apuntado por Carmen Román y Vicente Fernández, dado que existe una distancia de alrededor de cincuenta metros entre la calle del Cardenal Tavera y la de las Ánimas, de innegable traza medieval. Aunque, dada la ya apuntada transformación urbanística que experimentó esta zona en las primeras décadas del siglo XVI -la calle Almazán es de trazado netamente renacentista, y me atrevería a decir que hasta la propia del Cardenal Tavera- cabrían otras posibilidades como la de que la muralla atravesara también la manzana limitada por las calles Arratia, Almazán y Cardenal Tavera. En cualquier caso siempre habrá que intentar conciliar estas alternativas con la trama urbana existente al sur de la calle Postigo, aparentemente menos alterada que la anterior




Lugar aproximado, en la confluencia de las calles Arratia, Ánimas y Postigo, donde debió de ubicarse la antigua puerta


En lo que respecta al postigo de Santa Ana, que es lo que aquí nos interesa, queda claro que de encontrarse a la altura de la calle Cardenal Tavera habría dejado fuera la de las Ánimas, lo que no resulta lógico -esta última es, sin ninguna duda, una calle de origen medieval-, haciendo inexplicable además su recodo. Pero por otro lado, el trazado “moderno” de las murallas tampoco explica el extraño saliente que forma la calle Arratia en su confluencia con la Puerta de Madrid, por lo que cabe la posibilidad de que Castillo Oreja tuviera parcialmente razón, debiéndose hacer retroceder el trazado de la muralla medieval en ese lugar; pero no hasta la calle Cardenal Tavera, como él proponía, sino tan sólo hasta la de Arratia, lo que justificaría la existencia de esa manzana sobresaliente. En este caso el postigo quedaría ubicado al fondo -o al principio, según se mire- de la actual plazoleta, es decir, en la confluencia de la calle Postigo con la de Arratia... que casualmente coincide también con la de las Ánimas. Aunque carezco de pruebas documentales, tal coincidencia no me parece casual, por lo cual la considero la más probable.




La calle Arratia, coincidente con el probable trazado de la muralla medieval


Asumiendo esta hipótesis, ¿cómo discurriría el último tramo de nuestra calle medieval? La verdad es que no resulta nada fácil discernirlo debido a las modificaciones sufridas por este entorno, pero vamos a intentarlo. Para empezar, el tramo de la calle de las Vaqueras comprendido entre Seises y Postigo presenta un trazado extraño totalmente desenfilado del resto de la calle; cierto es que en la Edad Media no se preocupaban demasiado por la alineación de las fachadas, pero la verdad es que tanto su orientación como su anchura resultan extrañas en comparación con otros tramos; y no es casualidad, ya que esta zona experimentó cambios importantes en una fecha tan tardía como el siglo XIX, y es probable que los tuviera también antes aunque lamentablemente carecemos de documentación al respecto.

Se da la circunstancia de que la propia calle de los Seises presenta un llamativo ensanchamiento a partir de la travesía homónima en relación con la parte más cercana a la de la Tercia, por lo que cabe suponer que en un momento indeterminado la antigua calle medieval fue ensanchada por ambos lados sin que resulte fácil establecer cuando.




Continuación interrumpida de la calle de los Seises tras su cruce con Vaqueras


De hecho, justo al otro lado de la calle de las Vaqueras existe un pequeño recodo que parece querer prolongar la acera de los impares de la calle de los Seises más allá de ésta, formándose una pequeña plazoleta al fondo de la cual hubo hasta hace poco al menos dos edificios, hoy demolidos, cuyas fachadas estaban perfectamente alineadas con la citada acera. Por lo tanto la conclusión es obvia: existiera o no ese tramo de la calle de las Vaqueras, la de los Seises debía prolongarse al menos hasta allí.

El problema estriba en que esta posible prolongación de la calle se topa a continuación con la fachada lateral de un edificio cuyo jardín delantero se extiende hasta la calle del Postigo sin que aparentemente se aprecie un posible hueco en el lugar por el que debería haber continuado ésta, por lo que resulta difícil discernir como pudo ser esta zona en los siglos medievales ya que este edificio, aunque antiguo, es evidentemente posterior a la época que estamos considerando.




La confluencia de Seises con Vaqueras vista desde el otro lado


Antes de seguir adelante conviene estudiar la documentación del siglo XIX, gráfica y escrita, de la que disponemos. Evidentemente durante los siglos anteriores a esta centuria pudo haber modificaciones similares a las existentes en otros tramos de la calle medieval, sobre cuya naturaleza tan sólo es posible especular; pero nos servirá al menos para descartar las intervenciones más recientes. Esta documentación consiste en el plano de Francisco Coello, fechado en 1853, el plano parcelario de 1870 y la Historia de Alcalá de Henares7 de Esteban Azaña, más concretamente el segundo tomo publicado en 1883, donde recoge una lista de las calles de Alcalá indicando su longitud y su anchura, así como donde empezaban y terminaban.

El plano de Francisco Coello muestra una red viaria bastante peculiar y, aunque no es tan preciso como el parcelario de 1870, sí es lo suficientemente fiable conforme se aprecia en otras calles y manzanas cercanas, aunque el perfil de la plaza de la Victoria, o mejor dicho de la fachada del antiguo convento de la Victoria, actual facultad de Económicas, aparece un tanto distorsionado, algo que por lo demás no afecta a nuestro estudio.




Zona de la plaza de la Victoria y las calles Postigo y Seises en el plano de 1853


Lo que más llama la atención es la forma en la que aparecen representadas la calle del Postigo y sus aledañas, en especial la de los Seises, apreciándose un ensanchamiento que engloba a ambas ya que falta la manzana que que separa a ambas entre la travesía de los Seises y la calle de las Vaqueras. Esto podría ser coherente con la existencia de solares en el lugar que ocupa esta manzana, aunque uno de los dos edificios actuales, concretamente el que linda con la travesía, aparenta ser más antiguo que el plano. El segundo es moderno, y aunque reemplazó a otro anterior, carezco de referencias sobre la posible antigüedad de éste, al que recuerdo como una lechería. En cualquier caso, lo que se puede sacar en claro del plano de 1853 es la llamativa ausencia -desconozco los motivos- de la manzana citada, englobando en un espacio único -lo que está claro es que no se trataba de una plaza- el primer tramo de la calle Postigo, el tramo final de la de los Seises y las dos vías transversales, la travesía de los Seises y el tramo inicial de la calle de las Vaqueras.

Pasemos ahora a la zona más conflictiva, la que discurre a partir de la confluencia con la calle de las Vaqueras. En el plano de Coello se aprecia, efectivamente, que la calle de los Seises continuaba por el fondo del jardincillo, doblando hacia Postigo de una manera que parece indicar, aunque no se aprecia demasiado bien, que el edificio situado en la esquina de Vaqueras con Postigo, o bien otro anterior, ocupaba el mismo solar que ahora aunque no su jardín delantero, que aparentemente parece estar incorporado a la calle, con lo cual el actual giro en ángulo recto estaría relativamente más suavizado. Pero como Coello no diferencia entre solares y vías públicas, no es posible afirmar nada al respecto, salvo que la calle de los Seises parece acabar allí aunque algunos metros -alrededor de 20- más allá de donde lo hace ahora, al incorporar el tramo de fachada que continuaba hasta el rincón.




Aspecto del tramo final de la calle de los Seises en el parcelario de 1870


Pese al período de tiempo relativamente breve transcurrido entre ambos, en el parcelario de 1870 se aprecian diferencias notables con en plano anterior, aunque hay que tener en cuenta que su precisión es mucho mayor. Para empezar la manzana desaparecida aquí sí aparece dibujada con tres o cuatro edificios -no se aprecia bien si en el extremo que linda con la calle de las Vaqueras se trata de uno solo o de dos contiguos-, mientras ahora hay sólo dos. La diferencia se debe a que los solares de todos ellos, excepto el más cercano a la plaza de la Victoria, están ocupados por el edificio moderno actual, mientras el antiguo no parece haber variado conservando incluso la misma planta.




Aspecto actual de del tramo final de la calle de los Seises según Google Maps


Existe un cambio significativo en el extremo final de la manzana que linda actualmente con la calle de las Vaqueras, el izquierdo tal como aparece en el parcelario y en la fotografía aérea. Comparando ambos se aprecia que en la actualidad la manzana es algo más corta, ya que la calzada está desplazada algunos metros respecto a la de 1870, ocupando la calzada y la acera actuales parte del solar de la antigua finca.




Trazado aproximado del tramo final de la calle de los Seises,
según el parcelario de 1870, sobre una fotografía aérea actual


El tramo inicial de la calle de las Vaqueras, aunque ya existía, estaba desplazado hacia el actual jardincillo -es decir, el rincón- que linda con la finca vecina, que ya presentaba su aspecto actual incluyendo su propio jardín privado en la esquina de Vaqueras con Postigo. En consecuencia la calle de los Seises era algo más larga que ahora y doblaba además en ángulo recto, continuando hasta Postigo.

Así pues, resulta fácil determinar en qué cambió esta zona con posterioridad al trazado del parcelario: se retranqueó el extremo de la manzana y se aprovechó parte de su solar para desplazar hacia la plaza de la Victoria el tramo de calle que confluía con la del Postigo, entonces perteneciente a la calle de los Seises, dándole un ángulo oblicuo para poder enfilar mejor con el resto de la calle de las Vaqueras, aunque todavía hoy sigue existiendo un saliente en la vecina confluencia con Seises que obliga a la calzada a describir un forzado quiebro. En consecuencia, quedó un espacio libre entre la nueva calle y la finca situada en la acera opuesta, que sólo hace relativamente poco el Ayuntamiento adecentó con un escueto ajardinamiento.

Lo que sorprende es comprobar que en el parcelario desaparece el tramo de la calle de las Vaqueras que discurre entre la calle del Rico Home y la de los Seises, ya que en ese lugar figura un espacio vacío, probablemente solares sin vallar, que paradójicamente sí aparecen como edificados en el plano de 1853. En resumen, un verdadero lío.

Por su parte, Esteban Azaña afirma que la calle de los Seises comienza en la de la Tercia y termina en la de la Victoria, siendo preciso advertir que considera a esta última calle la suma de las actuales Victoria y Postigo desde la lonja de la Magistral hasta la Puerta de Santa Ana. Así pues su descripción coincide con la del parcelario, recodo incluido, concordando aceptablemente la longitud dada por él -152 metros- con la medida por mí de unos 154 sin contar el tramo final ahora incorporado a la calle de las Vaqueras. Asimismo da como comienzo de esta última la del Rico Home, dejando en el limbo el tramo comprendido entre Rico Home y Seises.

Recapitulemos. Aunque la zona donde confluyen las calles Seises, Vaqueras y Postigo ha experimentado cambios significativos desde mediados del siglo XIX para acá, queda comprobado que todavía entonces la calle de los Seises, que es la que nos interesa, se prolongaba hasta el actual rincón. Y si bien ya entonces la manzana que la separa de la calle de las Ánimas presentaba un aspecto similar al actual, resultaría aventurado decir lo mismo remontándonos hasta la baja Edad Media. Aunque aquí sólo podemos especular, tan sólo encuentro como posibles dos alternativas. La primera, que considero poco probable, es que la calle girara, quizá más suavemente de como lo hace ahora o como lo hacía en el siglo XIX, para confluir con Postigo poco antes de la Puerta de Santa Ana, más o menos a la altura de Cardenal Tavera.




Prolongación hipotética de la calle de los Seises hasta la calle de las Ánimas
en el parcelario de 1870 y en una fotografia aérea actual


La segunda (tramo 5 de la fotografía del encabezamiento) es que continuara recta, atravesando la actual manzana hasta llegar hasta la calle de las Ánimas poco antes de su confluencia con la Puerta de Santa Ana, un tramo que probablemente pudo formar parte de la antigua ronda interior de la muralla junto con la vecina calle de la Laguna. Como se puede comprobar, tanto en el parcelario como en una fotografía aérea actual su posible trazado cruzaría prácticamente durante todo su recorrido por patios o solares sin construir, por lo que en principio no parece existir obstáculo alguno incluso todavía hoy. Por si fuera poco, la fachada sur del edificio del rincón, que actualmente da a un patio interior, está perfectamente alineada con el trayecto propuesto para esta calle y también con los edificios de la acera de los pares de la calle de los Seises, tal como la tapia del solar vecino lo está también con los de la acera de los impares... lo cual me parece demasiada casualidad.




Alineación de la fachada posterior del edificio del rincón con la manzana de la calle de los Seises


Sin embargo, existe un problema. Tal como se aprecia en la fotografía que reproduje anteriormente, la fachada lateral del edificio en cuestión, es decir, la que linda con el jardincillo de la calle de las Vaqueras, llega hasta el mismo rincón, donde se junta con la tapia del otro lado. Es decir, no se aprecia ningún posible hueco que pudiera atribuirse a la embocadura de este supuesto tramo final de la calle de los Seises. Pero...




Detalle del parcelario de 1870 donde se aprecia el muro que tapa
la posible entrada al tramo desaparecido de la calle de los Seises


Si nos fijamos con cuidado, en el parcelario aparece el rincón de la discordia con una separación entre las dos fincas que lo formaban, la cual está cerrada con un grueso muro que, pese a su espesor, no es estructural sino una simple tapia. Y lo más llamativo es que este muro sigue existiendo actualmente aunque mimetizado con la fachada lateral, lo que explica que no se distinga de ella a simple vista. Es decir, el hueco existe y justo en el lugar previsto.




Fotografía aérea en 3D donde se aprecia el muro que cierra
la posible entrada al tramo desaparecido de la calle de los Seises




Anchura aproximada (marcada con la línea azul) del muro que cierra
la posible entrada al tramo desaparecido de la calle de los Seises


El muro, aunque camuflado por la parte que da al exterior, sigue existiendo actualmente, tal como se puede apreciar tanto por su parte trasera en una fotografía 3D de Google Maps como por la delantera desde la calle de las Vaqueras, donde se ve como se adosa a los restos de la antigua medianería de la finca vecina.




Vista desde la calle de las Vaqueras del muro que cierra
la posible entrada al tramo desaparecido de la calle de los Seises


Sobre una fotografía aérea de Google Maps he calculado la anchura del muro en algo menos de tres metros, poca para una calle aunque fuera medieval, pero no mucho menor que la de los tramos más angostos de las calles Avellaneda y de los Seises. Así pues, no se puede descartar esta posibilidad aunque sólo una prospección arqueológica podría resolverlo.




Posible confluencia de la calle de los Seises con la de las Ánimas


Queda por ver la posible confluencia del desaparecido tramo final de la calle de los Seises con la de las Ánimas, que vendría a ser aproximadamente en el lugar que reproduce la fotografía: unas simples tapias, bastante decrépitas por cierto.

Para finalizar podemos especular también sobre el aspecto que debió de tener esta calle, y para ello tenemos como muestra los dos tramos mejor conservados de la calle Avellaneda y de la calle de los Seises, ya que ambas cuentan con una parte ensanchada fruto de intervenciones posteriores, muy reciente en el caso de la primera ya que éste tuvo lugar, por ambos lados, en los años setenta del pasado siglo.




Arriba, calle de Avellaneda. Abajo, Calle de los Seises


Por el contrario, y aunque los edificios actuales no son obviamente los originales, tanto la calle de Avellaneda en la parte cercana a Santa María la Rica, como la de los Seises entre la calle de la Tercia y la travesía de los Seises, no parecen estar demasiado modificadas en lo que se refiere a su anchura... poco más que un callejón, ciertamente, pero un tamaño muy habitual para la época en la que fue trazada y no muy diferente de otras calles cercanas como la de Santa María la Rica, posiblemente una de las mejor conservadas de todo el casco antiguo. Lamentablemente nada podemos sacar en claro en el tramo englobado dentro del recinto de la Catedral-Magistral, dado que el derribo de las edificaciones de su margen norte -la que linda con el templo- y de parte de las de la margen opuesta nos impide conocer con exactitud cual pudo ser su anchura, aunque cabe suponer que ésta fuera similar a la de los otros tramos.




1 ROMÁN PASTOR, Carmen. Arquitectura conventual de Alcalá de Henares. Institución de Estudios Complutenses. Alcalá de Henares, 1994.
2 MARCHAMALO SÁNCHEZ, Antonio y MARCHAMALO MAÍN, Miguel. La Iglesia Magistral de Alcalá de Henares. Institución de Estudios Complutenses. Alcalá de Henares, 1990.
3 CASTRO PRIEGO, Manuel. La problemática del registro arqueológico de Alcalá de Henares y la aplicación de nuevas tecnologías. Tesis doctoral. Universidad de Alcalá, 2011.
4 CASTILLO OREJA, Miguel Ángel. Ciudad, funciones y símbolos. Alcalá de Henares, un modelo urbano de la España moderna. Col. Alcalá Ensayo, nº 2. Ayuntamiento de Alcalá de Henares. Alcalá de Henares, 1982.
5 FERNÁNDEZ FERNÁNDEZ, Vicente en Alcalá 1293. Una villa universitaria de la Edad Media. Brocar. Alcalá de Henares, 1993.
6 ROMÁN PASTOR, Carmen. Op. cit.
7 AZAÑA CATARINEU, Esteban. Historia de Alcalá de Henares, tomo II (1883). Edición facsímil. Universidad de Alcalá de Henares (1986).

Todas las fotografías aéreas han sido tomadas de Google Maps.


Publicado el 30-5-2016
Actualizado el 8-3-2021