Alcalá en El Expreso de Madrid, de Luis Carandell





En 1988 la editorial Lunwerg, en colaboración con Renfe, publicó el libro Viajeros al tren. 150 años de fotografía y ferrocarril en España, en cuyos dos volúmenes, ilustrados con fotografías de temática ferroviaria, se recogían artículos de varios autores también relacionados con el mundo del tren. Uno de ellos, el titulado El Expreso de Madrid, fue escrito por Luis Carandell, el conocido autor de Celtiberia Show, y en él relata sus recuerdos de los viajes que hizo de joven de Madrid a Barcelona, y viceversa, en los entrañables e incómodos expresos y correos de la España de la posguerra.

El artículo, que puede ser descargado en la página web del Museo del Ferrocarril de Madrid, es excelente y recomiendo su lectura, pero en lo que aquí respecta tiene el interés de contener varias referencias a Alcalá que merece la pena recordar, la primera de las cuales aparece, a modo de presentación, justo al inicio del artículo:


«¡Almendras garrapiñadas! ¡Almendras de Alcalá!».

El grito del vendedor de la estación de Alcalá de Henares era como un premio para el viajero que había pasado la noche en el tren. Faltaba ya muy poco para llegar a la estación de Atocha. Hacia fines de los años cuarenta cuando yo, como estudiante barcelonés en Madrid, empecé a frecuentar los vagones de segunda del que entonces se llamaba «Expreso de Madrid», ese viaje era una verdadera expedición.


No es Carandell el único escritor que hace referencia a los vendedores ambulantes que subían al tren -la parada llevaba su tiempo, pese a ser la de Alcalá una estación secundaria- para vender las almendras garapiñadas, de lo cual se desprende que debía de tratarse de un hito importante que contribuía a romper la monotonía del largo e incómodo viaje; aunque no único, ya que en otras estaciones también se vendían los productos típicos de cada lugar: mantecadas en Astorga, frutas de Aragón en Calatayud, yemas en Ávila, borrachos en Guadalajara...

Más adelante, Carandell vuelve a citar a Alcalá recordando sus atractivos turísticos e históricos:


Muchos madrileños y barceloneses se sorprenderían de encontrar en la ruta que enlaza las dos ciudades gran número de extraordinarios monumentos, preciosos pueblos y paisajes de inesperada belleza. (...) Por el otro lado, saliendo de Madrid, hay una ciudad también romana, aunque sus restos no resisten la comparación con Tarragona, Alcalá de Henares, que se llamó Complutum y donde el cardenal Cisneros creó en el siglo XVI la Universidad Complutense. Alcalá es la patria de Miguel de Cervantes, como todo el mundo sabe, aunque no serán muchos los que hayan visto su casa y la capilla donde fue bautizado. Para quien visite la ciudad, una recomendación: no se olvide de comer en la Hostería del Estudiante o en algún otro de sus afamados restaurantes.


Yerra, sin embargo, cuando en el siguiente párrafo atribuye al Arcipreste de Hita su nacimiento en esta localidad alcarreña, olvidando la frase que el mismo Juan Ruiz escribió en El libro del buen amor: “Fija mucho vos saluda uno que es de Alcalá”. En compensación, nos regala con una descripción del río complutense:


La provincia de Guadalajara es una de las grandes desconocidas de España. (...) A la izquierda [de la Nacional II], las comarcas del Campo y de la Sierra ofrecen los bellos y sobrios paisajes del valle del Henares y una serie de pueblos y pequeñas ciudades con muy buenas obras de arte. Hita, el lugar donde nació el «arcipreste-poeta» que sembró «avena loca ribera de Henares»; Cogolludo con su Palacio de Medinaceli; y, sobre todo, Jadraque y Sigüenza, que son estaciones del ferrocarril de Barcelona.


También llama erróneamente “Campo” a la comarca de la Campiña, pero habrá que disculpárselo puesto que durante muchos años vivió en Atienza, y en esta villa fueron depositadas sus cenizas tras su fallecimiento el 29 de agosto de 2002.

Y eso es todo, que no resulta poco dado que el artículo cuenta con tan sólo cinco páginas.


Publicado el 17-4-2020