Los semáforos idiotas





Fotografía tomada de la Wikipedia


Como es de sobra sabido, y no creo que hayan cambiado mucho las cosas desde que aprobé el examen para el carnet de conducir, en los pasos de cebra pintados en la calzada la prioridad de paso es siempre del peatón sin necesidad de ninguna señalización accesoria. Los semáforos, por su parte, regulan el paso de forma secuencial tanto para los vehículos como para los peatones, generalmente en los cruces. Así de sencillo.

De esta manera los peatones se encuentran con dos posibles formas de atravesar una calzada. Si el paso de peatones coincide con un cruce, bastará con esperar a que se cierre el semáforo para los vehículos que circulan por la calzada que desea salvar, coincidiendo esta luz roja con la verde para los peatones -o peatonas, según las últimas modas de la corrección política, que esa es otra-; y si no existe cruce, bastará con un simple paso de cebra pintado en el suelo añadiéndosele, si se quiere, una señalización vertical que aumente su visibilidad.

La consecuencia lógica de todo ello es que, si bien un conductor tiene la obligación de detenerse en un semáforo hasta que éste se ponga en verde, con independencia de que haya o no vehículos o peatones cruzando, al ser un paso de cebra el equivalente a un ceda el paso, si en ese momento no está siendo usado por nadie el conductor no tendrá necesidad de pararse bastándole con pasar con precaución. Esto no lo digo yo, lo dice el Código de Circulación.

Pues bien, pese a ser un sistema no sólo sencillo, sino también suficiente, a esos genios que suelen pulular por los ayuntamientos especializándose en complicar la vida a los ciudadanos se les ocurrió, hace algún tiempo, la original idea de colocar semáforos en algunos pasos de peatones que, en vez de estar regulados por un temporizador, disponen de un botón que al pulsarlo hace que el semáforo se cierre, permitiendo el cruce del peatón.

Bonito, ¿verdad? Pero también completamente innecesario, ya que si en un paso de cebra la obligación de pararse para que cruce un peatón es ya de por sí completa, ¿qué falta hace entonces decorarlo con un semáforo que cuesta un dinero y que probablemente sería más útil en algún otro sitio? Porque, se pongan como se pongan, estos semáforos a discreción no refuerzan la prioridad de paso del peatón, por lo que desde este punto de vista resultan ser superfluos.

Se me dirá, con razón, que su utilidad estriba en reforzar el mensaje visual que le llega al conductor, algo que tiene su lógica ya que en ocasiones los pasos de cebra no tienen buena visibilidad y, aunque esto sea responsabilidad exclusiva de los concejales de turno, conocida es la costumbre de los políticos de cargar a los ciudadanos -en este caso concreto a los conductores- con el mochuelo, cuadre o no con sus obligaciones.

Lamentablemente, las cosas no son tan sencillas. Bien está, y por supuesto estoy de acuerdo con ello, que se busque la manera de mejorar la señalización de los pasos de cebra, pero ¿es necesario matar mosquitos a cañonazos? Porque los semáforos están para otras cosas, y además existen otras alternativas igualmente útiles y bastante más baratas como las barras verticales rematadas con una señalización específica, luminosa o no, que pese a estar inventadas desde hace mucho tiempo parecen causar alergia a nuestros munícipes, puesto que en todos mis viajes a lo largo y ancho de la geografía nacional he podido comprobar que su presencia en las calles de ciudades y pueblos suele ser meramente testimonial.

¿Cuál es el problema de los dichosos semáforos a demanda? Imaginemos para ello dos escenarios alternativos con la misma calle, el mismo coche y el mismo peatón. En el primero de ellos, un paso de cebra bien señalizado pero sin semáforo, llega el peatón, empieza a cruzar o bien se coloca en el borde de la acera en ademán de hacerlo, el coche se para, el peatón atraviesa la calzada y el coche arranca y sigue su camino.

Vayamos ahora el segundo escenario. Un peatón llega al borde del cruce y pulsa el botón para que salte el semáforo. En ocasiones esto ocurre con rapidez, pero lo más habitual será que tenga que esperar un rato. Finalmente el semáforo de la calzada se pone en rojo y el peatón cruza. Mientras tanto, ha llegado un coche y se ha detenido. Y es entonces cuando surge el problema. A menos que el peatón camine a la velocidad de un caracol reumático, lo normal será que tarde bastante menos en atravesar la calzada que el tiempo durante el que el semáforo seguirá en rojo, por lo que el sufrido conductor, innecesariamente parado, tendrá sobrada ocasión de pensar que está haciendo el tonto allí parado; salvo, claro está, que decida saltarse a la torera esta retención innecesaria a riesgo, eso sí, de que una patrulla de la policía municipal estratégicamente emboscada aproveche para ponerle una multa.

Y no me sirven explicaciones del tipo de que el peatón puede ser, efectivamente, lento o que, cuando éste esté todavía pasando, comience a cruzar otro, puesto que todos estos casos están contemplados en la opción del paso de cebra y sin esperas innecesarias tanto para los peatones como para los conductores.

Así pues, ¿por qué esa manía de sembrar como setas estos semáforos idiotas?


Publicado el 9-2-2018