La maldición de la menta, o
¿por qué todos los dentífricos pican?





Muy bonito, pero ¿no podía picar menos?


De siempre, desde muy crío, aborrecí los caramelos de menta. No me gustaba que picaran, así que pronto aprendí a asociar el color verde de los dulces -entonces no había ni caramelos, ni chicles, ni golosinas en general de ese color y otros sabores diferentes tales como la manzana, el melón o el pistacho- con ese desagradable picor que tanto me disgustaba. Y no se crean, el sabor a menta o, mejor dicho, el picor de la menta, sigue sin gustarme en absoluto hoy en día.

En realidad el problema de los caramelos o los chiches de menta siempre fue trivial; bastaba con no comprarlos o, si te los ofrecían, intentar evitarlos o bien elegir los de cualquier otro sabor. A unas malas, siempre se podían “guardar para más adelante” o, si no había más remedio, echárselos a la boca y escupirlos discretamente en cuanto se pudiera.

El problema y no de mis años infantiles, sino de la actualidad, es que no consigo encontrar un maldito dentífrico que no pique, puesto que aquí, a diferencia de los caramelos, la menta o sus equivalentes picantes, como el eucalipto -que para mí es todavía peor-, ejercen una hegemonía total y absoluta en la gama de sabores que presentan estos indispensables adminículos de la higiene bucal. Y les aseguro que he probado con un montón de marcas, encontrando como única diferencia que unas pican más y otras pican menos, pero que en definitiva todas pican, lo que me resulta un auténtico fastidio.

Supongo que todo se deberá al para mí equivocado criterio de que un buen dentífrico, además de limpiar convenientemente los dientes y las encías, debe de dejar una sensación de frescor en la boca... sensación totalmente artificial, dicho sea de paso, puesto que los dentífricos son esencialmente una sustancia detergente a la que se le añaden diferentes aditivos bactericidas, protectores de la mucosa bucal o endurecedores de los dientes, mientras que tanto el color como el sabor que presentan son puramente accesorios sirviendo tan sólo para hacer más agradable su uso.

Pero a mí, vuelvo a repetirlo, no me resulta nada agradable el dichoso picor que te dejan en la boca. Reconozco que se trata de una cuestión muy personal y, mucho me temo, minoritaria, tan minoritaria que al parecer nunca ha sido tomada en consideración por los fabricantes de dentífricos; pero les aseguro que nada más lejos de mi intención que intentar imponer -si se pudiera, algo que evidentemente no es posible- mis gustos a nadie. Mis pretensiones son mucho más modestas, conformándome con algo tan sencillo como que hubiera dentífricos con diferentes sabores al igual que ocurre con los caramelos, los chicles, los helados o los yogures... ¿acaso es pedir mucho?

Porque, mientras que en cualquiera de estos productos, u otros similares, los sabores se multiplican hasta el infinito -hace unos días probé, unas pipas de girasol con sabor a barbacoa que no me gustaron nada-, la dictadura de la menta permanece incólume en los dichosos dentífricos, con el añadido de que, a diferencia de las golosinas, no es algo que resulte conveniente evitar.

Digo yo que podría haber dentífricos con sabores asimismo refrescantes que, a diferencia de la dichosa menta, no picaran, tales como la hierbabuena, el poleo -parientes cercanos de la menta, dicho sea de paso-, la naranja, el limón, el anís, la fresa, la piña... pero éstos, o no existen en el mercado o, si existen, yo no consigo encontrarlos, al menos en los lugares lógicos para buscarlos tales como los supermercados, puesto que no veo ninguna razón para comprarlos, mucho más caros, en sitios como las farmacias.

Mientras tanto, seguiré padeciendo en silencio los malditos picores de la menta.




Post data

Una vez publicado el artículo, un amigo me comunicó que, efectivamente, sí era posible encontrar algún dentífrico que no picara... en las farmacias, y a unos precios varias veces superiores a los normales. Evidentemente, no me refería a esos, sino a los normales que se pueden comprar, a un precio normal, en tiendas normales como supermercados o droguerías.


Segunda post data

Por fin conseguí encontrar un dentífrico que no picara, a la venta en supermercados y con un precio aceptable, aunque un 25% más caro que su equivalente “normal”. El problema es que se trataba de un dentífrico infantil con sabores, en sus dos variantes, a refresco de naranja y a chicle, respectivamente. Aunque no está del todo mal, como cabía esperar se aleja bastante de los gustos de los paladares adultos, en especial por su excesivo dulzor. Qué se le va a hacer, habrá que seguir buscando...


Publicado el 27-8-2011
Actualizado el 7-1-2012