Un papel higiénico “enrollado”





Está claro que la estupidez humana no conoce fronteras


Lo vi el otro día en un anuncio de televisión, y me quedé patidifuso. Una marca de las más conocidas del mercado anunciaba un nuevo papel higiénico cuyo cilindro central, en vez de ser de cartón como ha sido toda la vida, era de un material que se deshacía en el agua, lo cual permitía arrojarlo al inodoro evitando así al sufrido depositor la tremenda molestia de tener que ir a tirarlo a la basura. Cito textualmente los argumentos de esta empresa (los he encontrado en Internet), omitiendo únicamente las marcas comerciales:


El primer tubo biodegradable y soluble que puede tirarse por el inodoro y que hace más confortables las visitas al baño de los consumidores. Una investigación reciente ha revelado que el 89% de los consumidores españoles está interesado en utilizarlo, ya que hará que sus vidas sean más cómodas. Gracias a él se han acabado los problemas cuando se termina el rollo de papel higiénico: simplemente hace falta tirar el tubo al inodoro, tirar de la cadena y desaparecerá.


Bueno, pues da la casualidad, qué se le va a hacer, de que yo soy del 11% restante... por más que el dichoso canuto constituya, en palabras de la empresa que lo comercializa, “un verdadero cambio en las visitas al baño de los consumidores”. Lo que no he conseguido averiguar todavía, aunque no es muy difícil de adivinar la respuesta, es si el precio del invento resulta ser superior al de los rollos de toda la vida, esos que te hacen la vida tan poco confortable porque tienes que hacer el esfuerzo de tirarlos a la basura.

Claro está que, pensándolo bien, tampoco resultan tan sorprendentes los datos estadísticos, sean éstos representativos o no, esgrimidos por su fabricante, sobre todo si tenemos en cuenta la imparable hegemonía con la que la ley del mínimo esfuerzo se está implantando en una sociedad que cada vez no sólo es más abúlica, sino también más rematadamente estúpida... auxiliada eficientemente, eso sí, por unas industrias que de esta manera consiguen vender lo que ellos llaman productos con valor añadido, lo cual en román paladino quiere decir que consiguen vendernos exactamente lo mismo, o muy parecido, a un precio muy superior, con el consiguiente incremento de su margen de beneficios.

Y es que la gente, por extraño que pueda parecer, colabora con todo entusiasmo al desvalijamiento de sus bolsillos, a cambio de los abalorios de una presunta (y en muchas ocasiones ridícula) comodidad. Al fin y al cabo que el rollo de papel higiénico, una vez gastado, nos ahorre el ímprobo trabajo de tenérnoslo que llevar hasta la cocina o hasta donde guardemos el cubo de la basura (el de los papeles, se entiende, que hay que ser ecológicos y fomentar el reciclaje), está en línea con otras geniales invenciones de la industria tales como el café con leche, ya mezclados, que nos venden en cajas de tetrabrik para evitar tener que herniarnos haciéndolo nosotros mismos; o ese brebaje denominado tinto de verano, algo tan difícil de preparar como es mezclar vino peleón y gaseosa a partes iguales; o los huevos ya cocidos, al doble de precio que los crudos; o el extracto de frutas y verduras que, bebiéndolo, nos libra del ímprobo esfuerzo de tener que pelarlas y masticarlas; o el pan de molde sin corteza -y por supuesto sin extremos-, no sea que nos vayamos a hacer daño en los dientes al comerlo; o el abrelatas eléctrico, que no sé si lo seguirán vendiendo, pero con el que nos dieron la tabarra a base de bien hace algunos años.

Eso sí, quizá la mayor majadería de estos últimos años haya sido el libro con 200 páginas completamente en blanco que, bajo el título de ¿Qué es lo que todo hombre piensa, aparte del sexo?, apareció en las librerías británicas hace algunos meses, lo que no impidió que arrasara en las listas de ventas en (allí todavía deben de estar peor que aquí) por delante de libros de verdad como Harry Potter o El código da Vinci... aunque tampoco se quedan atrás las latas de aire puro (sólo faltaba que no lo fuera) a la venta en Japón, las cuales, eso sí, incluyen en el precio (unos módicos 4 euros de nada) una cómoda mascarilla.

Lo triste es que encontrar más ejemplos de este tipo resulta extremadamente sencillo; basta con echar un vistazo alrededor, en cualquier tienda, o en cualquier medio publicitario (las teletiendas de la madrugada son un auténtico filón), para descubrir mil y un ejemplos de lo dicho. Dando un paso más, y ya puestos a buscar directamente extravagancias, que no obstante se venden, haciendo un rápido y en modo alguno exhaustivo rastreo por Internet me he encontrado con las siguientes perlas:

-La tienda favorita de ropa y accesorios para perritos con personalidad (?). En su catálogo de productos incluye, entre otros, abrigos plumas impermeables; lazos y pasadores adornados con cristales Swarovski; botitas, calcetines y pantuflas; camisetas; vestidos y minifaldas para perritas; chalecos salvavidas (sic); chubasqueros, sudaderas... todo para perros (y para perras, no vayan a protestar las feministas). Claro está que todavía mejor es la cerveza para perros (les juro que no me lo invento) que vi anunciada en un folleto que echaron el otro día en mi buzón; eso sí era sin alcohol, que no es cuestión de fomentar el alcoholismo canino. O la obra de teatro sólo para perros (los dueños tenían prohibido acompañarlos en la sala) que se estrenó hace algún tiempo en Madrid, ignoro si con éxito. O los menús para perros que ofrecen algunos restaurantes norteamericanos. O, ya puestos, el restaurante para perros (que no especializado en carne de perro) abierto en Shangai. La última extravagancia de este estilo que he leído por ahora ha sido el reloj Rolex, valorado en 4.000 dólares -el mío vale bastante menos, aunque me presta un excelente servicio-, que una ciudadana de la localidad tejana de Crawford ha encargado para su perro... sin que sepamos si ha conseguido siquiera enseñarle a mirar la hora. Eso sí, la interfecta ha declarado que para su perro “quería algo diferente”.

-Sujetadores con bolsillos. Útiles para llevar pequeños bultos y, supongo, también para realzar los pechos de las usuarias en caso de que éstos no den la talla. Otros utensilios similares son los calzoncillos (y las bragas) musicales, el sujetador que se suelta solo dando palmas, o las zapatillas con MP3. A su lado, los famosos Inventos del TBO del profesor Franz de Copenhague no pasaban de ser meros tanteos de aprendiz.

-Cubrebotellas. Los hay de todo tipo y diseños, como si importara en absoluto que el cristal esté desnudo a la hora de beberte el vino. Y no es el único artilugio de esta guisa, también hay otros tipos de accesorios para las botellas igualmente inútiles tales como tapones con cierre de seguridad -algunos tienen hasta un aro para recoger las gotas-, bombas de vacío, inyectores de aire, soportes e identificadores para copas, sacacorchos ortopédicos -yo acabé arrinconando uno que me regalaron- mucho más complicados que los normales...

En fin, podría seguir explayándome todavía mucho más acerca de todas estas caras estupideces que, pese a toda lógica, acaban medrando... pero sin duda me extendería demasiado. Así pues, les invito a que las busquen por ustedes mismos; seguro que no quedarán defraudados.


Publicado el 16-5-2011
Actualizado el 24-9-2011