Historia de una cafetera





La cafetera suicida era similar a ésta


Desde hacía bastantes años tenía en casa una vieja cafetera. Era de esas que llaman italianas, con un cuerpo inferior donde se coloca el agua, uno superior enroscado por donde se vierte el café y, entre ambos, el depósito donde se coloca el grano molido. Estaba muy vieja e incluso bastante destartalada, pero hacía buen café y por esa razón mes resistía a jubilarla.

Pero un buen día ella decidió por sí misma y, sin duda cansada ya de la vida, decidió suicidarse. Eso sí lo hizo a lo grande en plan dios escandinavo, con una sonora explosión cuando estaba puesta al fuego al tiempo que abollaba la campana extractora y dejaba marcas patentes de su hecatombe -hay que ver lo mal que se quitan las manchas de café- hasta en el último rincón de la cocina. Por suerte prefirió no compartir su suerte con nadie más, ejerciendo su última voluntad en solitario cuando la cocina estaba vacía.

El caso fue que, tras tan dramática pérdida, me vi obligado a buscarle una sustituta, recayendo la elección en otra cafetera de sistema similar que me habían regalado tiempo atrás y que tenía arrinconada debido a su pequeño tamaño. Al igual que la finada la nueva cafetera era del sistema italiano, pero en lugar de la plebeyez de la anterior se trataba de un modelo de diseño, realizado en acero inoxidable -su predecesora era de modesto aluminio y de toscas formas hexagonales- por una de las marcas más conocidas del mercado. De hecho, tan sólo su escasa capacidad era lo que había impedido que la hubiera utilizado hasta ahora; pero ya que la tenía, y que podía servir de reemplazo, decidí rescatarla de su ostracismo.

Sin embargo, me encontré con un pequeño problema. Estas cafeteras cuentan con una junta de goma que permite, una vez enroscadas las dos partes, que en la inferior se cree suficiente presión al hervir el agua como para hacer subir a ésta hasta la parte superior, atravesando el depósito en el que se encuentra el café molido. Se trata de un sistema sencillo, pero si la goma no sella bien ya que con el tiempo se acaba deteriorando, el vapor se pierde por la junta y el café simplemente no sube.

Por esta razón es preciso reemplazar de forma periódica esta modesta, pero importante, junta de goma, lo cual es tan fácil como acudir a una ferretería, e incluso a un bazar de todo a cien, y comprar la correspondiente según un código de tamaños conforme a la capacidad teórica en tazas -en realidad más bien dedales- de la cafetera en cuestión. Así pues, se trata de un sistema universal independiente de la marca... o al menos, eso era lo que en mi ingenuidad creía yo.

Así ocurría, efectivamente, con la cafetera difunta, a la cual le había cambiado ya la junta en numerosas ocasiones. Pero cuando intenté hacer lo mismo con la nueva, me encontré con la sorpresa de que la junta correspondiente a su tamaño, adquirida en una ferretería por el módico precio de 45 céntimos de euros, no valía... porque casualmente, aunque su diámetro interior era el correcto, el exterior quedaba un poco corto; casi nada, sólo lo suficiente para que no encajara bien y, por lo tanto, no sirviera.

Vuelvo a repetir que la cafetera de marras era de marca, lo que me hizo sospechar de inmediato la jugada: no dejaba de ser casualidad que las juntas universales, que servían perfectamente para cualquier cafetera de marca poco conocida, resultaran inútiles ante tan caprichoso artefacto; doy por supuesto, aunque todavía no he tenido ocasión de comprobarlo, que si me dirijo al servicio oficial de la marca en cuestión y les solicito una junta de goma para su cafetera éstos sí me podrán proporcionar la que encaje sin problemas... a un precio, mucho me temo, bastante superior a los 45 céntimos, lo cual no me pilla de sorpresa dado que estas marrullerías suelen ser de lo más habitual, de modo que a poco que te descuides -el paradigma de estas prácticas son las cafeteras que funcionan con cartuchos que sólo puedes adquirir a los propios fabricantes- te habrás visto atrapado en lo que los expertos llaman un mercado cautivo, aunque yo prefiero definirlo como una caradura supina.

De momento, y dado que la díscola cafetera seguía siendo pequeña y además me fastidia bastante que intenten extorsionarme de una manera tan descarada, he optado por comprar una nueva... en esta ocasión uno de esos modelos que funcionan por goteo y no llevan junta de goma, lo que me garantiza que no tropezaré de nuevo con este desagradable problema.


Publicado el 3-5-2011