Halloween: ¿tradición o juerga?



Las tradiciones, mientras estén suficientemente arraigadas y no se conviertan en una obligación como pasaba con la Semana Santa durante el franquismo, no tienen por qué ser malas. Al fin y al cabo a todos nos gusta sentirnos cómodos con nuestras raíces, y si a alguien no le gusta una con no participar en ella asunto solucionado.

Las tradiciones varían asimismo de un lugar a otro, lo que aporta una riqueza cultural que merece la pena conservar.

El problema que veo al Halloween es que se trata no de una tradición importada de los Estados Unidos ajena a las nuestras, sino una mera excusa para montarse unos días de juerga en una época del año que quedaba fuera del calendario lúdico anual. De hecho, ni siquiera tiene nada que ver, salvo en la parafernalia, con el verdadero Halloween, una fiesta infantil que no va más allá.

En mi caso no hay problema ni me rasgo las vestiduras, simplemente lo ignoro. Lo que sí me preocupa es que veo en su promoción un claro móvil económico -no es una tradición, importada o no, sino una disneylandia artificial- que, como otras iniciativas similares, busca sacar dinero a costa de mantener al Homo ludens en un estado de infantilismo y juerga perpetua y que de paso no piense demasiado. Vamos, el pan y circo de toda la vida. Y eso sí puede llegar a ser preocupante, aunque el problema excede con mucho de este caso concreto.


Publicada el 31-10-2022 en El Confidencial