Soberbia periodística





Chufla, chufla, que como no te apartes tú...



Sin la menor intención de generalizar, que es algo bastante feo a la vez que normalmente injusto, creo poder afirmar, y no soy yo el único en decirlo, que el nivel medio de los periódicos españoles se ha deteriorado notablemente en los últimos tiempos, lo cual se comprueba tanto en las portadas de los periódicos presuntamente serios, cada vez más parecidas a las de las revistas de cotilleo, como en la aparente falta de conocimientos de muchos redactores en lo que siempre se ha venido a llamar cultura general, con el agravante de que la mayor parte de las veces basta con una rápida consulta en internet para solventar las dudas. Eso, por supuesto, sin contar con las frecuentes redacciones incorrectas, impropias de un alumno de bachiller, por no hablar ya de las faltas de ortografía más escandalosas.

No obstante, lo peor de todo es probablemente la soberbia de estos mismos ¿profesionales?, nada dispuestos no ya a enmendar sus errores sino, incluso, a admitirlos, dando como única y pobre excusa -cuando la dan- la premura de tiempo con que se ven obligados a trabajar.

Voy a ponerles un ejemplo que pasó hace unos días. Leyendo un artículo de índole histórica en la edición digital de un periódico que siempre ha presumido de serio, me encontré con la sorpresa de que afirmaban con total rotundidad que el vuelo inaugural del aeropuerto de Barajas, allá por 1931, lo había realizado el entonces director general de la Aeronáutica Militar -todavía no se había constituido el Ejército del Aire- Francisco Franco.

El dato me chirrió de inmediato puesto que como es sabido, el futuro golpista y más tarde dictador realizó su carrera militar dentro del arma de Infantería, siendo su único contacto con los aviones en calidad siempre de pasajero. A mí me sonaba más bien que pudiera tratarse de su hermano Ramón, aviador famoso y héroe nacional tras el histórico vuelo, cinco años antes, del Plus Ultra, del que fue comandante. No obstante, y para asegurarme, realicé una consulta en internet que me permitió confirmar mis sospechas en apenas unos minutos.

Así pues, procedí a enviarles un comentario advirtiéndoles del error. Cual no sería mi sorpresa cuando comprobé que, poco después, habían “corregido” -luego explicaré la razón de las comillas- su garrafal metedura de pata sin, eso sí, publicar mi comentario que, les aseguro, no era en modo alguno crítico, limitándome a explicarles educadamente su error. Curiosamente, sí publicaron otros comentarios en los que les enmendaban otros errores mucho menos importantes y sin el menor calado histórico. Por supuesto, tampoco se dignaron en acusar recibo ni, ¡faltaría más!, en darme las gracias.

Lo más curioso del todo es que la “corrección” -con comillas- consistió en sustituir el inicial “Francisco Franco” por “el comandante Franco”; cierto es que en 1931 Ramón Franco era comandante mientras su hermano había ascendido ya a general, pero lo más probable es que este detalle a mucha gente le pase desapercibido de forma que identifiquen erróneamente el apellido con el hermano equivocado. Evidentemente hubiera sido mucho más sencillo, y sobre todo más claro, poner el nombre correcto, pero ¿por qué no lo hicieron?

Y no creo que se tratara de un desliz involuntario; dados los ribetes de amarillismo que afloran incluso en los periódicos presuntamente serios, entra dentro de lo posible que la verdadera intención inicial del inculto redactor fuera llamar la atención no sobre la prosaica realidad histórica, sino sobre una aparente anécdota poco conocida -y tan poco, puesto que era falsa- de quien fuera el amo de España durante casi cuatro décadas... quedaba, incluso, gracioso.

Hasta que llegué chafándoles el invento. Evidentemente no podían mantener el error ya que, al igual que había hecho yo, otros lectores podrían darse cuenta del gazapo, por lo que no tenían más remedio que corregirlo. Pero ¡oh casualidad! lo hicieron de una manera ambigua y solapada de forma que no pudiera enmendárseles la plana -al fin y al cabo el aviador que realizó ese primer vuelo también se llamaba Franco- pero dejándolo caer de una forma lo suficientemente ambigua como para que más de uno y más de dos siguiera pensando que se trataba del futuro dictador.

¿Malpensado? Quizá, pero conviene no olvidar que llueve sobre mojado, ya que cuando le interesa, vete a saber por qué razones, este mismo periódico no duda -y lo ha hecho de forma reiterada- en pasarse por el arco del triunfo infinidad de datos históricos perfectamente contrastados y avalados por multitud de reconocidos historiadores como, pongo por caso, cuando sus redactores no sólo dan pábulo, sino que también alientan, disparates del calibre de la demencial “teoría” de que Cervantes habría nacido no en Alcalá sino en la comarca zamorana de Sanabria, sin que parezca importarles lo más mínimo que se trate de absurdas especulaciones de nulo rigor histórico “avaladas” tan sólo por la tozudez berroqueña de sus promotores.

Como para fiarse de ellos.


Publicado el 2-9-2015