Mal empiezan





Con esta bicicleta, a lo mejor no habría tantos problemas



Hace unos días volvía andando a casa después de hacer la compra y me paré en un semáforo para cruzar una avenida. Es preciso añadir que, entre la acera y la calzada, existía uno de esos simulacros de carril bici que en vísperas de elecciones municipales acostumbran a construir los ayuntamientos a toda prisa y por supuesto sin el menor criterio de funcionalidad.

Se acababa de abrir el paso para los peatones cuando apareció por el carril bici un pelotón de ciclistas con la sana intención de saltárselo pese a que para ellos, evidentemente, estaba cerrado. Es necesario explicar que eran alrededor de media docena de niños relativamente pequeños pastoreados por un adulto que iba en el último lugar.

Circulaban a tal velocidad que los dos primeros pasaron como una exhalación antes de que pudiéramos darnos cuenta, y gracias a que no atropellaron a nadie; pero el tercero venía más rezagado y yo aproveché el hueco empezando a cruzar al tiempo que le hacía un gesto con la mano para que se parara. El chaval, que no tendría ni diez años, así lo hizo mientras el que le seguía casi choca con él.

Ninguno de ellos dijo nada pero sí el único adulto que los conducía, el cual empezó a reprocharme que “eran niños, eran niños”, a lo que yo le respondí con un “y esto es un semáforo”.

El individuo insistió entonces con un “tiene usted razón, pero son niños” en tono poco convincente. Puesto que para entonces yo ya estaba en la isleta central, opté por ignorarlo y seguir mi camino, por lo que el incidente no fue a más.

Sin embargo, al llegar a casa comencé a arrepentirme de no haberle respondido que, lejos de porfiarme, tendría que haberme agradecido la lecciónde educación vial, gratuita además, que les había dado a los niños, la misma que según todas las apariencias él les había escamoteado al no enseñarles que los ciclistas, como cualquier otro vehículo y por supuesto también los peatones, estaban obligados a respetar las reglas de tráfico incluyendo los semáforos y los pasos de peatones.

Todavía peor es el hecho evidente de que les estaba haciendo un flaco favor, puesto que lo mismo que pretendían saltarse -y un par de ellos lo hicieron- un paso de peatones cerrado y con la gente empezando a cruzar, cabía la posibilidad de que pudieran hacer lo mismo en un cruce con el consiguiente riesgo de ser atropellados.

Claro está que el civismo de muchos ciclistas adultos -no todos evidentemente, nada más lejos de mi intención que generalizar- deja mucho que desear, como puede comprobar cualquiera que salga a la calle -ayer mismo un cafre me pasó rozando a toda velocidad en la angosta acera de un paso subterráneo-, así que no es de extrañar que estos ciclistas incívicos inculquen este incivismo a sus cachorros. Pero esto es algo que merece ser abordado con más profundidad en un artículo aparte.


Publicado el 25-10-2022