El trabuco de Luis Candelas





El peligroso bandolero armado con su trabuco.
Fotograma tomado de https://www.telemadrid.es



Como es sabido hay ocasiones en las que la realidad supera a la ficción con noticias que parecen salidas de las páginas de los extintos tebeos y, en este caso concreto, de las delirantes historietas de Mortadelo y Filemón. Y no exagero.

El pasado 14 de noviembre de 2022 saltaba a los medios de comunicación un incidente realmente insólito: una patrulla de la policía municipal madrileña había requisado el trabuco al portero que, disfrazado de bandolero, ejerce de reclamo turístico del tradicional restaurante Las Cuevas de Luis Candelas, ubicado desde hace tres cuartos de siglo en el Arco de Cuchilleros en pleno corazón de Madrid.

Según manifestó el portero los agentes se dirigieron a él pidiéndole el permiso correspondiente para portar el arma, el cual les mostró, lo que no impidió que decidieran requisarle el trabuco. El propietario del establecimiento tuvo que acudir a las dependencias de la policía municipal a recoger tan peligrosa arma de fuego, consiguiendo que se la devolvieran tras demostrar que contaba con todos los permisos necesarios para exhibirla en la vía pública, algo que según él no era la primera vez que ocurría.

Tal como explicó se trata de un trabuco real fechado en 1837, inutilizado y con la consideración de arma histórica. A ello hay que añadir, y esto es ya de cosecha propia, que no parece que fuera el arma más adecuada para hacer una trastada, sobre todo teniendo en cuenta que los trabucos eran de avancarga, es decir se cargaban por la boca del cañón ya que no tenían ni recámara ni cargador como las armas de fuego actuales, y el proceso era realmente engorroso: había que verter primero pólvora negra, compactarla con una baqueta, introducir estopa, añadir la bala o las postas y, por último, poner también pólvora en la cazoleta, pudiéndose hacer un único disparo -evidentemente no era de repetición- tras el cual había que volver a repetir todo el proceso. Eso si no fallaba el disparo por estar la pólvora mojada, no saltar la chispa del pedernal al tirar del gatillo o no haberse realizado todos los pasos de forma correcta. Además tampoco eran precisos salvo en disparos a quemarropa, por lo que su uso militar fue siempre muy limitado. Vamos, para unas prisas.

Eso sin contar con que a cualquiera se le ocurre que, con independencia de que se tratara de un antiguo trabuco o de una reproducción moderna, se trataba de un simple elemento de atrezo del disfraz del portero, pensando para atraer clientes y no para asustarlos... máxime cuando lleva a la puerta del restaurante desde hace setenta y cinco años sin que se sepa que nunca hubiera disparado a nadie.

Pese a que el incidente no pasó de chusco, y el propietario del restaurante lo consideró una simple anécdota, el hecho de que no fuera la primera vez que ocurría pese a que contaba con el permiso correspondiente para hacerlo, no deja de resultar llamativo cuando ante lo evidente del caso debería haberse evitado llegar a esos extremos. Eso sin contar con el pitorreo que se montó en los comentarios de los lectores de la noticia junto con las quejas de quienes pedían, no sin razón, el mismo celo ante conductas incívicas e incluso peligrosas que parecen quedar impunes aunque no traigan reminiscencias a las aventuras de Curro Jiménez. Vamos, que considero mucho mayor el riesgo de ser agredido, atracado e incluso atropellado por un patinete en la vía pública que el de acabar en un hospital víctima del disparo de un trabuco.


Publicado el 17-11-2022