Hoy las ciencias adelantan...





Psique y Eros, de Canova. Donde estén los clásicos...



Pese a que a mis años, que ya empiezan a ser bastantes, y a todas las cosas que he tenido ocasión de ver a lo largo de ellos, estoy ya más que curado de espantos, lo cierto es que, para sorpresa mía, todavía sigo encontrando de vez en cuando cosas que, por imprevistas o por insospechables, me dejan totalmente perplejo.

Éste fue el caso de lo que descubrí hace unos días en el folleto publicitario de una conocida cadena de electrodomésticos, informática y telefonía. Ciertamente es de sobra conocido que los teléfonos móviles -o celulares como dicen con mayor propiedad en Hispanoamérica, puesto que estos chismes no se mueven solos- hace ya tiempo que dejaron de ser unos simples sustitutos de los antiguos teléfonos convencionales para convertirse en algo cada vez más parecido a un ordenador en miniatura, y sabido es también que, pese a seguir manteniendo su utilidad original, la gente cada vez los usa menos para hablar.

Es por esta razón por la que los modernos teléfonos inteligentes -me niego a utilizar el aberrante barbarismo con el que suelen ser denominados- sirven para casi todo, con multitud de aplicaciones -me reitero en lo de los barbarismos innecesarios- que les permiten realizar los más diversos menesteres, desde algunas francamente útiles -como por ejemplo saber cuanto tiempo va a tardar en llegar el autobús, o consultar el parte meteorológico- hasta otras que, se mire como se mire, no pasan de ser meras curiosidades o incluso absurdas majaderías... pero para gustos se hicieron los colores, como afirma la conocida frase castellana.

Ahora bien, si ya conocía la existencia de toda esta parafernalia de aplicaciones, lo que no esperaba era encontrarme con nada menos que con un juguete erótico -así lo denomina el folleto- que además de contar con 12 frecuencias, 10 modos de vibración, conexión Bluetooth y sensor térmico, se diferencia de los convencionales en que incluye además la posibilidad de manejarlo a distancia mediante un teléfono móvil, inteligente por supuesto, gracias a lo cual, según se indica en el folleto, es posible volver loca a tu pareja estimulándola desde tu smartphone (sic).

Sin comentarios. Mucho es lo que se ha hablado acerca de que el uso y abuso de los teléfonos móviles está provocando un menoscabo en las relaciones personales, entendiendo como tales aquéllas que llevan aparejado un contacto real y no vía cachivaches electrónicos. Y también se ha hablado bastante últimamente de diversas modalidades de sexo virtual, descendiente directo de los obsoletos teléfonos eróticos y, como cabe suponer, bastante más sofisticado que éstos.

Pero lo que yo nunca había sospechado es que se promocionara el sexo a distancia, o celular -uso este término dado que hablar de sexo móvil podría inducir a equívocos-, por supuesto con tu pareja -que sea la legítima o no es algo perteneciente a la intimidad de cada uno- ya que cabe suponer que, para poder sacarle todo el partido al artilugio, será necesario contar con el consentimiento mutuo.

Yo, la verdad, no acabo de encontrarle demasiadas ventajas a este sexo a distancia, aunque primera vista sí echo en falta una posible reciprocidad, al menos en lo que a parejas heterosexuales se refiere. Y por otro lado, dado que parece resultar necesaria una perfecta sincronización entre ambos participantes, me pregunto si no podría ser una posible fuente de situaciones, digamos, embarazosas si a uno de sus usuarios -el del lado del teléfono, se entiende- se le antoja darle una sorpresa a su media naranja justo en el momento más inoportuno; y no digamos nada ya en caso de posibles aventurillas extraconyugales.

En cualquier caso, conforme escribo se me están ocurriendo varios posibles argumentos de chistes o chascarrillos a costa del susodicho invento; pero mejor me los callo, porque pienso que no es éste el lugar más adecuado para contarlos.


Publicado el 28-4-2016