Nacionalismo pancartil







Decía Karl Marx que la historia se repite dos veces, la primera como tragedia y la segunda como farsa. Sin embargo, y al menos en lo que a los nacionalismos hispánicos se refiere, éstos me recuerdan mucho más a otros Marx, en concreto a los surrealistas guiones de los geniales Groucho, Chico y Harpo. Y es que, dado el carácter irónico y desenfadado de esta sección, prefiero no profundizar demasiado en un tema tan escandalosamente anacrónico que uno no sabe si reír o llorar al ver que a estas alturas sigue habiendo tanta gente empeñada en repetir unas pautas de comportamiento periclitadas hace ya mucho tiempo.

Pero vayamos al grano. La fotografía que ilustra el artículo corresponde al partido que enfrentó a las “selecciones” catalana y vasca el pasado 28 de diciembre -también es casualidad- de 2014 en el estadio bilbaíno de San Mamés. Como es fácil suponer el partido, obviamente sin validez oficial alguna, fue una simple excusa para montar uno de los numeritos de reivindicación nacionalista a los que nos tienen tan acostumbrados estos cansinos nostálgicos de la tribu, en esta ocasión por partida doble -nacionalistas del mundo, o cuanto menos de España, uníos- aprovechando esta asimismo doble dosis -política y futbolística- del opio del pueblo para volver a insistir con la matraca de que sus respectivas “selecciones” puedan intervenir en competiciones oficiales, y no sólo en numeritos folklóricos como el que nos ocupa.

Claro está que acostumbran a olvidarse del pequeño detalle de que, al menos en lo que al fútbol -no sé si también en otros deportes- se refiere, las selecciones no son nacionales -o estatales- sino de ligas, algo que no es una imposición del pérfido centralismo español sino consecuencia de las normas de la UEFA y la FIFA. Eso sí, lo normal es que haya una única liga por país, salvo en el caso de los raritos de los ingleses -perdón, británicos- que, dando como siempre la nota, cuentan con cuatro selecciones distintas, las de Inglaterra, Escocia, Gales e Irlanda del Norte; pero no porque el gobierno de Su Graciosa Majestad se enrolle bien con sus súbditos periféricos sino porque, así son las cosas, en Gran Bretaña nunca ha existido una liga unificada. De hecho, a ningún territorio, sea cual sea su estatus político, se le impide hacer lo propio, siempre y cuando cumpla con el requisito de contar con una liga propia. Éste es el caso de las islas Feroe y Gibraltar -pese a las reticencias españolas- en Europa, de Guam, Samoa Americana, Tahití, Nueva Caledonia y las Islas Cook en el Pacífico, de Macao y Hong Kong en Asia o de las islas caribeñas de Puerto Rico, Aruba, Curazao, Turks y Caicos, Vírgenes Británicas, Vírgenes Estadounidenses y Montserrat.

Así pues a los nacionalistas catalanes y vascos les resultaría muy fácil poder contar con selecciones oficiales; bastaría con que retiraran a sus respectivos equipos de la liga española creando las suyas propias, con la ventaja de que, por las razones ya explicadas, ni siquiera tendrían que esperar a independizarse, bastándoles con seguir los modelos de Escocia y Gales, dos grandes potencias futbolísticas europeas. Y la verdad es que resultaría divertido ver al Athletic de Bilbao y a la Real Sociedad jugar en partidos de liga con el Baracaldo, el Guecho o el Santurce, y al Barcelona hacerlo con el Figueras, el Hospitalet o el Olot.

Pero lo que ha motivado en realidad este comentario han sido las pancartas que ambas “selecciones” exhibieron, antes de empezar el partido, reivindicando su derecho inalienable a contar con una selección oficial. La pancarta catalana proclamaba Una nació, una selecció, que encima hasta rimaba. Claro está que contaba con la nada desdeñable ventaja de que tan sólo la separaban dos enes de su traducción al español, por lo cual el mensaje era susceptible de ser comprensible por cualquier extranjero que tuviera unos rudimentos de la lengua de Cervantes; porque, sinceramente, no creo que el catalán, con todos mis respetos, sea demasiado conocido allende nuestras -y sus- fronteras.

Mucho más crudo lo tenía la “selección” vasca ya que, de haber recurrido a su lengua vernácula -según el traductor de Google hubiera quedado algo así como Nazio bat, selekzio bat-, habría corrido el riesgo de que no se enteraran de lo que decía ni tan siquiera muchos de sus propios incondicionales. Y como no era cuestión de desperdiciar la oportunidad de pregonar su mensaje urbi et orbe -aunque no me consta que el partido tuviera una cobertura informativa internacional-, triunfó el pragmatismo haciendo que la pancarta apareciera escrita no en vasco ni, mucho menos, en román paladino -al enemigo ni agua- sino, paradójicamente, en inglés. Con dos chapelas, y lo que quede a estas alturas de Sabino Arana revolviéndose en su tumba.

Y ni siquiera lo hicieron demasiado bien, dado que su redacción -One country, one team- no reflejaba las connotaciones políticas que el mensaje sí tenía en español, en catalán y no sé si también en vasco; porque la palabra country no se traduce habitualmente como nación, sino como país, región, terruño o, simplemente, campo, siendo también el término con el que se denomina a un género músical típico de las zonas rurales de los Estados Unidos. Como mucho podría equivaler a país, aunque no en su acepción política sino en la geográfica, tal como la define el DRAE: Nación, región, provincia o territorio.

Puesto que los nacionalistas interpretan nación en el sentido político de Conjunto de los habitantes de un país regido por el mismo gobierno. Territorio de ese país. Conjunto de personas de un mismo origen y que generalmente hablan un mismo idioma y tienen una tradición común -también según el DRAE-, está claro que habría sido mucho más preciso usar el término nation, que además es prácticamente idéntico en ambos idiomas.

Por cierto, ¿en qué idioma se entenderían los integrantes de las dos “selecciones”? ¿En esperanto?


Publicado el 18-11-2015