Fabada a la benidormense





La receta de la fabada en cuestión



Si un día alguien quisiera abrir un museo dedicado a todo lo kitsch, hortera o directamente cutre que pulula por ahí, sin duda debería dedicar un amplio espacio a toda esa plaga de los Recuerdos de... que se amontonan en las tiendas de regalos de los principales centros turísticos de nuestro país, esos que cuando te los regalan -porque hay que tener cuajo para comprarlos tú- dudas entre estampárselo en la cabeza al donante o tirarlo discretamente a la basura en cuanto éste se haya marchado.

Sin embargo, dentro de la espantosidad general de todos estos engendros, muchos de los cuales rozan además, cuando no rebasan, los límites de la zafiedad más vulgar, hay algunos que reúnen los suficientes méritos como para ser recordados en una sección como ésta. Así ocurre, sin ir más lejos, con un paño de cocina que un buen día apareció por casa sin que me sea posible recordar su procedencia, aunque tengo claro que nosotros no lo compramos, por lo que debió de tratarse de un regalo de no recuerdo quien.

En cualquier caso tampoco tiene demasiada importancia; al tratarse de un objeto con una utilidad clara lo usamos como tal olvidándonos de su presunta faceta decorativa, lo que dicho sea de paso tampoco viene mal del todo porque un trapo de cocina siempre será un trapo de cocina, con independencia de su decoración. No obstante, un estudio detallado del mismo nos puede dar mucha miga.

Para empezar, en el paño campea la divisa Recuerdo de Benidorm, lo que aclara nuestras dudas sobre su origen. Y, dada su naturaleza, nada mejor que reproducir algo tan relacionado con ella como es una receta; concretamente, la de la fabada asturiana.

Y aquí es donde comienzan las sorpresas dado que la fabada no se puede decir que sea un plato típico ni de Benidorm ni del litoral levantino, razón por la que resulta difícil de entender que sus autores no hubieran optado mejor por una paella o por alguna otra variedad de arroz de las que con tanta maestría guisan por allí...

Pero no hemos hecho más que empezar. Como la receta pelada habría resultado demasiado árida, los anónimos fabricantes del paño decidieron acompañarla con sendos dibujos de una gaita y de una muchacha ataviada, más o menos, con el traje típico asturiano. Hasta aquí todo normal, ¿verdad? El problema es que detrás de la chica, que en sus manos sostiene algo que se parece más una paellera que a las fuentes en las que se cuece la fabada, aparece un árbol cuajadito de lo que parecen ser unas espléndidas naranjas... fruta que, ciertamente, no suele darse mucho por los pagos de allende el puerto de Pajares. Podría objetarse, ciertamente, que también pudieran ser manzanas rojas, pero amén de que no puede decirse que se parezcan demasiado a las manzanas con las que se elabora la sidra, a mí me sigue pareciendo un naranjo, y no un manzano, incluso en el dibujo de las hojas.

No obstante, lo mejor está por llegar. Leamos la receta:


-500 gramos de alubias de la Granja.


Empezamos bien. La fabada, como su nombre indica, se hace con fabes, que es una variedad de judías -o alubias- típica de Asturias. Los judiones de la Granja, por su parte, son otra variedad completamente distinta, y asimismo magnífica, con la que se elabora un suculento plato típico de Segovia. No hace falta ser ningún experto para diferenciar a las fabes, estrechas y alargadas, de los rechonchos y enormes judiones, de los que una vez cocidos tan sólo cabe uno en la cuchara, y aunque ambos platos son de lo más apetitoso y comparten ciertas características comunes, está claro que al guiso de judiones no se le puede llamar fabada. Por cierto, las fabes cuentan además con denominación de origen.

En conclusión, aunque es evidente que se puede hacer una fabada -en cursiva- utilizando cualquier otra variedad de judías que no sean las fabes, y probablemente el guiso esté bueno, no será una fabada auténtica.


-225 gramos de chorizos Cantimpalos.


Seguimos peor. La fabada lleva chorizo, pero no cualquier clase de chorizo sino el chorizo asturiano, que se diferencia de los de otras regiones españolas por estar ahumado, cosa que no ocurre con los de la localidad segoviana de Cantimpalos. Aquí se puede repetir lo mismo que en el párrafo anterior; aunque es posible añadir a una fabada cualquier tipo de chorizo, no por ello será una auténtica fabada.


-125 gramos de morcillas asturianas.


Bueno, aquí por lo menos sí acierta, sin cometer la herejía de recomendar morcillas de Burgos o de cualquier otro sitio; porque la morcilla asturiana, al igual que el chorizo, también está ahumada y se diferencia de las morcillas que se elaboran en otras regiones de España.


-25 gramos de morcillo de jamón y 125 gramos de tocino magro.


Esto se acaba de estropear. El compango, que es como llaman en Asturias al conjunto de los embutidos que se añaden a la fabada, consta de los ya citados chorizo y morcilla asturianos, junto con tocino entreverado y salado. Por el contrario, resulta extraño hablar del morcillo de jamón, ya que si bien se suele denominar así a la pieza procedente de la pata del ganado vacuno, su equivalente porcino sería el codillo o el hueso de jamón, ninguno de los cuales entra en la receta de la fabada de verdad. Y en cuanto al tocino magro, teniendo en cuenta que el DRAE define magro, en su acepción de carne magra, como carne que no tiene grasa ni nervios, juzguen por ustedes mismos si a algo sin grasa se le puede llamar tocino.

Pero no acaba aquí todo, porque a modo de apoteosis final, el paño made in Benidorm recomienda añadir a la fabada...


-¡Unas hebras de azafrán!


Como si estuviéramos haciendo una paella. El azafrán le irá muy bien al arroz, pero no suele ser empleado para los guisos de judías, ni mucho menos para la fabada. Además, teniendo en cuenta que basta con el pimentón del chorizo para darle al caldo su típico color rojizo, díganme ustedes qué pinta aquí esta especia cuya aportación, además, quedaría enmascarada por la reciedumbre del pimentón.

No, no se vayan aún; todavía nos queda lo mejor. Puesto que Benidorm es uno de los destinos favoritos no sólo de los españoles, sino también de multitud de guiris ávidos de sol, playa y garrafón barato, no es de extrañar que el paño de marras traiga la receta en una versión bilingüe, como si de una Piedra de Roseta culinaria se tratara, de modo que al texto en español que acabamos de leer le acompaña otro escrito en un inglés macarrónico capaz de hacer revolverse en su tumba al mismísimo Shakespeare. Así pues respiren hondo, agárrense bien y sigamos leyendo:


-Metod


La primera en la frente, ya que es en el mismo título donde empiezan a meter la pata. Para empezar la traducción al inglés de receta en su acepción culinaria es, según todos los diccionarios que he consultado, recipe. Y no contentos con confundirla con method, que en español significa método, además la escriben mal comiéndose la hache.


-500 gr. of french beans.


Más difícil todavía. Si en español confundían las fabes asturianas con los judiones de la Granja, aquí se nos descuelgan con las judías francesas... que no aparecen descritas como tal variedad en la Wikipedia francesa, aunque según he podido averiguar es el nombre con el que se conoce en ocasiones a las judías verdes de vainas redondas, diferenciándolas de las tradicionales españolas que presentan una vaina aplastada. Por lo tanto, si lo que salga de esta receta puede ser considerado como una fabada, yo me lavo no sólo las manos, sino también el resto de mi anatomía.


-225 gr. of pork sausage.


Por comparación con la versión española aquí se debe de estar refiriendo al chorizo, aunque sin especificar el tipo del mismo. Pero no queda aquí la cosa. La palabra inglesa sausage es un término genérico traducible por embutido, por lo que tanto podría aplicarse a un chorizo como a un salchichón o a una salchicha. Vamos, que sin ser incorrecto es claramente ambiguo, por lo que podría inducir a error a más de un extranjero sobre todo teniendo en cuenta la inexistencia del chorizo de verdad en la gastronomía tradicional de muchos países europeos.

De todos modos, y por lo que yo sé, los ingleses -y también, al parecer, los franceses- han solucionado el problema adoptando nuestra sonora palabra española, por lo cual el chorizo sigue siendo un chorizo a orillas del Támesis o del Sena. Asimismo lo de pork sobraba, puesto que no sólo el chorizo, sino también todos estos embutidos -al menos hasta que nos invadieron los insulsos sucedáneos hechos a base de carne de pavo- se habían venido elaborando tradicionalmente con carne de cerdo, tanto aquí como en las Islas Británicas, en Francia, en Italia o en Alemania, salvo algunos muy concretos como la cecina de vaca.


-125 gr. of Asturiam black pudding.


Bueno, aquí casi aciertan, salvo en la eme final de Asturiam en lugar de la ene... pero eso hubiera sido ya para nota. Por lo menos, eso sí, traducen correctamente a la morcilla -black pudding- y especifican que tiene que ser asturiana.


-25 gr. of ham black pudding.


Pues ahora no es que se hayan equivocado, es que su presunta traducción resulta completamente ininteligible, puesto que el ya de por sí extraño morcillo de jamón se ha transformado en una sorprendente -traduzco literalmente- morcilla de jamón... si alguien lo entiende, le agradecería encarecidamente que me lo explicara.


-125 gr. of leam bacon.


Si corregimos de nuevo la errónea eme final -al parecer una obsesión del traductor- de leam convirtiéndola en la correcta lean, nos encontraremos con la traducción literal al inglés del ya comentado tocino magro. Y si bien es cierto que bacon se puede traducir como tocino, dado que este término ha pasado al español, con la adición por parte de la RAE de una tilde, para definir a un tipo de tocino, la panceta ahumada en concreto, vuelvo a mostrar mis dudas sobre la precisión de este término, ya que la fabada no lleva bacón -pronúnciese beicon- ni nada que se le parezca.


-A fen strands of saffron.


Supongo que ese extraño fen, que sin duda le costaría el suspenso a cualquier estudiante de inglés de primaria, querrá decir en realidad few, es decir, pocos o pocas. Y aunque strands es traducible, en efecto, por hebras, los textos ingleses que he consultado no utilizan esta palabra sino threads -hilos- para referirse a los estambres de la rosa del azafrán. Algo es algo, por lo menos aciertan con saffron... por más que, vuelvo a insistir, el azafrán sea algo completamente ajeno a la fabada salvo en las recetas esotéricas de la nouvelle cuisine.

Así pues quienes sigan esta receta, sean españoles o extranjeros, a buen seguro que comerán un guiso de judías que podrá estar más o menos apetitoso... pero que no será en modo alguno una fabada. A no ser, claro está, que se trate de un nuevo plato que podríamos denominar fabada a la benidormense; porque, visto lo visto, casi todo puede ser posible por esos lares.


Publicado el 26-11-2013