España cañí







La fotografía con la que ilustro el artículo está tomada en la valla de una obra cualquiera. Y ciertamente me llamó la atención ya que, si bien no es la primera vez que veo un cartel de estas características, sí hacía bastante que no tropezaba con uno de ellos, con la salvedad además de una cuidada tipografía Cooper Black -nada de un vulgar Arial- que contrasta vivamente con los por lo común burdos rótulos escritos a mano que, como marca de la casa, suelen ir provistos de al menos alguna que otra falta de ortografía.

Pero vayamos al grano. ¿Por qué me llamó la atención este cartel? Pues por el desparpajo con el que se burla de la censura -porque censura es, se mire como se mire- implantada por la majadería de la corrección política que tanto daño está haciendo, aunque sólo sea por su contribución al deterioro de las ya de por sí escasas neuronas de muchos políticos y de otros tantos periodistas que los jalean, al tiempo que condenan a la hoguera -de momento sólo de forma metafórica, aunque de seguir así ya se verá más adelante- a todos aquellos que siguen empeñados en llamar a las cosas por su nombre en lugar de recurrir a ridículos eufemismos o a farragosas perífrasis, tanto da, como si cambiando los nombres se pudiera modificar en algo la esencia de lo definido.

En concreto, ahora está muy mal visto usar la palabra gitano no sólo como insulto -hasta aquí nada que objetar- sino también como sustantivo definitorio de, según el Diccionario de la RAE, “los individuos de un pueblo originario de la India, extendido por diversos países, que mantienen en gran parte un nomadismo y han conservado rasgos físicos y culturales propios”; lo que no le ha librado a la docta academia de una denuncia al Tribunal Europeo de Derechos Humanos porque, según la Confederación de la Asamblea Nacional del Pueblo Gitano, la cuarta acepción del término, “Coloq. Que estafa u obra con engaño, “les parece una enorme falta de respeto y una grave descalificación para todo nuestro pueblo”, pese a la advertencia de que se trata de un término coloquial y por más que la RAE esté harta de decir, en éste y en otros muchos casos de colectivos presuntamente agraviados, que ella no se inventa nada, limitándose a dar fe de forma aséptica de la realidad del idioma. Eso sí, estos colectivos callan que el término con el que los gitanos nos denominan al resto de los españoles, payo, significa, según el mismo Diccionario: “1. Aldeano. 2. Campesino ignorante y rudo. 3. Entre los gitanos, quien no pertenece a su raza”. Lo cual, según estos mismos argumentos, también debería ser igualmente retirado, ¿no?

En cualquier caso, la palabra gitano parece haberse convertido poco menos que en un tabú en los círculos progres propensos al buen rollito, hasta el punto de que el otro día vi con estupefacción en un supermercado que al tradicional brazo de gitano se le había caído ésta quedándose su etiqueta en un insulso Brazo. Por supuesto los periodistas acostumbran a hacer juegos malabares para evitarlo incluso cuando su supresión supone un importante menoscabo a la información, llegando a atreverse como mucho, y no siempre, a usar el absurdo eufemismo de etnia gitana, que, según una vez más el DRAE, significa “comunidad humana definida por afinidades raciales, lingüísticas, culturales, etc.”... gitana, claro.

Por esta razón me llamó la atención la rotunda declaración de principios gitaniles del cartel en cuestión que, lejos de andarse por las ramas, llama al pan, pan, y al gitano, gitano. Y como cabe suponer que el cartel haya sido colocado con el beneplácito del vigilante calé, si no lo ha puesto él mismo, la conclusión a la que llego es que los censores buenrrollistas demuestran ser, una vez más, más papistas que el papa o, si se prefiere, más gitanófilos que los propios gitanos.

Otra cuestión curiosa es la razón por la que se especifica de forma tan rotunda que el vigilante es gitano cuando, en el común de los casos, no se nos dice si este trabajador es blanco -perdón, caucasiano-, moro -¡huy lo que he dicho! quería decir magrebí-, negro -léase subsahariano-, esquimal -cámbienlo por inuit- o de Albacete... Porque, como bien decía Deng Xiaoping, ¿qué importa el color del gato mientras éste cace ratones?


Publicado el 25-3-2015