Calles peculiares



O, más concretamente, sus nombres. ¿A quién no le ha ocurrido que, deambulando por una ciudad en la que se está de visita, se tropieza con un rótulo que le llama poderosamente la atención? Probablemente, a todos.

Lamentablemente, de un tiempo a esta parte los ayuntamientos parecen haberse vuelto bastante pudibundos a la hora de camuflar el nombre oficial de una vía pública cuando éste se le antoja malsonante o inadecuado, pese a estar demostrado que con ello no se logra hacer desaparecer el tradicional. Así, no busquen en el callejero de Sigüenza la calle de Rompeculos, en el de Oviedo la de Salsipuedes o en el de Alcalá de Henares la plaza del Piojo; todas ellas existen, pero bajo otros nombres oficiales.




El apellido, ciertamente, se las trae...


No obstante, podremos seguir encontrándonos auténticas perlas a poco que escarbemos. Ya comenté en su momento la rotunda declaración de principios del ayuntamiento de Setenil de las Bodegas en su calle de Gibraltar español, y ahora les llega el turno a dos hallazgos que realicé en la ciudad de La Coruña. El primero no tiene realmente desperdicio, y huelga todo comentario sobre el apellido del pobre alcalde pese a que éste significa, en castellano, algo tan inocente como hoja... pero así son las jugarretas de los idiomas. José Folla Yordi fue, según he podido comprobar, alcalde de esta capital gallega entre 1910 y 1913, siendo su gestión municipal tan meritoria como para merecerse el homenaje de una calle... aunque sea inevitable que, al menos a los castellano parlantes, se nos escape una sonrisilla al leer la placa.

La otra calle, muy cercana a la anterior, no deja tampoco de tener su miga, aunque en esta ocasión por causas completamente diferentes. Puesto que los políticos españoles suelen adolecer, desde hace al menos doscientos años, de callejitis aguda, no es de extrañar que de forma periódica, por lo general coincidiendo con cambios ideológicos, se desaten epidemias de cambio de placas, hasta el punto de que han sido muchos los escritores que han criticado, o directamente se han burlado, de estas manías que, por si fuera poco, nacen muchas veces con fecha de caducidad incorporada, justo lo que se tarde en darle la vuelta a la tortilla. Y, puesto que lo habitual es que una calle figure tan sólo con un único nombre oficial -aunque hubo quien propuso que en vez de retirar las placas antiguas se limitaran a taparlas con las nuevas, para beneficio de futuros historiadores-, se pueden figurar mi sorpresa cuando me encontré con toda una batería de placas -en total nueve, aunque según todos los indicios se van incrementando al ritmo de una por año- conviviendo en fraternal armonía en la pared frontera con la esquina que, menos mal, es una medianería y no una fachada, porque de ser así podrían acabar teniendo problemas de espacio.




Al fondo hay sitio...


La calle se llama oficialmente de San José, y así figura tanto en los planos de La Coruña como en el resto de las placas existentes a todo lo largo de la misma; sólo es aquí, pues, donde se produce tamaña eclosión. Por supuesto, la pregunta que se harán ustedes, tal como me la hice yo, es la siguiente: ¿A santo de qué viene tanto nombre? La explicación es sencilla. A partir de 2008, y al menos hasta 2015 cuando yo hice la foto, cada año le ha sido dedicada una placa a una persona distinta la cual, además de con su nombre y apodo, figura como Choqueiro de Monte Alto del año correspondiente. Monte Alto es el barrio coruñés en el que está enclavada la calle, y los choqueiros son la encarnación local de las comparsas de carnaval. Así pues, las placas vienen a ser el homenaje anual de las comparsas a uno de sus miembros.

Por suerte para ellos, todavía les queda bastante pared disponible.


Publicado el 28-7-2014