Y dale con la toxicidad...





Fuga de metano en el saboteado gasoducto del Báltico



Está visto que los periodistas no tienen espíritu de enmienda... es disculpable que no estén versados en química, aunque muchos de sus gazapos corresponden a temas que en su día -no sé ahora, tras sucesivas leyes educativas cada vez peores- se estudiaban en el bachillerato, pero no creo que resulte tan difícil documentarse cuando hubiera bastado con una rápida consulta en internet.

Pero ni con esas. Una de sus clásicas meteduras de pata consiste en atribuir carácter tóxico o contaminante a todo aquel gas presunto culpable de causar estropicios de cualquier tipo, léase explosivos, asfixiantes, causantes de efecto invernadero... todo vale para meterlos en el mismo saco.

Así ocurrió, por ejemplo, con el artículo publicado en ABC el 1 de octubre de 2022, cuyo tremebundo título era capaz por sí solo de poner la piel de gallina a más de uno:


Las fugas en las tuberías del Nord Stream provocan una nube tóxica en Escandinavia.


Añadiendo a continuación en el subtítulo:


Es el mayor escape de metano de la historia y equivale al 1% de las emisiones de CO2 de Alemania de un año.


Vamos a ver. No hace falta haber ido a la facultad de Químicas para saber que el metano, componente mayoritario del gas natural, es el hidrocarburo más sencillo, estando constituida su molécula por un átomo de carbono unido a cuatro de hidrógeno. El metano dista mucho de ser inocuo, pero su peligrosidad radica en que es un gas inflamable e incluso explosivo en contacto con el oxígeno de la atmósfera -las bolsas existentes en las minas de carbón, conocidas como grisú, han sido responsables de numerosos accidentes-, y en que al igual que otros gases como el nitrógeno o el CO2 puede resultar asfixiante si llega a desplazar al oxígeno, aunque a diferencia del CO2 es menos pesado que el oxígeno con lo cual el riesgo de muerte por asfixia es menor en lugares como pozos, en los que sí se puede acumular éste. También provoca efecto invernadero, por lo que forma parte de la lista negra de gases causantes -al menos teóricamente- del calentamiento global; pero pese a las predicciones apocalípticas vertidas en el texto del artículo, es prácticamente vestigial en la atmósfera -un 0,000179%, menos que varios gases nobles que ya de por sí son escasos- y además no es inerte, por lo que tarde o temprano acabará reaccionando con el oxígeno para formar CO2 y agua.

Pero tóxico, lo que se dice tóxico, les juro por Lavoisier que no lo es en absoluto. Podrá quemarnos si arde, provocar una explosión e incluso, aunque el riesgo es mucho menor, asfixiarnos; pero obviando estos riesgos podríamos tomarnos unos chupitos sin que nos pasara nada. De hecho incluso generamos metano, junto con otros gases, en nuestros procesos digestivos; olerán mal aunque no por culpa del metano, que es inodoro, pero de ahí no pasará el peligro.

Lo divertido del caso es que más adelante, ya en el texto del artículo, sí se explica correctamente esta cuestión:


Dado que el metano está clasificado como no tóxico, la flora y la fauna del mar Báltico no deberían mostrar ningún cambio, pero de cara a la atmósfera suponen un evento súper emisor de proporciones inimaginables.


Sin entrar en consideraciones sobre algo tan evidente como que el metano se dispersaría en la atmósfera y también en el mar hasta alcanzar proporciones insignificantes, está claro que la redactora del artículo sí sabía de qué estaba hablando en lo relativo a su toxicidad; no así el anónimo autor del titular y del subtítulo, con toda seguridad alguien distinto y, ante todas las evidencias, mucho más ignaro que ella en química.

Huelga decir que, pese a advertir del gazapo en su momento, nadie hizo el menor caso a mi comentario y éste se perpetuó.


Publicado el 27-10-2022