De olores y explosivos





Las mofetas no huelen precisamente a rosas, pero el culpable tampoco es el metano



Está visto que no tiene remedio: los periodistas no es ya que no sepan de química, que no tienen por qué saberlo aunque para estos casos hay una cosa que se llama internet que suele ayudar bastante; es que ni siquiera tienen conocimientos generales de esta rama científica, esos que sabe cualquier persona con un mínimo de cultura general aunque no haya pisado una facultad de ciencias. Vayan dos ejemplos.

El Confidencial, 18 de diciembre de 2022. En el artículo titulado No culpen a la lluvia: Madrid se inundó por ese problema que lleva décadas acumulando me encontré con lo siguiente a la hora de explicar el redactor el posible origen de los malos olores que en ocasiones aparecen en algunos barrios de la capital:


“El mal olor que sofoca a los habitantes del sur de Madrid y ha obligado recientemente al ayuntamiento a invertir otros 1,7 millones de euros para localizar su origen o si podría estar relacionado con las fugas del pestilente y anti-climático gas metano que la Agencia Espacial Europea detectó en las proximidades del vertedero de Valdemingómez.”


Voy a salir en defensa del denostado metano, ahora convertido en el malo de la película tras reemplazar al CO2 como presunto responsable del calentamiento global pese a que su concentración en la atmósfera no llega a las dos partes por millón, es decir, el equivalente a 90 personas repartidas entre la población total -47,3 millones de habitantes- de España, por lo que en pura lógica cabe pensar -una cosa son los ensayos de laboratorio y otra no necesariamente igual el comportamiento de este gas en la atmósfera- si realmente es para tanto. Pero no es eso lo peor, sino que tilden de pestilente a este hidrocarburo cuando en realidad en estado puro no huele absolutamente a nada, por lo que para detectar posibles fugas de gas natural, que está compuesto mayoritariamente por metano, es necesario añadirle una pequeña cantidad de unas sustancias de olor fuerte y desagradable, el olor a gas, llamadas mercaptanos y en cuya composición entra el azufre.

El olor nauseabundo que presenta el metano procedente de la fermentación o putrefacción de la materia orgánica, o bien de los procesos digestivos de los animales e incluso de los humanos, se debe a un fenómeno similar, las impurezas de variado tipo que lo acompañan, como el sulfuro de hidrógeno, el sulfuro de carbono, el sulfuro de dimetilo, el ácido butírico, el indol, el escatol, la putrescina y la cadaverina entre otros. Pero el metano, insisto, es inocente del todo, aunque hay que tener cuidado con él ya que es un gas asfixiante si desplaza al oxígeno y asimismo es fuertemente inflamable.

Pasemos al segundo ejemplo, tomado también de El Confidencial con idéntica fecha que el anterior: La mecha infinita de Warner Rossi, la fuga del italiano que vuela por los aires tu cajero, donde se describe el modus operandi de un ladrón de cajeros automáticos especializado en reventarlos con una explosión -la sutileza no debía ser lo suyo- cuidando, eso sí, de que no resultaran dañados los billetes. Según el redactor el método utilizado era la pizza slide, traducible por algo así como deslizar la pizza. Evidentemente se trata de jerga, pero se nos da la siguiente explicación:


“El profesor que convertía sus estancias en prisión en master class en las que sus alumnos delincuentes aprendían a preparar la pizza slide -un explosivo compuesto por cloruro y potasio- e inyectar gas para reventar terminales.”


¿Un explosivo compuesto por cloruro y potasio? Si Lavoisier levantara la cabeza de seguro se volvería a su tumba aterrado. El compuesto de cloruro y potasio, es decir, el cloruro potásico, es una inocente sal muy parecida en sus propiedades químicas y físicas al cloruro sódico, es decir, la sal común, y por supuesto no explotará por mucho que lo intentemos. Aunque aquí sólo puedo especular sospecho que el redactor, poco ducho en la química que se estudia en el colegio, debió de oír campanas aunque se equivocó por completo de iglesia. Sí hay compuestos de cloro y potasio que entran en la composición de algunos explosivos, concretamente la pólvora, pero no es el cloruro potásico sino el clorato o el perclorato potásico, que pese a sonar parecido son compuestos diferentes que además del cloro y el potasio contienen oxígeno en diferentes proporciones.

En realidad la pólvora no tiene una composición fija, sino que puede variar. La fórmula más común consiste en carbón vegetal, azufre -ambos combustibles- y nitrato potásico como comburente, es decir, que proporciona oxígeno para que ardan los combustibles. El nitrato potásico puede ser sustituido por otros comburentes como los citados clorato y perclorato potásicos y también por las correspondientes sales sódicas, y el carbón o el azufre por otras sustancias combustibles como el azúcar, la harina o el aluminio en polvo. Pero esto es ya es irrelevante para el gazapo.

Puesto que me picaba la curiosidad, al fin y al cabo la cabra tira al monte y el químico al laboratorio, me puse a indagar por internet pensando erróneamente que pizza slide podría referirse a alguna mezcla explosiva concreta. Gracias a otro periódico donde lo explicaban bastante mejor descubrí que pizza slide correspondía no a la composición del explosivo, que el redactor denominaba pólvora, sino al propio método que, a juzgar por el nombre, debía consistir en deslizar la pólvora por determinados puntos del cajero para posteriormente hacerla explotar. Lo cual, dicho sea de paso, tiene más lógica sin necesidad alguna de meterse en berenjenales químicos.


Publicado el 19-12-2022