¿Un tiburón birrioso?





Sie mire como se mire, el animalito no parece estar precisamente escuálido
Fotografía tomada de apkpure.com/es



Ya lo he dicho muchas veces, pero me veo obligado a repetirlo una vez más: resulta preocupante la epidemia de incultura general que asola nuestro país, la cual se ceba especialmente en las generaciones más jóvenes. Y como quiera que este problema no se puede justificar en pura lógica por razones evolutivas o biológicas, la única conclusión que cabe es la relativa a los cambios sociales de las últimas décadas. Dicho en plata, la culpa se debe a mi entender a la conjunción de unos programas educativos cada vez más endebles -a los políticos tan sólo les preocupan las encuestas para poderse poner medallas, no los resultados reales- y al cambio de hábitos que ha convertido lo que ya de por sí era minoritario, el hábito de lectura, en algo prácticamente ajeno para los jóvenes. Las consecuencias, como cabe suponer, son demoledoras incluso en muchos de los que han cursado estudios universitarios.

Así pues, no es de extrañar que las tradicionales erratas de los periódicos hayan sido reemplazadas por unos errores garrafales que difícilmente pueden ser justificados como despistes o fallos involuntarios, moviendo a sospechar del nivel de cultura general de quienes los han cometido; de ellos y de quienes deberían supervisar teóricamente los originales, aunque mucho me temo que la figura tan relevante antaño en las redacciones como era el corrector de estilo debe estar hoy tan extinta como los dinosaurios. Y si no lo está, tampoco parece que sea capaz de cazar los gazapos y conejos bien crecidos y alimentados que pululan por los periódicos.

El que traigo a colación aquí es de antología. Me lo encontré en el artículo La brutal muerte de un pescador japonés hace 3.000 años: la primera víctima de un tiburón, publicado con fecha de 24 de junio de 2021 en el periódico digital El Español. Ya de por sí la rotundidad del título sorprende, porque habría que preguntar a su anónimo redactor -el artículo no está firmado- como puede estar tan seguro de haber sido el interfecto el primer humano de la historia muerto por el ataque de un tiburón, ahí es nada; pero ya se sabe que los titulares han de ser llamativos aunque resulten discutibles o dudosos, pese a que en este caso hubiera bastado con añadir el adjetivo conocida tras la primera víctima para haber sido más rigurosos.

No obstante no es esto lo que quiero resaltar, sino algo mucho peor. El artículo relata que en la excavación de un cementerio prehistórico japonés, datado en el segundo milenio antes de Cristo, apareció un esqueleto atrozmente mutilado cuyas heridas, tras ser estudiadas por los expertos, resultaron ser producidas por un tiburón. Hasta aquí, salvo su dudosa postulación al Libro Guinness, no hay nada especial que reseñar. Pero vean -y agárrense bien- como se describe el ataque:


El equipo de investigadores llegó a la conclusión de que el individuo había muerto hace más de 3.000 años, entre el 1370 y el 1010 antes de Cristo. La distribución de las heridas da muestras de que estaba vivo durante el ataque, con la mano izquierda arrancada probablemente mientras trataba de defenderse del escuálido.


¿Escuálido? Según el DRAE escuálido significa flaco y macilento y también sucio y asqueroso, si bien añade como segunda acepción “pez del grupo de los selacios, que tiene el cuerpo fusiforme, hendiduras branquiales a los lados, detrás de la cabeza, y cola robusta; p. ej., el cazón o la lija”.

Puesto que la precisión del DRAE en lo que a zoología respecta no es suficiente opté por consultar la Wikipedia, algo que está al alcance de cualquiera, incluidos los periodistas. Según ésta, Los selacios o elasmobranquios se subdividen en dos grupos traxonómicos, el de los batoideos -mantas y rayas -y el de los selacimorfos. Este último, a su vez, agrupa a ocho órdenes diferentes a uno de los cuales, el de los escualos o Squaliformes, pertenecen los escuálidos o Squalidae según la terminología científica -los zoólogos no suelen destacar por su imaginación a la hora de poner nombres- junto con otras siete familias.

Por su parte los tiburones propiamente dichos pertenecen a otros órdenes diferentes como los Carcharhiniformes -tiburón martillo, tiburón tigre, tiburón gris, tiburón de punta negra, tiburón azul o tintorera-, los Pristiophoriformes -tiburón sierra- o los Lamniformes -tiburón toro, tiburón blanco-, y les ruego me disculpen por el denso exordio taxonómico.

En resumen, aunque desde un punto de vista práctico a todos ellos se les puede considerar escualos, los tiburones propiamente dichos, o al menos los que conocemos habitualmente por tales, son tan sólo unos parientes más o menos lejanos de los escuálidos, término que nada tiene que ver dicho sea de paso con el adjetivo recogido en la primera acepción de la definición del DRAE.

Para corroborar que no se trató de un hipotético arrebato de erudición taxonómica por parte del redactor, y además equivocada, basta con leer este segundo párrafo del artículo:


Los responsables de la investigación apuntan a que, dadas las heridas que la víctima mostraba, es muy probable que el hombre estuviese pescando antes del momento del ataque ya que su cuerpo fue recuperado rápidamente. Añadiendo además: “Dada la distribución de las marcas de los dientes en el hueso, las únicas dos especies con las que concuerda la mordida sería de tiburones tigre o blanco”.


Como acabo de comentar, ninguno de estos dos tiburones pertenece a la familia de los escuálidos y ni tan siquiera al más amplio orden de los escualiformes. Así pues, existen buenas razones para descartar que el tiburón que atacó al pescador japonés fuera un escuálido, todos ellos de pequeño tamaño -en comparación con sus primos mayores- y por lo general inofensivos para el hombre. En cualquier caso escuálido es un término científico muy específico que no se usa en el lenguaje común y desde luego no resultaría nada adecuado para emplearlo en un periódico salvo una explicación previa, lo que evidentemente no es el caso.

A ello hay que sumar que la mayoría de los ataques de tiburones a humanos proceden tan sólo de tres especies, las dos indicadas en el párrafo citado y el tiburón toro, no siendo muchas más las potencialmente peligrosas: el tiburón martillo, el tiburón de punta negra, el tiburón de puntas blancas o la tintorera... ninguno de los cuales es tampoco un escuálido en ninguna de sus posibles acepciones.

Así pues, la conclusión parece bastante clara: el redactor confundió el término escualo con escuálido, y puesto que no creo que se tratara de un exceso de celo taxonómico por su parte -además, como ya he comentado, sería erróneo-, sospecho que todo se debió a una metedura de pata sin paliativos no de índole zoológica, lo cual sería disculpable, sino de puro y duro desconocimiento de nuestro idioma. A a no ser, claro está, que pretendiera referirse a un tiburón flaco y macilento o sucio y asqueroso, es decir, más bien tirando a birrioso, al cual es difícil imaginar causando a su víctima las graves heridas que infligió incluyendo la amputación de una mano y de ambas piernas.

Por lo tanto, sospecho que durante su etapa escolar no debió de dársele demasiado bien la asignatura de gramática, lengua española o como quiera que la llamen ahora.


Publicado el 27-6-2021