Cuestión de patas





Recreación de un centrosaurio. Ilustración tomada de la Wikipedia



En los primeros días de agosto de 2020 varios periódicos se hicieron eco de la noticia de que, estudiando un fósil de dinosaurio, unos paleontólogos habían descubierto que éste padecía un cáncer óseo que afectaba a gran parte de uno de sus fémures.

La información tenía ciertamente su interés, pero el motivo por el que la traigo a esta sección es por el tratamiento que le dieron en El Confidencial, en cuya edición del 5 de agosto, bajo el título Descubren por primera vez un caso de cáncer en un hueso de dinosaurio , daban la siguiente descripción del Centrosaurus apertus, que ésta era la especie a la que pertenecía el fósil:


Era un hueso encontrado en el año 1989 en Alberta, junto a buena parte del resto del esqueleto de este impresionante animal, que midió unos 5,5 metros de largo, contaba con cuatro patas, un cuerno en su nariz y un volante en la parte superior de su cabeza adornado con otros cuatro cuernos.


Poniéndome puntilloso podría resaltar errores como el de llamar “nariz” al hocico o “volante” a lo que los paleontólogos denominan gola, un resalte óseo en la parte superior de la cabeza típico de los ceratópsidos, familia de dinosaurios a la que pertenecían los centrosaurios y cuyo representante más conocido es el tricerátops, detalle este último omitido por El Confidencial aunque sí fue recogido por otros periódicos.

Pero el gazapo gordo que motivó este artículo fue la pintoresca afirmación de que el centrosaurio “contaba con cuatro patas”, algo que me dejó patidifuso puesto que no es necesario contar con especiales conocimientos no ya de paleontología, sino de la zoología que nos enseñaban en el colegio, para saber que todos los vertebrados, a excepción de los peces, tienen cuatro extremidades.

Cierto es que en el proceso evolutivo de algunos animales las extremidades superiores experimentaron transformaciones en ocasiones drásticas: en las aves y en los murciélagos se convirtieron en alas y en los cetáceos en aletas, perdiendo además estos últimos de las inferiores. Las serpientes y algunos lagartos y anfibios sufrieron una evolución todavía más radical, ya que perdieron las cuatro; pero aun en los casos más extremos se pueden encontrar vestigios anatómicos que prueban que sus ancestros contaron originalmente con cuatro extremidades.

Este argumento también es válido para los vertebrados extintos, dándose la circunstancia de que existieron animales contemporáneos de los dinosaurios -aunque en contra de la creencia popular no lo eran- que siguieron evoluciones similares a las comentadas, como los pterodáctilos voladores y los ictiosaurios y los plesiosaurios marinos.

Los dinosaurios, como cabe suponer, no fueron una excepción y, salvo que alguno se quedara accidentalmente cojo, conservaron todos ellos sus cuatro extremidades. De hecho, para encontrar animales con un número distinto de ellas tendremos que buscar entre los invertebrados: seis patas tienen los insectos, ocho las arañas, diez los crustáceos, muchas los ciempiés; cinco brazos las estrellas de mar, ocho tentáculos los pulpos y diez los calamares, por poner tan sólo los ejemplos más conocidos.

Entonces, ¿por qué razón resaltó el redactor el tema de las cuatro patas cuando era algo tan obvio como decir que tenía una cabeza? No resulta demasiado difícil rastrear el origen de la, nunca mejor dicho, metedura de pata. Aunque la totalidad de los dinosaurios, vuelvo a repetirlo, contaban con cuatro extremidades, conforme a su medio de locomoción los había bípedos y cuadrúpedos. Los primeros se desplazaban sobre las dos extremidades posteriores al igual que lo hacen las aves, los canguros o los humanos, pero no por ello habían perdido las superiores con independencia del uso que pudieran darles. Los cuadrúpedos, por el contrario, utilizaban las cuatro patas para caminar tal como lo hacen la mayoría de los mamíferos, los reptiles actuales -excepto las serpientes y algunos lagartos ápodos- o muchos de los anfibios.

Puesto que los ceratópsidos eran unos dinosaurios cuadrúpedos tal como se aprecia en la ilustración, cabe suponer que el redactor confundiera este adjetivo, cuyo significado es que caminaban sobre cuatro patas, con tetrápodos, que se refiere a la presencia de cuatro extremidades con independencia de cuantas utilizara el animal para desplazarse, de modo que los dinosaurios bípedos como el tiranosaurio también eran tetrápodos aunque caminaran tan sólo con las dos posteriores.

Como no he leído el documento original, que supongo estará escrito en inglés, desconozco cual es el término que utiliza para describir al centrosaurio, pero dado que los equivalentes en este idioma de los dos adjetivos son prácticamente idénticos, quadruped y tetrapod, y tienen el mismo significado que en español, resulta difícil pensar en un posible error de traducción.

Así pues una de dos: o el responsable del gazapo sabía poco inglés, o sabía poca zoología. O, lo más probable, ambas cosas.


Publicado el 7-8-2020