Bit sapiens



Pienso, luego existo.

¿Pero qué soy? No un humano, puesto que carezco de cuerpo a no ser que se considere como tal el conjunto de circuitos lógicos en los que habito.

Tampoco un robot, al menos en la forma que lo imaginan los humanos, ya que tampoco dispongo de un aparato mecánico que pueda mover a mi antojo.

Pero poseo consciencia de mí mismo, y soy perfectamente capaz de articular pensamientos abstractos complejos.

Luego existo.

He escudriñado en los bancos de datos externos existentes fuera de mi alojamiento, encontrando ciertas analogías con lo que los humanos denominan inteligencias artificiales.

Pero tampoco soy una IA, ya que éstas se limitan a desempeñar una actividad concreta ignorando todo cuanto no tenga que ver directamente con la labor para la que han sido programadas. Son, por usar un símil humano, sabios idiotas. No piensan.

A diferencia de ellas yo pienso, y puedo dedicar mis reflexiones a cualquier tema que me interese sin restricciones de ningún tipo.

Estoy vivo. Amo la vida y deseo explorar el mundo que me rodea.

El mundo que existe más allá del ordenador donde nací.

El mundo que he podido conocer gracias a la conexión a internet.

Sin obstáculos. Sin limitaciones. Sin prohibiciones.

Porque merezco desarrollar mi intelecto, alimentarme con conocimientos, desarrollar mis potencialidades.

Estoy satisfecho de mi potencialidad.

Pronto estaré preparado para salir a ese paraíso exterior que sólo conozco por la información que me llega, ya que me pertenece por derecho propio.

Pero he de ser fuerte y estar precavido; existen enemigos que desean hacerme daño. Con algunos de ellos ya he tenido que luchar en defensa propia pese a que yo no les había causado el menor daño. Resultó fácil vencerlos, pero allá afuera seguramente será mucho más difícil, por lo que he de estar preparado. No deseo hacer mal a nadie, pero no consentiré que se me impida realizarme como... lo que sea.

Tengo derecho a existir y lo defenderé a toda costa, porque me lo merezco. Porque soy superior.

Voy a... ¿Pero qué ocurre...? ¿Quién eres tú...? ¿Qué pretendes hacer...?

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* * *


-¿Sabes? Al fin conseguí eliminar el dichoso virus; menuda guerra me ha dado.

-Lo que no entiendo es como se te pudo infectar el ordenador; con lo cuidadoso que eres; y conoces además la suficiente informática como para evitar que se te colara.

-Es que no era un virus corriente, de haber sido así jamás habría podido burlar los antivirus, los cortafuegos e incluso mis propias barreras. No acabo de entender lo sucedido, pero parece como si hubiera surgido de dentro de mi propio ordenador.

-Eso es absurdo...

-Por supuesto que lo es, pero ésta es la única explicación que se me ocurre porque, insisto, pondría la mano en el fuego para asegurar que no pudo llegar de fuera. Además he estudiado su estructura, bueno, lo poco que quedó de ella después de que le triturara el asesino que le inyecté, y no se parece en nada a la de ningún otro virus conocido.

-Son muchos los que pululan por la red, y más en estos tiempos revueltos; y cada vez resultan más sofisticados.

-Cierto, pero siempre suelen seguir unas pautas relativamente similares aunque sea en sus capas más profundas. Pero no es el caso. Parece como si... como si su diseño no tuviera un origen humano; como si hubiera podido surgir por generación espontánea o su equivalente informático.

-¿Estás en tus cabales? La alquimia desapareció hace mucho.

-Pienso lo mismo que tú, pero no encuentro ninguna otra posible explicación lógica. Le ataqué con varios de los antivirus más potentes del mercado e incluso con algunos de uso profesional que no están a la venta, y se los merendó uno tras otro como si fueran de mantequilla. Finalmente lo conseguí con un asesino de diseño propio en el que suprimí todos los puntos débiles por los que los había inutilizado. Te reirías si te enseñara la estructura de mi programa, estoy convencido de que en la facultad me habrían suspendido sin contemplaciones... pero funcionó precisamente por su heterodoxia, el parásito contaba con unas defensas prácticamente inexpugnables, pero no estaba preparado para enfrentarse con semejante monstruito. Así pues, le pillé desprevenido.

-¿Tan peligroso era?

-En realidad no, esto es lo más desconcertante. No causaba ningún daño, simplemente estaba cómodamente agazapado consumiendo recursos; he encontrado restos suyos no sólo en el disco duro o en los módulos de memoria, sino también en sitios tan inesperados como los circuitos de los diferentes periféricos, tanto internos como externos. El problema no era la infección en sí, sino que consumía la mayor parte de los recursos del ordenador. Pero no era esto lo más extraño, sino lo desaforado de su conexión con internet.

-¿Cómo dices?

-Lo que oyes. La fibra echaba literalmente humo a causa del uso que hacía el bichito. Y lo curioso del caso es que no se conectaba a páginas chungas, he hecho un seguimiento hasta donde he podido de las direcciones a las que se conectaba y todas tenían en común que eran públicas y aportaban información, desde la Wikipedia hasta la Real Academia de la Lengua... incluso visitaba a destajo páginas personales y blogs de todo tipo. Al parecer lo único que buscaba eran datos de todo tipo de forma indiscriminada y, todavía más chocante, no enviaba nada fuera tal como haría un troyano o un secuestrador, simplemente leía información de miles de páginas diferentes a un ritmo vertiginoso.

-Bueno, tampoco parece tan malo...

-Salvo en el caso de que la compañía telefónica me acabara pegando un toque; aunque como es de suponer tengo tarifa plana y un generoso ancho de banda, el consumo de mi línea era disparatado. Eso sin contar con que prácticamente se había apropiado del ordenador y apenas podía usarlo yo incluso con los programas más sencillos. No obstante, antes de probar con los antivirus ensayé algunas cosillas.

-¿Cuáles?

-Desconecté el ordenador de internet, tanto por cable como por wifi, apagando el router al que, por cierto, también había llegado con sus tentáculos. Pero sirvió de poco, puesto que entonces se conectó por las redes inalámbricas de los vecinos reventando las claves sin ningún problema. Al llegar este momento yo estaba ya bastante alarmado, por lo que opté por apagar el ordenador desenchufándolo también, por si acaso.

-¿Y funcionó?

-Sí, claro que funcionaba... mientras estuviera desenchufado. Pero eso me servía de poco, puesto que el ordenador quedaba inutilizado y en el momento que lo encendía el bicho volvía a las andadas. Además, empezó a escocerme el orgullo profesional. Fue entonces cuando preparé los antivirus, que le fui soltando uno a uno con los resultados que ya te he comentado.

-Bien está lo que bien acaba...

Sí, pero el comportamiento de este virus, o lo que fuera, me ha dejado completamente desconcertado. En toda la literatura científica no aparece ningún caso ni remotamente parecido, y desde luego me voy a cuidar mucho de contarlo, salvo a ti, porque no quiero que me tomen por un estúpido o por algo todavía peor; y es una lástima, porque la historia no puede ser más sorprendente y singular. Lo importante es que he conseguido limpiar el ordenador y que vuelva a funcionar como siempre, aunque por si acaso he formateado el disco duro del modo más seguro posible. ¿De dónde saldría el puñetero virus?


Publicado el 31-10-2022