Superpelmazos



Patrullaba Superman volando por la ciudad en busca de villanos a los que castigar, cuando su superoído captó el grito de alarma de una muchacha. Moviendo sus supermúsculos cambió de dirección encaminándose al lugar de donde partían, que resultó ser un barrio poco recomendable para visitar solo, sobre todo siendo una mujer.

Allí estaba. Una chica joven que, pretendiendo escabullirse de su perseguidor, se había internado en un estrecho callejón que resultó estar cortado por una tapia, lo cual lo convertía en una encerrona perfecta. A la entrada del mismo, dirigiéndose sin prisas hacia ella, se encontraba un hombre de torvo aspecto con un ademán en su feo rostro que tenía poco de tranquilizador.

Sin dudarlo un instante el Hombre de Acero describió un brusco giro -las leyes de la física no rezaban con él- al tiempo que frenaba y se posaba suavemente entre ambos haciendo de escudo protector de la muchacha. Su intención era la de interceptar al atacante y asustarlo para que desistiera de sus propósitos, tampoco parecía tan peligroso, hecho lo cual cogería en brazos a la chica y la llevaría volando hasta un lugar seguro. Nada relevante comparado con otras de sus intervenciones cotidianas.

Pero no pudo llegar a hacerlo. Apenas había posado los pies en el suelo, cuando una voz resonó detrás de él en tono admonitorio:

-Márchate por donde has venido y vete a revolotear por ahí, yo me sobro para salvarla.

Intrigado a la par que irritado, se volvió descubriendo la presencia de Spiderman.

-¿Qué haces aquí, repugnante artrópodo? -sus relaciones personales distaban mucho de ser cordiales a causa de la exacerbada vanidad de ambos... y además trabajaba para la competencia.

-Lo mismo que tú, desfacedor de entuertos. Pero éste es mío, porque he llegado antes descolgándome por la pared que tú revoloteando como un murciélago. Así que aire...

-¿Qué tienes en contra de los murciélagos? -bramó una tercera voz al tiempo que una sombra alada descendía ágilmente desde los tejados-. ¿Algo que objetar?

-Éramos pocos... -farfulló el interpelado-. Y encima es colega del otro. No te necesitamos, Batman, pírate a otro sitio que seguro que encontrarás alguien a quien prestar ayuda.

-Será si quiero -respondió éste-; la ciudad no es sólo tuya. ¿Qué tal, Super?

-Te he dicho mil veces que no me gustan los diminutivos -terció Superman-. Y si en algo estoy de acuerdo con esta alimaña octópoda es que sobras aquí.

-¡Vaya con los chulitos! Pues os digo a los dos que...

-¿Por qué no os vais a discutir a otra parte y me dejáis trabajar tranquilo? Aquí lo único que hacéis es estorbar.

El Capitán América se había unido a la discusión blandiendo amenazadoramente su invulnerable escudo.

Y no acabó ahí la cosa, puesto que inmediatamente después aparecieron con pocos segundos de diferencia los Cuatro Fantásticos, la Patrulla X, Thor, Hulk, la Capitana Marvel, Shazam, Flash, Aquaman, Wonder Woman, Iron Man, Ant-Man, Linterna Verde, Namor, Catwoman, Lobezno, Daredevil, Starman, Avispa, El Fantasma... con lo cual el otrora solitario callejón empezó a parecerse cada vez más al atestado camarote de los Hermanos Marx en versión superhéroes.

Mientras tanto la chica, olvidada por éstos que bastante tenían con discutir entre ellos -Ant-Man estuvo a punto de sucumbir de un pisotón del irascible Hulk-, permanecía acurrucada en un rincón no tanto por miedo, sino porque apenas existía un vestigio de espacio libre en el callejón. Atenta como estaba a que no la aplastaran contra el muro o le soltaran accidentalmente un superguantazo, apenas si sintió un leve toque en el brazo.

Volviendo la vista comprobó que se trataba de su presunto agresor, el cual se había escurrido hábilmente entre los aguerridos contendientes sin que ninguno de ellos se apercibiera de su presencia hasta llegar a su lado. Ante su sobresalto él la tranquilizó con una mueca de su repulsiva cara que pretendía ser una sonrisa.

-No te asustes, no deseo hacerte el menor daño sino sacarte de aquí. Pretendía avisarte de que éste no era un lugar recomendable no por el vecindario sino por culpa de ellos, pero lamentablemente llegué tarde. Y como puedes apreciar, tus salvadores -recalcó la palabra- lo están poniendo bastante feo. Sígueme y no temas nada.

Más o menos voluntariamente se dejó arrastrar por quien se anunciara como su salvador, el cual abrió una pequeña puerta semiescondida tras unos contenedores de basura invitándola a entrar, tras lo cual él hizo lo propio cerrando con cuidado la puerta tras de sí.

-Se creen que la posesión de superpoderes les confiere inteligencia, los muy cretinos -rezongó el desconocido mientras encendía una linterna, ya que el pasadizo al que habían accedido estaba completamente a oscuras-. Vamos a ir por un atajo que nos llevará fuera del alcance de estos energúmenos.

Pese a los posibles temores que hubiera podido inspirarle a la chica él cumplió su promesa, y tras recorrer diferentes vericuetos salieron finalmente a otro callejón que se abría a una de las avenidas principales a razonable distancia del lugar donde, conforme los gritos y los ruidos que se oían, seguían discutiendo encarnizadamente los superhéroes.

-Bien, aquí te dejo -le explicó-. Si bajas por la avenida encontrarás una estación de metro, y también puedes parar a un taxi si lo deseas.

-No sé como agradecérselo... -balbució la chica-. Estaba realmente asustada.

-¿De mí? -sonrió él con su gesto torcido-. No te preocupes, estoy acostumbrado. No tengo la culpa de ser tan feo, pero te aseguro que nunca he hecho el menor daño a nadie.

-No, me refería a ellos...

-¡Ah, menudos elementos! Están empeñados en salvar a la humanidad con sus superpoderes quiera o no quiera ésta, sin ser conscientes de que son peor remedio que la enfermedad. Por si fuera poco, existe tal superpoblación de superhéroes por culpa de los editores y los productores que tienen que pelearse entre ellos, como has tenido ocasión de comprobar, cada vez que encuentran alguien a quien ayudar. Y como en muchos lugares las autoridades estaban tan hartas de su presencia que les han prohibido terminantemente aparecer por allí, han tenido que buscarse cazaderos como en el que te encontraron, por los que acostumbran a merodear como si fueran buitres o hienas buscando una presa a la que poder cazar. En consecuencia la situación se ha vuelto insostenible por culpa suya, y puesto que los que residimos en ellos no contamos con defensa alguna frente a sus tropelías, la única solución que nos queda es burlarlos tal como hemos hecho. Por suerte son tan imbéciles que ni se dan cuenta de ello.

-No me lo podía imaginar.

-Seguro que no vives por aquí. Este barrio es uno de tantos abandonados por los ayuntamientos por culpa de una mala fama, muchas veces mal merecida, de peligrosos, cuando lo único que deseamos es vivir lo más decentemente posible. Y volviendo al tema de los superpelmazos, te diré que al igual que a mí me confundieron con un depredador peligroso juzgándome por las apariencias, más vale que no te fíes de ellos puesto que muchos, además de superpoderes, tienen también numerosos supervicios. No te desearía que estuvieras en una de sus superorgías; pero, claro está, tanto la censura oficiosa, que existe aunque no se reconozca, como los intereses comerciales se encargan de ocultarlo presentándonoslos como si fueran almas impolutas. ¡Y luego tienen la desfachatez de tildarme a mí de peligroso y depravado simplemente porque no tuve la suerte de nacer agraciado!

-No te preocupes -le calmó ella apoyando la mano en su brazo-. Yo te creo.

-Gracias -musitó él-. No sabes cuanto te lo agradezco. Y si te atreves a ir con alguien como yo, te invito a tomar algo en una cafetería que hay en esta misma avenida. Te aseguro que no es ningún tugurio sino un local elegante, y por supuesto mis intenciones no van más allá de pasar un rato en agradable compañía.

-¿Cómo no? -sonrió ella colgándose de su brazo-. Vayamos a ella. Por cierto, me llamo Lois. Lois Lane, y soy periodista.

-Yo... -respondió dubitativo-. Bueno, mi nombre real importa poco. Todo el mundo me conoce como Quasi, de Quasimodo.

-Espero -añadió Lois, que no ronde por allí ningún superrepelente. No lo soportaría.


Publicado el 9-11-2023