La verdadera historia de Sansón y Dalila (III)



Tras leer con gesto indiferente la información mostrada por el monitor del ordenador, invisible para el nervioso paciente, el dermatólogo le explicó:

-Ya disponemos de un diagnóstico. Se trata de una alopecia androgénica de origen hormonal.

-¿Y eso es grave? -preguntó éste, que no había entendido absolutamente nada de la jerga médica del galeno.

-¡Oh, no, por eso no tiene usted que preocuparse, señor Sansón! -respondió éste-. Su origen no es patológico.

Y puesto que el paciente tampoco entendía lo de la patología, añadió haciendo un esfuerzo:

-Se trata de calvicie común, y no es una enfermedad. Es algo muy común en los varones a partir de cierta edad, y tiene que ver con su propio metabolismo. No es perjudicial en absoluto, tan sólo se trata de una cuestión estética... y eso también depende de las modas. Hubo épocas en las que se impuso el uso de pelucas incluso para los que no la padecían, en otras por el contrario a la gente le dio por raparse la cabeza a lo indio... en realidad, y salvo para aquéllos obsesionados con su imagen, no tiene mayor importancia. De hecho hay infinidad de calvos, y esto no les afecta en absoluto para llevar una vida normal.

-Pero a mí sí -suspiró el héroe israelita-. Y mucho, además.

-Bien, esto ocurre a veces y es una cuestión personal -reconoció el dermatólogo-. Si tanto le afecta perder el cabello, siempre hay alternativas; y no me refiero a las pelucas, sino a otros métodos como el implante capilar. También existen tratamientos que estimulan la regeneración de los folículos pilosos como el minoxidil, el kopesil o la dutasterida, pero su efecto es limitado y en ocasiones actúan inhibiendo a los andrógenos, es decir, las hormonas masculinas, por lo cual se pueden sufrir efectos secundarios que afecten a la... ejem... virilidad -y viendo la recia constitución física de su paciente, añadió-. En su caso, yo no se lo recomendaría.

-¿Y el implante?

-También tiene sus limitaciones, y en su situación actual estaría desaconsejado al tratarse de un paciente joven en el que la alopecia es todavía incipiente, ya que se suele aplicar a calvicies desarrolladas. Habría que esperar a que se le cayera el pelo y se estabilizara la situación, lo cual llevará años.

-¡Pero yo necesito mi pelo ahora! -gimió acongojado.

-Me temo que poco podríamos hacer en estas circunstancias, ya que incluso el tratamiento antihormonal es lento y requiere tiempo para que se aprecien los efectos. Como medida provisional, me temo, no habría otra solución que recurrir a una peluca. Las hay bastante buenas, y servirían para ocultar el problema hasta que los tratamientos dieran resultado.

-No... no puedo esperar tanto, ni me serviría la peluca -objetó Sansón frotándose nerviosamente las enormes manos.

-En ese caso poco es lo que puedo hacer por usted, salvo recomendarle que consulte a otro especialista. Lo lamento mucho, pero la medicina, pese a sus grandes avances, dista mucho de hacer milagros.

Sansón entendió que la consulta había terminado y, levantándose de la silla, anduvo con paso vacilante hasta la puerta de salida. En la sala de espera le esperaba Dalila, que se apresuró a preguntarle:

-¿Qué te ha dicho?

-Que me voy a quedar calvo -rezongó Sansón en tono sombrío.

-¡Oh, cariño, no te preocupes por eso! -exclamó zalamera abrazando su corpachón-. A mí no me importa en absoluto.

Claro está que el campeón israelita, ofuscado por la noticia, no se apercibió del extraño brillo que se reflejaba en los ojos de su amante.


Publicado el 20-2-2021