La verdadera historia del Quijote (II)



Miguel de Cervantes estaba intentando empezar a escribir el Quijote. Ya tenía pergeñadas las líneas generales del argumento así como a sus personajes, tan sólo le faltaba elegir el lugar donde ambientar las andanzas del hidalgo transmutado en caballero andante. Y aquí era donde se había atascado.

Ciertamente no era un asunto baladí. Puesto que la novela pretendía ser una burla de los libros de caballerías, y éstos solían estar ubicados en reinos imaginarios, el escritor alcalaíno daba mucha importancia al territorio natal de su protagonista. Pero no servía uno cualquiera. Había descartado nombres rimbombantes, puesto que lo que él quería era ridiculizar el género -salvo excepciones- por vía de su vulgarización. ¿Y qué mejor manera de hacerlo que situando a su protagonista en un lugar perfectamente identificable para los lectores que, al mismo tiempo, fuera la antítesis de las Gaulas, las Niqueas, las Grecias, las Hircanias, las Candarias, las Californias y tantos otros?

Tenía claro que debería ser un reino o una comarca no sólo real, sino también de lo más corriente y, a ser posible, uno de esos sitios a los que a la gente no le agradara demasiado ir. Pero ¿cuál? ¿Castilla? ¿Aragón? ¿Andalucía? ¿Sicilia? ¿Perú? ¿Las Canarias? ¿Las remotas Filipinas? No, todos ellos eran demasiado grandes.

¿Mejor una comarca como Sanabria, la Axarquía, la Alcarria, la Tierra de Campos, el Maestrazgo, el Bierzo, la Maragatería, las Hurdes, los Monegros...?

Desesperado, dio un puñetazo en la mesa. Ésta cojeaba y se tambaleó, volcándose el tintero sobre la hoja en la que tan sólo había llegado a escribir “En un lugar de...”.

-¡Lo que faltaba! -exclamó irritado viendo extenderse la negra mancha-. ¡Como si el papel lo regalaran! ¡Menos mal que ni siquiera había escrito el nombre de...!

De repente una idea le vino a la cabeza, esa misma idea que hasta entonces le había resultado esquiva. Frenético limpió el desaguisado -no era fácil con sólo una mano- y, cogiendo otra hoja de papel en blanco, mojó la pluma en el tintero escribiendo con letra firme:

-“En un lugar de la Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme...

-Bueno -se felicitó-, asunto solucionado. Y hasta suena bien el nombre.

Tras lo cual siguió escribiendo la obra que le haría famoso, aunque esto era algo que él todavía ignoraba.


Publicado el 26-5-2021