Las prisas no son buenas



Noé comenzaba a impacientarse. El ominoso aspecto del cielo presagiaba un inminente inicio de las lluvias, y aunque la mayoría de los animales se encontraban ya resguardados en sus corrales y establos dentro del Arca, sus hijos seguían sin hacer entrar a los últimos, precisamente los más grandes.

Preocupado salió del navío para apremiarles, descubriéndolos en una agitada discusión en lugar de estar conduciéndolos al interior.

-¿Qué ocurre? -les preguntó irritado-. ¿Por qué no habéis terminado? Se nos está haciendo tarde.

-Disculpa, padre -respondió Sem-, pero no nos ponemos de acuerdo sobre cuantos de estos animales han de ir al Arca y cuantos deben quedarse aquí.

-¿Por qué decís eso?

-Las instrucciones son claras -tomó el relevo su hermano Cam-: una pareja de cada especie. Todos los demás sobran.

-¿Y bien? -le espetó el patriarca recorriendo con la vista la pequeña manada-. Elegid dos cualquiera y olvidaos del resto; eso sí, aseguraos que sean macho y hembra, no vayamos a liarla cuando ya no haya remedio.

-Ése es el problema -terció Jafet rascándose la coronilla-. Que no tenemos claro si todos estos ejemplares pertenecen a razas de la misma especie o si corresponden a varias especies distintas, aunque emparentadas.

-Aquí tenemos elefantes, mamuts y mastodontes -apoyó Sem señalando respectivamente a los diferentes proboscídeos-, tanto machos como hembras. Y la cuestión estriba en saber si sólo deberíamos seleccionar a una pareja de ellos considerándolos congéneres, o a una pareja de cada tal como hemos hecho con los leones y los tigres, las cabras y las ovejas o los caballos y los asnos.

-Y mientras os ponéis de acuerdo, se abrirán los cielos y empezará el Diluvio -rezongó Noé mirando temeroso hacia las alturas-. Chicos, no nos queda tiempo. Decidid rápidamente y vayámonos adentro antes de que empiece la fiesta.

Corroborando sus palabras, comenzó a llover.

-¡Vamos, rápido! -les apremió. Y viendo que se mostraban indecisos, tomó el control de la situación-. ¡A ver, Sem, agarra a ese macho! ¡Y tú, Cam, a la hembra que está a su lado! ¡Supongo que serán de la misma especie, o raza, es preferible no mezclarlos!

Ante el mudo asentimiento de sus hijos, remachó:

-¡Y tú, Jafet, dispersa a los demás! No quiero que alguno de ellos nos entorpezca cuando el Arca comience a navegar.

-¡Pero padre...! -objetó el aludido, principal defensor de rescatar a todos ellos-. Si son especies distintas, las que queden fuera se extinguirán.

-Ya es tarde para eso -zanjó Noé viendo que la lluvia arreciaba por momentos-. Si no hubierais perdido tanto tiempo discutiendo como cotorras podríamos haberlos salvado a todos, pero no así. Además -concluyó-, andamos justos de sitio y de comida para los animales, y éstos no son precisamente pequeños. Por lo tanto, no hay mal que por bien no venga. ¿Os imagináis cuánto debe de comer cada uno de estos bichos? Aparte de que tampoco resultará agradable retirar el estiércol. Así queda la cosa, y obedeced deprisa que me estoy calando.

Ésta fue la manera en la que se extinguieron los mastodontes y los mamuts.


Publicado el 17-11-2023