Como funcionaban las editoriales de bolsilibros




José Soriano Izquierdo, responsable de la colección
Luchadores del Espacio



Sin duda uno de los elementos más interesantes del mundillo de la literatura popular española es el funcionamiento interno de las editoriales y su relación con los autores (escritores y dibujantes) que colaboraban en ellas, un tema que por desgracia resulta muy poco conocido. En general estas editoriales, fundadas en su mayoría en la posguerra, solían ser empresas familiares y como tales actuaban, e incluso el gigante Bruguera tuvo este origen aunque posteriormente acabaría adoptando una estructura empresarial mucho más compleja, algo que no ocurrió con la mayoría de sus compañeras.

Así, Bruguera, sucesora directa de la antigua El Gato Negro -fundada en 1910-, era propiedad de la familia de este nombre, que la rebautizó como tal en 1940. Con el tiempo acabaría convirtiéndose en la más importante de su ámbito y desarrollando una trama empresarial inédita en este tipo de empresas, lo que no evitaría su desaparición en 1986 tras un poco afortunado intento de expansión por América.

Toray fue fundada por Antonio Ayné Arnau y Antonio Torrecilla del Cerro en 1945, siendo el segundo de ellos su director general. A partir de 1972, año en el que cerró su división de bolsilibros, la editorial entraría en un franco declive, probablemente agravado por el fallecimiento de Antonio Ayné en 1974 y de Antonio Torrecilla en 1979. Aunque la editorial continuó existiendo hasta 1999, su actividad en estos últimos años fue muy reducida.

Algo similar ocurrió con su gran competidora, Valenciana, fundada en 1932 por Juan Puerto Belda aunque su máximo período de actividad tendría lugar con posterioridad a la Guerra Civil, iniciando una larga decadencia a mediados de los años setenta que culminaría con su accidentado cierre en 1984.

Otras editoriales menores, asimismo de naturaleza familiar, serían Ferma, fundada en 1954 en Barcelona por Juan Fernández Mateu y continuada en 1970 por su hijo Juan José Fernández Ribera como Producciones Editoriales; Rollán, fundada en 1949 en Madrid por Manuel Rollán Rodríguez y reconvertida en Andina, o EASA, a finales de los años setenta; Maga, fundada en Valencia en 1951 por el dibujante Manuel Gago, que perduró hasta 1986 especializándose en publicar colecciones de cromos; y muchas otras, sin olvidarnos de iniciativas individuales, y por lo general efímeras, de algunos autores que pretendían zafarse de las condiciones draconianas que les imponían las editoriales, como ocurrió con la colección Robot de la editorial Mando, creada por Enrique Sánchez Pascual, o con la colección Tab Taylor, de Delosa, tras la cual estaba Luis Bayarri Lluch. Conviene recordar que, aunque estas editoriales pagaban bien, exprimían literalmente a sus autores al abrigo de una legislación tan injusta como favorable para ellas, por lo que no es de extrañar los reiterados intentos de éstos por emanciparse de su asfixiante tutela.

De hecho, los autores solían estar sometidos a un régimen casi despótico que les imponía, por ejemplo, el uso obligatorio de seudónimos salvo en casos muy excepcionales. Esto provocaba situaciones realmente sorprendentes, como que a las editoriales no les importara demasiado que sus escritores colaboraran también con la competencia, siempre y cuando utilizaran seudónimos distintos. Fue por esta razón por la que Toray exigió a escritores como Domingo Santos o Vicente Adam a cambiar de seudónimos para que no coincidieran con los que usaban en Luchadores del Espacio, o lo que obligó a Pascual Enguídanos a “inventarse” a Van S. Smith puesto que George H. White había sido “contratado” en exclusiva por Bruguera, algo similar a lo que hizo Luis García Lecha creando a Glenn Parrish en Bruguera mientras mantenía a Clark Carrados y Luis G. Milk en Toray. En otras ocasiones un mismo escritor duplicaba -o triplicaba- sus seudónimos en una misma colección fingiendo ser varios autores distintos, como ocurrió en el caso de Luis García Lecha que acabo de relatar. Son triquiñuelas que hoy nos parecen simpáticas cuando no directamente absurdas, pero que en su día respondían a unas estrategias de ventas muy estudiadas.

En general, y salvo en el caso de Bruguera, estas editoriales solían funcionar desde el punto de vista empresarial de una forma muy artesanal, lo que explica que, pese a disfrutar de varias décadas de auge, ninguna de ellas lograra sobrevivir a las crisis de los años setenta y ochenta que tanto cambiaron las cosas en nuestro país. Aunque supongo que su forma de actuar sería en todos los casos muy similar, tan sólo dispongo de una información suficientemente detallada, por lo general proporcionada por los propios autores, sobre la editorial Valenciana, y más concretamente sobre su colección Luchadores del Espacio. No obstante, y pese a su carácter parcial, la considero lo suficientemente significativa como para darnos una idea de la manera de funcionar, digamos que un tanto chapucera, de estas entrañables editoriales que tanto nos alegraron la infancia a varias generaciones de españoles, ya que supongo que las competidoras de Valenciana no actuarían de forma muy diferente salvo, vuelvo a insistir en ello, Bruguera, la única que llegó a adoptar una estructura empresarial realmente moderna y digna de tal nombre.

En el caso concreto de Valenciana, de la que era propietario tal como he comentado Juan Bautista Puerto Belda, el supervisor y responsable en la práctica de la mayor parte de las publicaciones de la editorial era José Soriano Izquierdo (1908-1996), bajo el cargo oficial de director artístico. Vinculado a la editorial recién terminada la Guerra Civil, Soriano fue un polifacético personaje: era dibujante y escultor, pintaba, escribía guiones, hacía bocetos para las fallas... y además pasaban por sus manos las mayor parte de los originales que llegaban a Valenciana, siendo él quien bregaba con los autores a la hora de pagarles por sus trabajos o de atender a sus reclamaciones, haciendo de intermediario entre éstos y el propietario de Valenciana. El popular tebeo Jaimito le debe mucho, ya que él era el responsable del montaje y los contenidos aparte de escribir guiones y dibujar portadas e historietas, espléndidas a decir de los expertos.

Al parecer, la iniciativa de lanzar la colección Luchadores del Espacio a finales de 1953 fue adoptada conjuntamente por Pascual Enguídanos y José Soriano Izquierdo. Contando con la experiencia de la exitosa colección Comandos, y ante una propuesta de Enguídanos, Soriano encargó a éste que escribiera algunas novelas -las primeras de la Saga de los Aznar- para sondear la respuesta de los lectores. La aventura no dejaba de entrañar sus riesgos, ya que el género de anticipación contaba con una escasísima tradición en nuestro país, con tan sólo las obras anteriores a la guerra, por entonces ya anticuadas, de José de Elola y Jesús de Aragón, y poco más que la colección Futuro recién iniciada por José Mallorquí, ya que la gran rival de Luchadores, la colección Espacio de la editorial Toray, tardaría todavía algunos meses en salir al mercado. Huelga decir que por aquel entonces la autarquía editorial española era, como en tantos otros campos sociales, políticos y culturales, prácticamente total, de forma que los aficionados potenciales al género apenas podían contar con lo ya apuntado y con antiguos clásicos tales como Julio Verne -siendo además discutible su adscripción al género- o H.G. Wells. La ciencia ficción norteamericana, con excepción de algunas películas, era a principios de los años cincuenta una completa desconocida en nuestro país, no ya la contemporánea sino incluso la de la época pulp de veinte años atrás.

El ensayo, como es sabido, tuvo éxito, de modo que la colección Luchadores del Espacio se asentó convirtiéndose en una de las referencias de la ciencia ficción española -tan sólo Espacio, de Toray, le llegaría a hacer sombra-, publicando durante diez años un total de 234 números. Pero, ¿cómo funcionaba la colección?

Por lo que me han contado varios de sus antiguos colaboradores, aunque el responsable en última instancia de la misma era José Soriano, no había la menor sistemática, sino que todo se hacía a la española, es decir, improvisando. Una anécdota curiosa que me relataron es que, cuando aparecía un visitante indeseado -léase un inspector- en día de pago, los autores cobraban de tapadillo en un bar de las cercanías... por si acaso. Pese a todo Luchadores muestra una línea editorial bastante clara, muy del estilo pulp en sus inicios aunque con el tiempo acabaría evolucionando hacia líneas más modernas conforme se fueron incorporando a ella autores más jóvenes que sí conocían, mejor o peor, la ciencia ficción norteamericana de la Edad de Oro, mucho más moderna y evolucionada que la que sirvió de inspiración a sus primeros autores, Pascual Enguídanos incluido.

Sin embargo, se da la paradoja de que todos ellos, y no tengo ningún motivo para dudar de su sinceridad, afirmaban rotundamente desconocer la ciencia ficción norteamericana, tanto los añejos pulps -salvo contadas excepciones- como la contemporánea suya. Cabe pensar que Soriano sí la conociera, pero los mismos autores se muestran escépticos ante este punto, aunque su viuda me comunicó que sí mantenía contacto con dibujantes franceses, por lo que quizá le pudiera haber llegado algún tipo de influencia de rebote.

En cualquier caso los autores también me han confirmado que no recibían ningún tipo de directrices ni de indicaciones acerca de por donde deberían llevar los argumentos de sus novelas, salvo claro está las tradicionales -y totalmente generales, lo cual las convertía en la práctica en tácitas- de no forzar los límites impuestos por la censura o asumir ciertos tópicos establecidos tales como el final feliz con boda incluida. Sin excepción todos ellos me han asegurado que escribían lo que se les ocurría sin cortapisas ni indicaciones, aunque claro está no siempre les eran aceptadas sus novelas. Algunos, como Vicente Adam, optaron por probar suerte con las rechazadas enviándoselas a Toray, aunque en contrapartida con las del oeste seguía justo el proceso inverso.

En otros casos se daban circunstancias curiosas, como cuando al propio Vicente Adam le pidieron que hiciera de negro resumiendo una larga aventura del Profesor Hasley, el cual acostumbraba a repartirlas en dos entregas, en una sola, quizá para ahorrarse así un pago doble... aunque no le pagaron ni un duro por ello. Lamentablemente Adam no recuerda el título, cosa que no es de extrañar puesto que han pasado cincuenta años desde entonces, pero cabe suponer que se tratara de alguna de las dos últimas publicadas por este autor (Eratom 225 o Viaje hacia la muerte), coincidentes con la época en la que Vicente Adam comenzó a colaborar con la Editorial Valenciana y de las pocas del Profesor Hasley que se desarrollan en una única entrega... aunque también resulta curioso constatar que, mientras las series, algunas tan largas como la Saga de los Aznar, eran frecuentes en la primera mitad de la colección, éstas fueron desapareciendo poco a poco hasta ser prácticamente inexistentes en la etapa postrera de la misma, siendo de suponer que Soriano tuviera bastante que ver en este llamativo cambio de tendencia.

Otra anécdota que me reveló personalmente otro autor, concretamente Juan Cots Navarro (J. Scott Barry), fue que, en virtud de su amistad con Puerto Belda y Soriano, este último poco menos que le asaltó pidiéndole originales para Luchadores del Espacio, dado que por entonces -principios de los años sesenta- la colección comenzaba a andar ya de capa caída. A Cots no le atraía demasiado escribir ciencia ficción, ya que en todo caso prefería dedicarse al género del oeste, pero no le quedó otro remedio que aceptar escribiendo a desgana un total de tres novelas que, según su propia confesión, no valían gran cosa, ya que se limitó a cumplir el compromiso. Y ciertamente Luchadores no debía de andar sobrada de buenos originales, ya que en su época postrera, pese a contar con autores del calibre de Pascual Enguídanos (que entonces firmaba como Van S. Smith), Domingo Santos (P. Danger) o Vicente Adam (V.A. Carter), rellenó sus huecos con multitud de autores efímeros que aportaron, por lo general, novelas de muy baja calidad. Eso sí, por los pelos y a punto de cerrar ya la colección -de hecho le rechazaron el original en un primer intento precisamente por ello- todavía tuvieron tiempo de publicarle su primera novela a un entonces neófito y totalmente desconocido Ángel Torres Quesada, alias Alex Towers.

Resulta llamativo comprobar que, pese a ser Puerto Belda de clara ideología franquista -difícilmente se podía disponer entonces de permisos de publicación si no era así-, acogiera no obstante en su editorial a autores que se habían significado durante la Guerra Civil en el bando republicano -caso, entre otros, de Alfonso Arizmendi o Fernando Ferraz- y que, por lo tanto, se encontraban represaliados, constituyendo ésta una de las pocas maneras que tenían de ganarse la vida. Incluso el propio José Soriano era de ideología comunista y había colaborado en varias publicaciones republicanas durante la Guerra Civil, lo que le valió ser también represaliado por las autoridades franquistas al término de ésta. En su pragmatismo, Puerto Belda llegaría a publicar en Luchadores una novela escrita por una persona que se encontraba encarcelada, en esta ocasión por delitos comunes y no políticos.

Todavía conozco algunas anécdotas más que, aunque de forma puntual, nos ayudan a entender la forma de actuar de Soriano en Luchadores del Espacio, supongo que no demasiado distintas, vuelvo a repetir, que las de otras colecciones. Así, una vez aceptada su novela el autor debía mandar dos documentos a la editorial, uno de ellos una especie de guión describiendo como querían que fuera la portada, junto con una descripción en su caso de los principales protagonistas, y otro, denominado jocosamente autobombo, en el que la anunciaban en la contraportada del número anterior.

Respecto al primero, hay que decir que tanto Luchadores del Espacio como el resto de las colecciones de la época recurrían a ilustradores propios que dibujaban unas portadas expresamente para cada título en cuestión, a diferencia de lo que ocurriría más adelante, principalmente en las colecciones de Bruguera, cuando empezaron a utilizarse portadas prêt-à-porter compradas a agencias especializadas que luego se endosaban a las novelas cayeran bien, regular o peor, sin importarles que les sentaran como a un Cristo dos pistolas. Incluso llegaría a utilizarse, en el colmo de la chapucería, una misma ilustración para dos novelas distintas de la misma colección...

Esto no ocurrió jamás en Luchadores ni en su coetánea Espacio, salvo en su etapa postrera. Aún más Valenciana contó con un espléndido plantel de ilustradores entre los que destaca José Luis Macías, que firmando como José Luis fue el responsable de los rasgos de identidad propios de la colección. Por cierto, al preguntarle a José Luis por qué razón algunas de sus portadas no tenían nada que ver con el texto del interior, éste me respondió con socarronería que cuando las indicaciones de los autores no le convencían se las saltaba a la torera y dibujaba lo que le apetecía... por lo general, con espléndidos resultados.

En cuanto al autobombo, éste estaba pensado lógicamente para vender la novela, por lo cual es fácil de entender que su redacción fuera por lo general bastante entusiasta. Como la responsabilidad del mismo correspondía al propio autor, dentro del tono propagandístico general de todos ellos se pueden apreciar notables diferencias dependiendo de que sus responsables se cortaran más o menos, encontrándonos en ocasiones con divertidas exageraciones como la de hacerse pasar Fernando Ferraz, que firmaba como Profesor Hasley, nada menos que por un científico nuclear norteamericano... todo fuera por vender.

Veamos, como ejemplo, dos de estos textos correspondientes a sendas novelas de Vicente Adam firmando como Vic Adams y V.A. Carter. La primera de ellas apareció bajo el título de Marionetas humanas -no le respetaron el título original de ¡Ha llegado Zuhl!- y esto es lo que proponía el autor como portada y autobombo:


“!HA LLEGADO ZUHL!”


STANLEY BURGESS, joven oficial recién graduado en la Escuela Especial de la Armada Terrestre. Su uniforme es una especie de “mono” ajustado, de un color brillante: rojo o azul. En otras ocasiones viste un traje de vacío, especie de armadura gris, metálico, con aspecto pesado, voluminosa, y una escafandra, esférica, transparente, de uno de cuyos lados sobresale una antena de radio. A la espalda dos depósitos de oxígeno.

DIANA EAKINS, prometida del anterior. Joven rubia, de buena presencia. Viste una especie de blusa ceñida y pantalón “short”.

GENERAL EAKINS, hombre de mediana edad, robusto, pelo entrecano, TADDEUS KLOSTER y JOHNHY TRAVERT, jóvenes. Todos ellos ataviados en forma semejante al protagonista, si bien a veces pueden vestir un traje de paisano parecido al de la época actual.

PRIMERA MITAD del Siglo XXI. Casi toda la acción se desarrolla en el espacio, en el interior de astronaves: cabinas de control con infinidad de instrumentos, y al exterior un cielo negro plagado de estrellas.

En medio del espacio, sobre fondo negro, con muchas estrellas (puede colocarse algún cuerpo esférico de pequeño tamaño indicando algún planeta o asteroide cercano). Dos astronaves, que pueden verse sólo parcialmente, separadas entre sí por alguna distancia; al costado de una de ellas figuran las siglas “S.P. 7”, en el del otro el nombre “Beagle” o parte de él. Dos hombres, vestidos con el traje espacial descrito, con la cabeza apuntada al “Beagle”, atraviesan el vacío en posición horizontal como si volasen. De sus espaldas emergen pequeñas llamaradas producidas por los cohetes individuales que los impulsan. La forma de las astronaves es alargada; pueden adosárseles algunas protuberancias en forma aerodinámica para indicar los motores, Los colores a emplear son indiferentes.


*   *   *


¡Un gravísimo peligro amenaza a la Tierra! La raza humana está siendo presa de los formidables poderes mentales de un habitante de las remotas profundidades galácticas. Nada puede oponerse a su arrollador dominio, salvo...

(Título)

es la novela del fantástico escritor VIC ADAMS que próximamente apa­recerá en esta colección.

¿Cómo podían los terrestres resistir con sus débiles fuerzas al ser capaz de obligarles con una orden mental a realizar los más horribles crímenes o sujetarles en abyecta servidumbre? Solamente leyendo

(Título)

se convencerá usted de que para la fértil inventiva terrestre nada hay imposible y que la Humanidad no puede ser subyugada fácilmente.

¡No deje de adquirir esta obra maestra de “Science-fiction” salida de la fértil pluma de su autor predilecto!


Resulta curioso lo de “autor predilecto” cuando se trataba de la primera novela de ciencia ficción publicada por éste en Luchadores del Espacio... como ya he comentado, esto formaba parte de las pequeñas e inocentes argucias publicitarias, nada que ver por supuesto con las marrullerías de todo tipo con las que ahora nos bombardean. Veamos la segunda, que finalmente acabaría siendo publicada como Cautivos de Voidán:


SEUDÓNIMO: V.A. CARTER

TÍTULOS POSIBLES:

CAUTIVOS DE VOIDÁN

AMAZONAS DEL ESPACIO

LUCHA DESESPERADA

GUERRA CON VOIDÁN

DOS HUMANIDADES FRENTE A FRENTE


SLOGAN PUBLICITARIO:

¡La radio no funciona!

Ésta fue la primera noticia que tuvo la Tierra de que se estaba preparando una invasión contra la que no había defensa posible.

En pocos días la Humanidad era transportada a las remotas profundidades galácticas para ser sujeta a una esclavitud sin esperanza...

¿Había terminado así la grandeza del Hombre?

(Título)

En esta magnífica obra, escrita por el magistral

V.A. CARTER

un puñado de terrestres se encuentran enfrentados al más colosal Imperio que contemplaron los tiempos, en una lucha sin esperanza.

¿Cuál será su final?

(Título)

¡No deje de adquirir esta novela que le deleitará con un relato dinámico y emocionante como pocos, según nos tiene acostumbrados ya su prestigioso autor!

Aparecerá en el próximo número de la inigualada Colección...


PORTADA

Un hombre joven, ataviado con ropas de la época actual (puede ir sin americana), arrojándose sin arma alguna contra otro, también desarmado. Este último viste un traje acorazado metálico, con casco de igual material, lo que le da la apariencia de un robot humanoide, salvo por el visor de vidrio azulado que lleva en la parte frontera del casco y que permite ver imperfectamente su rostro; aparenta estar sorprendido por la agresión. La escena se desarrolla en una estancia (que forma parte de una astronave), iluminada con una luz rojiza, aunque no demasiado. Detrás del agredido se abre una, puerta, a cuyo través puede verse un departamento de pilotaje con palancas, esferas graduadas, etc. y algunas bombillas encendidas, de distintos colores.


Seguramente sería mucho lo que podríamos seguir hablando de este apasionante tema, pero por desgracia es mucho lo que desconocemos y nada fácil recopilar estas interesantes anécdotas, dado que muchos de estos escritores ya han fallecido y a los que todavía viven difícilmente se les puede pedir que recuerden hechos acaecidos hace ya varias décadas, 50 años incluso, o más, en algunos casos. En cualquier caso, vaya aquí mi granito de arena.


Publicado el 26-6-2011 en el Sitio de Ciencia Ficción
Actualizado el 12-3-2013