Cuando Domingo Santos era P. Danger





Conocí la obra de Domingo Santos, aunque todavía no sabía que era suya, gracias a las novelas que publicó en la colección Luchadores del Espacio bajo el seudónimo más o menos anglosajón -era la moda- de P. Danger1. He de aclarar que, dado que yo estaba por aquel entonces -finales de los años cincuenta- más o menos recién nacido, no leí estas novelitas sino hasta bastantes años después, a finales de la década de los sesenta, tras conseguirlas trabajosamente en librerías de saldo y en los entonces tan populares cambios de novelas. Y por supuesto, tardé mucho más en saber que se trataba de Domingo Santos o, por hablar con mayor propiedad, de Pedro Domingo Mutiñó, su verdadero nombre, que es así como aparecía en los tomos donde se recogían todos los títulos y autores existentes en el Depósito Legal, antecesor del actual ISBN.

Posteriormente cayeron en mis manos otras obras de este autor escritas con mayores pretensiones literarias: Así a vuela pluma, echando un rápido vistazo a mi biblioteca puedo enumerar Gabriel, Los dioses de la pistola prehistórica, Extraño, Meteoritos, Volveré ayer, Civilización, No lejos de la Tierra, Hacedor de mundos... Más un buen puñado de cuentos publicados en diferentes antologías, sin olvidar tampoco su labor como editor en la mítica Nueva Dimensión, o su trabajo como asesor de la Biblioteca de Ciencia Ficción publicada por la editorial Orbis a mediados de los años ochenta, junto con otras muchas cosas que, por falta de memoria, me dejo seguramente en el tintero.

Afirmar que Domingo Santos (Barcelona, 1941 - Barcelona, 2008) ha sido uno de los más significados nombres de la ciencia española no resulta nada nuevo, ya que los hechos brillan por sí solos y son muchos los que anteriormente a mí le han reconocido su valía; por esta razón prefiero recordar sus modestos inicios como escritor de serie B en la modesta, y al mismo tiempo importante, colección futurista de la Editorial Valenciana, donde Domingo Santos dio sus primeros pasos en este género antes de dar el salto definitivo a la ciencia ficción con mayúsculas. Puede -no lo sé- que le llegaran a avergonzar estos pecados de juventud, pero a mí personalmente me resultan muy dignos, sobre todo teniendo en cuenta su edad y, supongo, su lógica inmadurez literaria. Además, con independencia de que se le pudiera notar una evidente inexperiencia, ya se puede apreciar en estas novelitas un algo del que carecían la mayor parte -aunque no todos- de los escritores de serie B; algo tendrá el agua cuando la bendicen, afirma el conocido dicho, y así es que la idea de una de sus novelas de la etapa de Luchadores del Espacio -Expedición al pasado- sería aprovechada por Domingo Santos para escribir Los dioses de la pistola prehistórica, publicada años más tarde bajo su definitivo seudónimo literario en la desaparecida colección Infinitum.

Son doce en total las novelas publicadas por Domingo Santos, digo por P. Danger, en la colección Luchadores del Espacio, a las que hay que sumar un pequeño puñado más -cuatro concretamente- aparecidas posteriormente, bajo los seudónimos de P. Danger y Peter Dean, en la colección Espacio, la rival de la anterior editada por Toray. Estas doce novelas se enmarcan en la última etapa de Luchadores, la menos brillante de la colección lejanos ya sus mejores tiempos, y bien se puede decir que destacan de la mediocridad reinante junto con las obras tardías del incombustible Pascual Enguídanos, que ahora firmaba como Van S. Smith, las siempre interesantes novelas del injustamente olvidado Vicente Adam Cardona (Vic Adams y V.A. Carter), algunas contribuciones notables del irregular -y también olvidado- José Negri Haro (J. Negri O'Hara) o la primera -y única en la colección- novela de Ángel Torres Quesada, una pequeña joya a rescatar.

Si damos un repaso por los argumentos de estas novelas nos encontraremos, quizá, no con obras demasiado sólidas, pero sí curiosas y, en ocasiones, divertidas. ¡Nos han robado la Luna!, la primera de ellas, es una delirante narración donde nos encontramos con el inverosímil hecho de que nuestro satélite decide, de buenas a primeras, darse un paseo por todo el Sistema Solar como si tal cosa. Narrada en clave de ironía, su desparpajo nos permite perdonarle el disparate astronómico que plantea. El planeta maldito, segunda obra aparecida, es bastante más floja, aunque cabe reseñar en ella una cierta preocupación, digamos que ecológica, muy poco frecuente en aquellos tiempos, finales de la década de los cincuenta. Nieblas blancas aborda el enfrentamiento entre el hombre y las fuerzas desatadas de la naturaleza, un tema muy poco frecuente en la ciencia ficción de serie B, mucho más sujeta a los tópicos que imperaban en este subgénero. La aventura narrada en El umbral de la Atlántida y Los hombres del Más Allá trae las reminiscencias fantásticas de la búsqueda del mítico continente desaparecido, aunque lamentablemente el buen arranque de la misma se ve lastrado por una segunda parte mucho más mediocre, con los descendientes de los atlantes convertidos en inverosímiles marcianos.

Descohesión es a mi modo de ver bastante floja, quizá porque se limita a seguir los trillados tópicos de la serie B. La ruta de los pantanos, por el contrario, supone la incursión del autor en la novela de aventuras en ambientes exóticos, en este caso las manidas selvas tropicales de Venus de las que ni tan siquiera el mismísimo Asimov pudo evitar en su serie de Lucky Starr. La amenaza sin nombre tiene similitudes con Nieblas blancas, aunque en este caso el enemigo de la humanidad no es un fenómeno natural, sino fruto indeseado del peligroso proceder de unos científicos convertidos, sin saberlo, en aprendices de brujos. Viaje al infinito es una novela bastante plana que nos plantea una situación de suspense relativamente bien lograda. Extraña invasión, una de las mejores novelas del conjunto, es una hilarante narración que nos recuerda, salvando las distancias, al conocido clásico Marciano vete a casa, de Fredric Brown. Expedición al pasado aborda el tema de los viajes temporales y, como ya ha quedado comentado, sirvió de base a Domingo Santos para una posterior novela escrita ya con más pretensiones. Por último, El Sol estalla mañana relata el abnegado esfuerzo de los protagonistas por salvar a la Tierra de una catástrofe irreversible, teniendo como principal atractivo el hecho de que el personaje principal es un robot humanoide que recuerda al asimoviano R. Daniel Olivaw.

En resumen: La obra de Domingo Santos en Luchadores del Espacio es, dentro de sus limitaciones, muy digna, y demuestra claramente que al autor le venían muy pequeños los estrechos límites impuestos por la serie B... Como se pudo comprobar no tardando demasiado tiempo.




1 Para consultar el listado completo de los bolsilibros escritos por Domingo Santos, pulse aquí.


Publicado el 7-8-2002 en BEM on line
Actualizado el 15-11-2018