Seleccionando el Fabricantes de sueños





Un soneto me manda hacer Violante,
en mi vida me he visto en tal aprieto...


Ya lo decía Lope de Vega; muchas veces, cuando criticamos a alguien desde fuera, lo es porque no nos hemos visto en su propio pellejo intentando hacer lo mejor posible eso mismo que le echamos en cara... y la verdad es que, a partir de ahora, vamos a sentir mucho respeto por los antologistas de relatos, una vez que hemos tenido la oportunidad de sentirnos jueces, pero también verdugos... Porque, si bien uno de nosotros -José Vicente- había pasado por la experiencia previa de participar en la confección del Fabricantes de Sueños 2004, los dos restantes éramos unos auténticos pardillos que no teníamos ni la más remota idea de lo que nos caía encima. Vaya, pues, desde aquí nuestro sincero homenaje a los pasados seleccionadores que honradamente realizaron una labor desinteresada en bien de la difusión de la literatura del género fantástico en España.

No se nos interprete mal. La tarea de seleccionar los relatos que constituyen este libro ha sido gratificante y satisfactoria, y la verdad es hemos quedado razonablemente satisfechos del resultado; pero ha sido dura, mucho más dura de lo que pudiéramos haber sospechado siquiera. Y aunque nuestra intención no es en principio la de justificarnos o disculparnos, sí hemos creído conveniente dar una explicación acerca de los criterios que hemos seguido durante nuestra labor de selección, subjetiva por supuesto pero asimismo -al menos así lo hemos pretendido- honrada y sincera.

Comenzamos con la búsqueda de publicaciones -¡bendita sea Internet, maravillosa fuente de información!-, tanto en papel como electrónicas. Éstas últimas son fáciles de conseguir -¡viva la banda ancha!-, pero las demás hay que comprarlas -nadie previó un servicio de prensa para los sufridos seleccionadores-, y no todos podemos permitirnos estar suscritos a la totalidad de las revistas y comprar todos los libros -¡qué más quisiéramos!-; había que buscar, comprar, pedir prestado, dar la paliza a los amigos y rogarles que nos dejasen tal o cual publicación -¡por favor, que está agotada y no la encuentro!, ¡qué la revista X no llega a Valencia!-, pero al final, poco a poco, sin prisas pero sin pausas, fuimos leyéndolo absolutamente todo... o casi todo, que siempre se nos puede haber escabullido algún fanzine poco conocido. Pero bueno, creemos que debió de ser poco lo que se nos pudo escapar.

Y nos encontramos con una enorme cantidad de relatos seleccionables -y eso que estaban limitados a los publicados por vez primera en 2004-, lo que da buena muestra de la vitalidad del género en España y en los países hispanohablantes ya que, por si fuera poco, gracias de nuevo a Internet nos fue posible considerar también la importante e injustamente poco conocida labor desarrollada por nuestros amigos de allende el Atlántico.

Fueron cientos las historias leídas, infinidad las horas de lectura y miles los kilómetros de viaje en metro, en autobús o en tren de cercanías, durante los cuales fuimos devorando los relatos ante el estupor de los demás viajeros, sorprendidos tal vez, al ver a unos cuarentones canosos o alopécicos, alejados pues de la imagen del típico jovencito, cargando con un zurrón lleno de folios -impresos subrepticiamente en distintas impresoras de su trabajo-, leyendo compulsivamente en el atestado vagón, mientras luchaban a brazo partido por un poco de espacio vital que compartir con su lectura. O tal vez se preguntasen por qué ese curioso personaje que hacía equilibrios agarrado a una barra- leía apasionadamente una revista o un librito con extraños títulos de arcano significado.

No obstante, a la postre resultó ser divertido y satisfactorio; no podemos negar que leer “por obligación” lo que más nos gusta, en el fondo es sufrir con deleite. O si se prefiere en castizo, “sarna con gusto, no pica”. Y lo que en principio parecía ser un tremendo “embolao”, se convirtió en manifiesta satisfacción al concluir y tener entre las manos un ejemplar de este libro para enseñar orgulloso a los amigos, o a la familia, todavía con la tinta fresca.

Pero más que la cantidad de relatos a leer, lo peor de todo fue la responsabilidad de elegir. Cuando llegó la hora de la cruel labor de puntuación, pudimos comprobar sorprendidos que, aunque somos tres individuos muy distintos entre sí -y es bien cierto que nuestros gustos difieren de manera ostensible-, coincidíamos prácticamente en todo lo concerniente a la calidad de las lecturas. Lo malo, fue que al mismo tiempo nos encontramos frente a la dura disyuntiva de tener que descartar relatos excelentes simplemente porque no nos cabían, y les aseguramos que la lucha a brazo partido contra el incorruptible tesorero de la AEFCFT, apodado “puño de hierro” por méritos propios, fue realmente épica.

¡Que no, ni de coña podemos llegar a las trescientas páginas!” -pregonaba con voz grave y el ceño fruncido, levantando su índice amenazador y, como siempre, inasequible al desaliento en su férrea defensa hasta el último céntimo de las magras arcas de la Asociación. Y menos mal que le ocultamos nuestra convicción de que habríamos necesitado no uno, sino varios volúmenes, para recoger todos aquellos relatos cuya calidad literaria justificaba su posible selección; al pobre le habría dado una apoplejía fulminante de habérselo sugerido siquiera.

Así pues, mal que nos pesara tuvimos que empezar con la poda. Una vez realizada una primera preselección de relatos, lo dramático fue el descarte de parte de los mismos, ya fuera por su excesiva extensión -les aseguramos que se han quedado fuera excelentes novelas cortas simplemente porque no nos cabían- o por cualquier otro criterio que nos pareció conveniente implantar. ¿Un solo relato por autor? Sí, esto parecía razonable, ¿pero cuál de ellos? Difícil decisión en algunos casos. En otras ocasiones, nos quedamos chafados porque, al contactar con un autor para comunicarle que habíamos preseleccionado un relato suyo, éste se nos descolgaba con que el mismo no era inédito sino la reedición de una publicación anterior, lo que lo excluía automáticamente conforme a las normas de la antología.

Y todavía nos quedaba bastante tela por cortar. Como muy bien indica el largo nombre completo de la AEFCFT, el ámbito de estos Fabricantes se extiende por las tres patas que soportan por igual al conjunto de la literatura fantástica, es decir, la fantasía, la ciencia ficción y el terror. Por esta razón intentamos también que la antología resultara lo más plural posible, sin escorarse hacia ninguno de estos tres vértices. Asimismo, quisimos hacer lo propio dentro de los diversos subgéneros de la ciencia ficción, independientemente de nuestras preferencias personales, ya que no se trataba de hacer nuestra antología personal -algo totalmente legítimo, pero ajeno al encargo que se nos hizo-, sino una selección que resultara una muestra lo más amplia posible de todo lo que se publicó durante el año pasado, tanto en papel como en la red. En definitiva, se trataba de que, dentro de lo posible, fueran todos los que estaban aunque, muy a nuestro pesar, no pudieran estar todos los que eran.

Otro factor que suscitó cierto grado de debate entre nosotros fue la conveniencia de seleccionar tan sólo a autores noveles o relativamente noveles, dejando fuera a veteranos sobradamente conocidos o si, por el contrario, optábamos por dar entrada también a estos últimos. Finalmente optamos por una selección equilibrada, de forma que ustedes se encontrarán con escritores tan conocidos como Ángel Torres Quesada o Gabriel Bermúdez Castillo, junto con otros que han hecho sus primeras armas -pero dando dignamente la talla- en estos últimos años. Creemos, sinceramente, que era lo más justo, a la par que lo más idóneo.

Superado éste último escollo, tan sólo quedaba contactar con los autores y comprobar sus reacciones, desde el sobrio agradecimiento del escritor veterano, que se siente homenajeado una vez más por sus incondicionales lectores, hasta el entusiasmo orgásmico de los jóvenes sorprendidos por lo que creen un golpe de suerte. Y también contamos, justo es reconocerlo públicamente, con el apoyo casi unánime de los editores en cuyas publicaciones aparecieron los relatos seleccionados.

En fin, ahora les toca a ustedes, previa lectura de los relatos, emitir su veredicto sobre el buen o mal hacer de los responsables de la cosa, es decir, nosotros. Les prometemos que doblaremos la cerviz aceptando con modestia, y por supuesto agradeciendo, todas las críticas, favorables o desfavorables, pero siempre constructivas, que tengan a bien realizar sobre nuestra labor. Son ustedes los que tienen que decidir si la selección realizada por nosotros es apropiada o inapropiada, pero lo que sí les podemos asegurar es que hemos intentado por todos los medios que fuera sincera.


Escrito en colaboración con José Vicente Ortuño y Antonio Cerveró
Prólogo de Fabricantes de sueños 2005
Actualizado el 1-4-2011