Semáforos no sexistas



I


Dicen que una imagen vale más que mil palabras


Les juro por Snoopy -y si me apuran también por las Spice Girls- que lo que les voy a relatar no es fruto de mi imaginación, sino de la de algún político local sin duda mucho más desbordada que la mía. Y si no se lo creen basta con que se den una vuelta por Cáceres, que es donde yo los vi, aunque no me extrañaría nada que estuvieran implantados en más sitios; de hecho, me ha bastado con echar un rápido vistazo a internet para encontrarme con ejemplos similares en ciudades tales como Jaén o Gijón, y doy por supuesto que los habrá -si no ahora, seguro que sí en el futuro- en muchos lugares más, que ya se sabe que todo se pega menos la hermosura.

Bien, vayamos al grano. Resulta que últimamente se están sustituyendo las antiguas luces de los semáforos por las nuevas a base de leds -diodos electroluminiscentes en cristiano-, que son esas que forman un mosaico de puntitos luminosos y que, por consumir mucha menos electricidad que las convencionales, están llamadas a ser las bombillas del futuro. Como estas lámparas permiten aportar una cierta capacidad de movimiento a los monigotes verde y rojo que indican a los peatones si pueden pasar o deben esperar, a alguien se le debió de encender la bombilla -nunca mejor dicho- semafórico-igualitaria, dotando a los susodichos de una especie de faldita, que se enciende y se apaga de forma intermitente, con la cual se pretende representar, o al menos eso supongo, a ambos sexos de una forma alternativa y rigurosamente paritaria. Y tan felices los señores concejales, con la conciencia bien tranquila...

Aunque a mí, la verdad es que tamaña iniciativa me parece una soberana majadería, puestos a sacarle punta a la cosa convendría no olvidar que ni las mujeres visten siempre falda -al menos en España y en el resto de los países mínimamente civilizados-, ni ésta es una prenda estrictamente femenina, ya que tenemos casos de varones con faldas tales como los escoceses, los evzones griegos -los soldados que hacen guardia en la plaza Sintagma de Atenas- o los sacerdotes con sotana, aunque la verdad es que estos últimos son cada vez menos.

Observo también con sorpresa que el monigote está provisto de un sombrero que no desaparece al transformarse en monigota -de hecho ni siquiera se convierte en una femenina pamela-, lo que sin duda supone una intolerable discriminación tanto hacia los varones como hacia las mujeres que no cubren sus respectivas cabezas con ellos.

Por otro lado, se excluye a otros colectivos que son asimismo merecedores de atención, ya que los monigotes no deberían limitarse a representar a hombres y mujeres, sino también a niños -y niñas-, ancianos -y ancianas-, inválidos -e inválidas- en sillas de ruedas, mancos -y mancas- de uno y otro brazo, cojos -y cojas- de la pierna derecha y de la izquierda, altos -y altas- y bajos -y bajas-, perros -y perras-, etc. Asimismo, y para no dejar tampoco fuera a los colectivos de inmigrantes -e inmigrantas- de diferentes culturas que habitan en nuestro país, no estaría mal que se abandonara el pobre bicromatismo actual rojo y verde, que dicho sea de paso discrimina también a los daltónicos y a las daltónicas, en aras de una policromía mucho más amplia que recorriera todo el espectro luminoso, desde el rojo hasta el violeta, representando siquiera de forma simbólica -lamentablemente las tonalidades cromáticas de la pigmentación humana son mucho más limitadas- el arco iris de las distintas razas -perdón, etnias- existentes en nuestro planeta, en previsión también de que la ciencia pueda descubrir en un futuro habitantes -y habitantas- de otros planetas pigmentados de color verde, rojo carmesí, fucsia o azul eléctrico o bien en bellas combinaciones de varios de estos colores.

¿A que quedaría bonito? Lo malo es que, con tanto colorín y tanto monigote, lo más probable es que la gente acabara hecha un lío sin saber cuando podía cruzar y cuando no, con lo cual el número de atropellos se incrementaría sin duda de forma notable. Pero todo sea por la igualdad...


II


Semáforos madrileños gay friend en versiones masculina (arriba) y femenina (abajo)


Como todo se pega menos la hermosura, el Ayuntamiento de Madrid decidió en 2017, con ocasión de la celebración del carnaval veraniego de la Semana Mundial del Orgullo Gay, ir todavía más lejos que el cacereño sustituyendo a los tradicionales monigotes no sólo por figuras femeninas, sino también por parejas de distintas modalidades: chico-chico, chica-chica e incluso, en un alarde de tolerancia, hasta alguna formada por un chico y una chica.

Puede que los ediles madrileños quedaran satisfechos por su iniciativa en contra -al menos eso afirmaron- de la homofobia, aunque en la práctica, mucho me temo, este brindis al sol tan sólo debió de servir para gastarse los cuartos, casi 22.000 euros según las cuentas oficiales, y por si fuera poco los nuevos semáforos ni siquiera cuentan con lámparas led pese al importante ahorro energético que supone su uso. Aparte, claro está, de que no me imagino estos muñequitos puedan ayudar a convencer de la necesidad de cambiar de hábitos a los energúmenos aficionados a atacar a los homosexuales. Pero ya se sabe, planificar cosas realmente útiles y necesarias puede suponer bastante esfuerzo mental, y pensar cansa mucho.

Pese a que la celebración terminó hace ya varios meses los orgullosos semáforos siguen estando allí, no sé si para amortizar la inversión o bien para justificar que se está haciendo algo sin haber hecho realmente nada, habilidad esta última ampliamente extendida entre los políticos españoles.


Publicado el 21-8-2012
Actualizado el 7-11-2017